lunes, 12 de febrero de 2024

Concierto Final de la XXXIII Edición del Campus Musical de Santa María de la Armonía.


Dibujo del pianista Walter Jesús Vilches


.Director: Maestro Jordi Mora

.Intérpretes: Lucas González (piano); Ana Paula Rodríguez (piano); Dolores López Mac Kenzie (viola); Nerea Baldi (viola); Walter Jesús Vilches Pérez (piano); Santiago Julián Bravo (violín); María Paula Corrarello (violín); Nahuel Silberstein (piano); Juan Simón Tori (piano); Carolina Cho (piano); Agustín Correa (piano); Felipe Garese (cello); María Juliana Rufall (viola); Sofía Carmona (violín); Juan Ignacio Videla (piano); Roberto Gutiérrez (clarinete); Sebastian Powter (cello); Lucio Shinichi Talarico (piano)

.Santa María de La Armonía, Cobo, 11 de febrero, hora 18.

 

El Campus Musical de Santa María  de la Armonía cumplió su trigésima tercera edición. No es un dato menor: lleva resistiendo crisis económicas, devaluaciones varias (unas encima de otras o unas detrás de otras o a consecuencia de otras) e inclusive una pandemia. Lo hizo sin apoyo, por persistencia de trabajo y por la escuela que ha ido formando a lo largo del tiempo y que convoca tanto a profesionales de organismos musicales como a estudiantes. Cada vez más, va incorporando a alumnos del proyecto Creciendo en Armonía, que lleva ya veinte años.

 

Intérpretes y obras

En el concierto final son interpretadas, de forma total o parcial los opus que los asistentes han llevado al campus luego de una preparación anterior y cuyo abordaje desean perfeccionar.

Este enunciado en sí, supone un nivel musical muy alto y un manejo tanto de los aspectos técnicos como estéticos.

En esta edición fueron abordadas: por Lucas González (piano) la Sinfonía de la Partita nro. 2 BWV 26 de Johan Sebastian Bach; por Ana Paula Rodríguez (piano) el I Allegro de la Sonata nro. 1, opus, de Ludwig van Beethoven. La intérprete, de 12 años de edad, fue becada por las servidoras del campus; Dolores López Mac Kenzie (viola) abordó la Suite nro. 4 para cello (en transcripción para viola) de Johann Sebastian Bach; Nerea Baldi (viola) y Juan Simón Tori (piano), interpretaron el movimiento I Vivace de la Sonata en sol mayor BWV 1029 de Johann Sebastian Bach; Walter Jesús Vilches Pérez, tocó el movimiento I Allegro de la Sonata en mi bemol mayor, nro. 62 Hob, XVI-52 de Franz Joseph Haydn; Santiago Julián Bravo interpretó el I Adagio y la II Fuga de la Sonata nro.1 en sol mayor BWV 1001, de Johann Sebastian Bach; María Paula Corrarello (violín) y Manuel Silberstein (piano), abordaron  el I Allegro y II Tempo di Menuetto, de la Sonata para violín y piano K.304, de Wolgang Amadeus Mozart; en el final de la primera parte, Juan Simón Tori (piano) tocó el Carnaval, opus 9 de Robert Schumann.

La segunda parte abrió con Carolina Cho (piano) con el I Allegro Moderato de la Sonata en la Mayor, D. 664 de Franz Schubert; Agustín Correa (piano) abordó la Sonata op. 53, “Waldstein”, de Ludwig van Beethoven; Felipe Garese (cello) y Agustín Correa (piano) interpretaron el movimiento I Allegro non troppo de la Sonata para cello y piano nro. 1, op.38 de Johannes Brahms; María Juliana Rufall (viola) tocó el movimiento I Molto sostenuto de la Suite nro. 1 en sol menor de Max Reger; Sofía Carmona (violín) y Carolina Cho (piano) abordaron el movimiento I Allegro amabile de la Sonata para violín y piano nro. 2 opus 100 de Johannes Brahms; Juan Ignacio Videla (piano) interpretó las Variaciones serias op. 54 de Félix Mendelssohn; el concierto concluyo con las presentaciones de Roberto Gutiérrez (clarinete); Sebastián Powter (cello) y Lucio Shinichi Talarico (piano), con el Trío nro. 4, op.11 de Ludwig van Beethoven.

Diferentes lenguajes y requerimientos:

Hay dos experiencias: la de ser testigos del trabajo sobre las obras y la de asistir al resultado final. Aquello que, en el hábito auditivo, parece sencillo y fácil de lograr es así gracias a un trabajo prologado –con las articulaciones del fraseo, las relaciones internas entre los pasajes de una obra y su concepción total y otros factores- que son elementos muy distintos de una estética en otra y que requieren del dominio formal y de las inflexiones, los cambios dinámicos, las distintas intensidades y las particularidades del sonido de cada estética –barroco, clasicismo, romanticismo- .

La precisión, la continuidad de frases claras y gráciles, al mismo tiempo formando parte de un todo, hacen a la gracia de un Haydn (para citar un ejemplo). Lo mismo Brahms, con los dulces pasajes de sonatas donde un instrumento se imbrica en la elaboración del elemento que le brinda el otro.

Si algo es evidente, es que en todos los casos se trata de obras de envergadura –como las Variaciones serias de Mendelssohn: que al mismo tiempo es inspirada y cerebral, así como un testimonio del amor por Bach de ese enorme compositor.  El trío de Beethoven es de una gran demanda en la amalgama que requiere en los intérpretes, en frases de gran musicalidad y desarrollos que combinan lo melódico con las inflexiones motívicas que la melodía requiere en una construcción tan grácil como rigurosa.

La sonata “Waldstein”, opus 53 de Beethoven o el Carnaval opus 9 de Schumann, son en sí mundos sonoros, representativos de dos lenguajes muy propios y muy diferentes: en un caso el desarrollo en distintas capas de una célula temática –con sus perfectos crescendos y sus distintos volúmenes y en el otro de los permanentes cambios de intensidades, el predominio de la dinámica y de lo rítmico sobre lo melódico y el trabajo con determinados elementos motívicos que le dan unidad a una obra que no da respiro al intérprete. Las decisiones en lo que hace el tempo, a los acentos, hacen al efecto que la obra tiene. También esos pasajes extremadamente rápidos  

Muchos de estos intérpretes abordaron estas obras de memoria, lo que significa básicamente dos cosas: el grado en que las tienen interiorizadas y la seguridad en sí mismos que los lleva a dar –sin vacilaciones- semejante salto al vacío.

 

Una experiencia

Durante los seis días del campus comparten un lugar –privilegiado en su paz y belleza- donde no se hace nada más que música.

En todos los casos –músicos ya experimentados- y estudiantes predominan la claridad del objetivo que se proponen y la persistencia con la que lo persiguen.

Es esto lo que comparten con nosotros en la sesión final del concierto y al hacerlo nos brindan un testimonio de lo que es la música y la entrega a la música.

Renglón aparte merecen las servidoras, siempre presentes sin hacerse notar nunca y que hacen que cada cosa esté allí cuando es necesaria.

Como decía, el Campus lleva treinta y tres años de vigencia. El maestro Mora nos decía que es en sí una experiencia muy diferente a las que vive en otros países de Europa.

Tres horas y media de música nos dejan un mensaje: el de las obras, el del trabajo de quienes la hacen y el acto de afirmación de todo lo que ello significa.

 

 

        

                

 

Eduardo Balestena