lunes, 5 de octubre de 2009


Impresiones.
Bajo la batuta del Maestro José María Ulla, la Orquesta Sinfónica Municipal y el Coral Carmina, dirigido por el Maestro Horacio Lanci, ofrecieron un concierto en el Teatro Auditórium. El programa comenzó con el Ave Verum corpus, en Re Mayor, K. 618, de Mozart, breve y delicada obra de 1791, para continuar con el Canto del Destino, opus 54 de Brahms -1871- , inspirado en el poema Hiperion -1799- , de Friedrich Hölderlin -1770-1843- .
Brahms -1833-1897- ha captado de un modo único la visión de una vida humana gobernada por fuerzas míticas. El sueño de las cosas de los hombres se derrite ante las llamas de la naturaleza como perlas de cera. Los dioses ignoran a la humanidad doliente. Luego de la introducción instrumental, se describe el mundo de los dioses, sublime, eterno y distante. En la segunda, por el contrario, se muestra a la humanidad, destinada a desaparecer, de una en otra hora, arrojada, como el mar contra los arrecifes. La obra se cierra con un final instrumental que vuelve a la primera sección pero con una tonalidad diferente –adagio expresivo, en do mayor, a diferencia del mi bemol inicial-.
El Maestro Horacio Lanci ha analizado el Canto del Destino en su serie de programas “Un viaje al interior de la música” –que se emitía por Radio Concierto- y señala que este final abre una serie de interrogantes: se trata de una visión esperanzada sobre el destino de la humanidad, una simple resolución en forma ternaria A, B, A, o bien, reafirma la indiferencia del mundo de los dioses. Esta obra, sutil, e impactante trabaja tanto la continuidad entre voz e instrumentos, como entre los temas a sucederse, de carácter opuesto. Es evidente que esta continuidad, que también debe existir entre la dirección coral y la orquestal pudo presidir una creación no posible de ser abordada sin una adecuada clave emocional –como en pocas, técnica y sentimientos se funden en ella. La misma obra es esa síntesis entre la música pura y una finalidad descriptiva y de algún modo programática, puesta a reflejar hondos sentimientos humanos. Hay actuaciones que, por lo que representan musicalmente o por nuestra propia subjetividad, van mucho más allá de si mismas y constituyen algo de lo cual hemos de mantener impresiones perdurables. Como en El Arca Rusa, nuestra mente es una inmensa galería de estos recuerdos que hablan tanto de la permanencia del arte como de lo efímero de la condición humana. Una impresión así fue la de entrar a la Sala Astor Piazzolla y ver al Coral Carmina y la Orquesta Sinfónica, aguardando, partituras en mano, a que se inicie el milagro.
César Franck: La Orquesta Sinfónica Municipal ha interpretado la Sinfonía en re menor de César Franck -1822-1890- , bajo la batuta de los maestros Juan Carlos Zorzi, Washington Castro y Guillermo Becerra. Concebida en el período 1886-1888, se trata de una cumbre del sinfonismo de la segunda mitad del siglo XIX, dada en un riguroso equilibrio entre la inspiración melódica y la originalidad constructiva. El rico material sonoro se expone en forma cíclica. La recurrencia confiere unidad a un material que reformula la arquitectura del sinfonismo clásico, distanciándose de las coetáneas Sinfonía con órgano de Saint Saëns y Symphonie cavénole de Vincent d´Indy, que le sirvieron de inspiración. Comienza –primer movimiento, Lento/ Allegro non troppo-con un intervalo de segunda descendente, suerte de interrogación, que en el desarrollo ulterior, al tratarse el tema en crescendo, aparece respondido en un intervalo de cuarta justa. Luego se introduce un segundo tema cantabile y el resto del movimiento trabaja minuciosamente esta relación dialéctica en alternancias lento, allegro non troppo. El segundo (Allegretto, ¾ en si bemol menor) comienza con un tema en el arpa y pizzicato de los arcos, para introducir un bellísimo solo de corno inglés –a cargo de Andrea Porcel- dulce, imaginativo y envolvente, que toma el intervalo inicial de segunda descendente y su resolución, con lo cual incluye un material temático existente. El tema es sucedido por una intervención de cornos y una respuesta en los violines. Luego de otra intervención del corno inglés surge un deslumbrante pasaje contrapuntistico, donde la cuerda se divide en violines primeros y segundos, que articulan con violas y cellos e intervenciones de flautas y maderas –el celular que sonó en este momento, mostró una melodía más estridente y básica que atentó contra este brillo sin poder alterarlo. El movimiento se trata prácticamente de una superposición entre andante y scherzo. Su riqueza arquitectónica luce plenamente en la ejecución en vivo. Franck optó por una obra tripartita, que finaliza con un Allegro non troppo donde, a la manera de la 9na. Sinfonía de Beethoven, los temas anteriores vuelven a desfilar, luego de uno nuevo introducido por fagotes y cellos, pero no simplemente citados, sino en un desarrollo amplio, hecho de la minuciosa atención del detalle. El final está construido sobre el tema inicial. Destacaron los solos de Federico Gidoni –flauta-, Guillermo Devoto –oboe-, Gerardo Gautín –fagot- y Jorge Gramajo –corno- .
Somos, como lo quiere el Canto del Destino, una materia maleable, perecedera y sufriente, pero en esta relatividad, hemos podido encontrar el absoluto del arte que da sentido a nuestro dolor y, en noches como la del 14 de mayo, llevados por el talento de nuestros artistas, permite que lo olvidemos.
Eduardo Balestena

No hay comentarios:

Publicar un comentario