martes, 13 de octubre de 2009


Virtuosismo, expresión y calidez en un solista del Veneto
La Orquesta Sinfónica Munipal se presentó, bajo la dirección del Maestro José María Ulla, en el Teatro Colón, el 23 de febrero, con la actuación del violinista italiano Sebastiano María Vianello.
El programa comenzó con la obertura de La scala di seta, de Rossini, abordada hace poco. La reiteración no le quita las dificultades, particularmente en la cuerda y en un tema que introducido por éstas, toma la flauta (Federido Gidoni) y, más extensamente el oboe (Paula Zavadivker), que debe hacer este solo -verdadero salto al vacío que termina siendo el camino que transita la obra- en dos oportunidades y a la vez entonar el dolce del primer solo, radicalmente distinto; pero en el Quinteto de vientos, del cual es oboísta, se enfrenta a desafíos semejantes.
Concierto nro.22 de Viotti
Giovanni Battista Viotti (1755-1824), contemporáneo de Paganini y el más importante de los violinistas de su época, dejó 27 conciertos para el instrumento, 42 dúos y 18 sonatas, música de cámara y de canto. Es difícil entender, ante esta obra, que sea un virtual desconocido en el repertorio actual. Su concierto alterna un esencial virtuosismo con melodías dulces, imaginativas y fáciles de desarrollar. En su rol solista, el violín hace duetos con otros instrumentos –flauta y fagot- que dulcifican este virtuosismo característico. Quizás el adagio sea uno de sus mejores momentos. Sebastiano María Vianello tiene una técnica tan virtuosa como la obra, técnica que no se agota ni en las notas dobles ni en las intrincadas y rápidas cadencias, sino que lleva a darle una inflexión no sin cierto despojamiento, donde el solista se muestra a sí mismo pero a partir de exponer la música en su mejor expresión. Parece un trabajo escrito para él. Se expone siempre, pero nunca por encima de la música sino a través de ella, con plasticidad y vida.
Mas donde el sonido de su violín Amati de 1611 quizás mejor lució, fue en el largo del concierto en D nro. 96 de Tartini (1692-1770), uno de los casi 140 conciertos de violín del compositor, que hizo como bis, movimiento de requerimientos expresivos muy distintos y en el cual, a diferencia de otros solistas, incluyó a la orquesta. Fue un pasaje exquisito en esa sonoridad menos incisiva que la de los instrumentos actuales, más difusa y a la vez calma, con una definición neta pero menos clara y donde las notas no se separan o terminan sino que parecen irse. Nos preguntamos en cómo sonará el repertorio barroco en este solista y en este instrumento construido unos setenta años antes del nacimiento de Bach y fervientemente deseamos algún día, poder responder esta pregunta.
La sinfonía del destino
En la segunda parte se hizo la sinfonía nro. 5, en do menor, opus 67 de Beethoven, también interpretada hace poco tiempo, y en 2003 bajo la dirección del maestro Luis Gorelik. Siempre impresiona su concentración, economía de medios y fuerza de su célula generadora de cuatro notas, de las cuales tres son una repetición.
El segundo movimiento -5 variaciones y una coda- tiene una sección invariada y una parte variada, con la cédula inicial en los cellos entre la primera y la segunda variación. Las indicaciones, focalizadas en los volúmenes sonoros de la cuerda, no marcaron específicamente las entradas de las maderas en las variaciones, tampoco en el concierto de Viotti, con lo cual –fuera de los solos puntuales- los instrumentos solistas aparecen interviniendo llevados por el material temático que pasa por ellos y guiado por la cuenta de los compases, no obstante, no se resintió el armado final de la obra, lo que habla del training de los músicos. Como otras veces, lució el crescendo de 50 compases que lleva del tercero al cuarto movimiento –que no estaba cuando la obra se estrenó el 22 de diciembre de 1808 en el en el Theater an der Wien- generado a partir de un puente sobre un la bemol de bajos y cellos, mientras los timbales repiten la célula inicial, y que se reitera en un acelerando que lleva a la obra a su conclusión en un presto sobre la célula inicial.
La orquesta pudo hacer, desde cero, una obra de la que prácticamente no existen puntos de referencia, no hay grabaciones ni se la escucha en radio, depararnos un excelente Tartini y obras siempre bienvenidas y con ello, la necesidad de incursionar en otras nuevas u otros autores.

Eduardo Balestena

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