lunes, 11 de octubre de 2010

Crepúsculo y Risorgimento




La Orquesta Sinfónica Municipal, dirigida por su titular, la maestra Susana Frangi, con la actuación solista de la soprano Andrea Nazarre, se presentó el 9 de octubre en el Teatro Colón. Las obras interpretadas lo fueron por primera vez en Mar del Plata, y en el caso de la de Nino Rota, en Argentina.
El programa comenzó por la Introducción y tema de amor de Manon, del compositor venezolano Federico Ruíz, quien la cedió para la oportunidad a la orquesta.
Cuatro últimas canciones, de Richard Strauss (1964-1949). Inspiradas en tres poemas de Hermann Hesse y uno de Joseph von Eisendorff, fueron compuestas en 1948 y son el gesto final de la vida de quien llevó el esplendor sinfónico a una de sus mayores profundidades. Exigen un sonido etéreo, una amalgama de timbres y climas de expansión de un espíritu sonoro expresado tanto en una gran riqueza armónica como en el desarrollo de la “melodía sin fin” wagneriana (Im abentrot). En el orden que fueron interpretadas: Im Abentrot (al atardecer) (texto de Joseph von Eisendorff); September (septiembre); Früling (primavera) y Beim Schlafengehen (adormeciéndose) (textos de Hermann Hesse) es evidente el grado de dificultad que implican. En la soprano solista requieren hondura expresiva y ductilidad: notas que nacen suavemente y se intensifican de modo lento y gradual, la capacidad de moverse desde registros graves a intensos agudos (Früling), el pasaje de registros agudos a otros graves en intervalos amplios (Im abentrot), el manejo del fiato en pasajes lentos de registros graves (Früling) y el balance con la orquesta, no siempre fácil según la intensidad y el tempo. La relación con el texto es otra exigencia: aun en idioma alemán no se puede cortar la musicalidad de los versos porque está imbricada en la de la orquesta. La soprano marplatense Andrea Nazarre (con una amplia experiencia en ópera, sinfónico-coral y zarzuela) hizo un minucioso trabajo de preparación con la propia maestra Susana Frangi en el piano. El resultado fue un Strauss equilibrado y fluido en esta, una de sus cumbres expresivas. Que haya elegido una obra honda, con un rango tan sutil como técnicamente difícil habla de su criterio y su preferencia artística.
En la orquesta la demanda es otra: la armonía, la fusión de timbres y los climas sonoros. Dos ejemplos son el solo de trompa, en september, y el de violín en adormeciéndose, este último marca, con esa suerte de himno, un punto de inflexión en el lied. Trompas, clarinete bajo, cuerdas, forman un clima sonoro que permanece y se disipa lentamente: “Con penas y alegrías hemos caminado juntos/ descansemos ahora de nuestros viajes/ en el tranquilo valle”. Como en Muerte y transfiguración, la música es más que un lenguaje o un conjunto de decisiones interpretativas: es una expresión profunda y propia en pos de plasmar lo indefinible.
Sinfonía sobre un tema de amor, de Nino Rota (1911-1979) La música de ese largo travelling inicial de avance con el cual Luchino Visconti nos conduce a la villa del príncipe de Salina, en Il gattopardo pertenece al cuarto movimiento de esta sinfonía, compuesta en 1947. De ella, el gran cineasta tomó tres movimientos. Del bellísimo tema del tercero procede la música destinada a marcar los momentos más subjetivos de los personajes. El segundo movimiento es un rico tema danzante, evocativo de danzas antiguas, que, aunque muy distinta, de algún modo recuerda a la Suite de los tiempos de Holberg, de Grieg. En las secciones centrales se articulan pasajes netamente camarísticos, con una gran riqueza de timbres: oboe, clarinete, flauta, clarinete bajo. Los distintos desarrollos a partir de un mismo elemento, expuesto en diferentes formas arman un diseño simple en la audición y complejo en la interpretación, que requiere mucha justeza, claridad en los timbres y fluidez en frases muy expresivas y difíciles. Elementos rítmicos, riqueza melódica, en melodías breves y concisas, en una orquesta que respondió a esa exigencia de justeza, que requiere además una buena afinación, confieren a Nino Rota una identidad musical irrepetible. Películas como Il gattopardo o Amarcord no serían lo que son sin su música pero ésta no necesita valerse siempre de la imagen.
Esta obra, interpretada en Argentina por primera vez, marca además una decisión: explorar otro repertorio diferente al tradicional, con el múltiple esfuerzo consiguiente. Susana Frangi trabaja en esta dirección: interpretar obras de referencia, poco frecuentes, y a la vez incluir creaciones contemporáneas, como en el caso de Nino Rota, conocidas parcialmente, de un valor musical que va mucho más allá del contexto en el que esa música fue utilizada.
Il gattopardo de Giuseppe Tomasi di Lampedusa no es sólo una novela sino una de las grandes novelas del siglo XX. Nostálgicamente aborda el risorgimento italiano, metáfora de lo que pasa y lo que se transforma. Quizás ello también sea una imagen de que en la música aquello que parecía conocido no lo era, y de que siempre podemos vivirlo de un modo nuevo o conocer nuevos horizontes.



Eduardo Balestena
http://www.d944musicasinfonica.blogspot.com/