.Director: Maestro Jordi Mora
.Intérpretes: Lucas González (piano); Ana Paula Rodríguez
(piano); Dolores López Mac Kenzie (viola); Nerea Baldi (viola); Walter Jesús
Vilches Pérez (piano); Santiago Julián Bravo (violín); María Paula Corrarello
(violín); Nahuel Silberstein (piano); Juan Simón Tori (piano); Carolina Cho
(piano); Agustín Correa (piano); Felipe Garese (cello); María Juliana Rufall
(viola); Sofía Carmona (violín); Juan Ignacio Videla (piano); Roberto Gutiérrez
(clarinete); Sebastian Powter (cello); Lucio Shinichi Talarico (piano)
.Santa María de La Armonía, Cobo, 11 de febrero, hora 18.
El Campus Musical de Santa María de la Armonía cumplió su trigésima tercera
edición. No es un dato menor: lleva resistiendo crisis económicas,
devaluaciones varias (unas encima de otras o unas detrás de otras o a consecuencia
de otras) e inclusive una pandemia. Lo hizo sin apoyo, por persistencia de
trabajo y por la escuela que ha ido formando a lo largo del tiempo y que
convoca tanto a profesionales de organismos musicales como a estudiantes. Cada
vez más, va incorporando a alumnos del proyecto Creciendo en Armonía, que lleva
ya veinte años.
Intérpretes y
obras
En el concierto final son interpretadas, de forma total o
parcial los opus que los asistentes han llevado al campus luego de una
preparación anterior y cuyo abordaje desean perfeccionar.
Este enunciado en sí, supone un nivel musical muy alto y un
manejo tanto de los aspectos técnicos como estéticos.
En esta edición fueron abordadas: por Lucas González (piano) la
Sinfonía de la Partita nro. 2 BWV 26
de Johan Sebastian Bach; por Ana Paula
Rodríguez (piano) el I Allegro de
la Sonata nro. 1, opus, de Ludwig van
Beethoven. La intérprete, de 12 años de edad, fue becada por las servidoras
del campus; Dolores López Mac Kenzie
(viola) abordó la Suite nro. 4 para
cello (en transcripción para viola) de Johann Sebastian Bach; Nerea Baldi (viola) y Juan Simón Tori (piano), interpretaron
el movimiento I Vivace de la Sonata en sol mayor BWV 1029 de Johann
Sebastian Bach; Walter Jesús Vilches Pérez, tocó el movimiento I Allegro de la Sonata en mi bemol mayor, nro. 62 Hob, XVI-52 de Franz Joseph Haydn;
Santiago Julián Bravo interpretó el I Adagio y la II Fuga de la Sonata nro.1
en sol mayor BWV 1001, de Johann Sebastian Bach; María Paula Corrarello (violín) y Manuel Silberstein (piano), abordaron el I
Allegro y II Tempo di Menuetto,
de la Sonata para violín y piano K.304,
de Wolgang Amadeus Mozart; en el final de la primera parte, Juan Simón Tori (piano) tocó el Carnaval, opus 9 de Robert Schumann.
La segunda parte abrió con Carolina Cho (piano) con el I
Allegro Moderato de la Sonata en la
Mayor, D. 664 de Franz Schubert; Agustín
Correa (piano) abordó la Sonata op.
53, “Waldstein”, de Ludwig van Beethoven; Felipe Garese (cello) y Agustín
Correa (piano) interpretaron el movimiento I Allegro non troppo de la Sonata
para cello y piano nro. 1, op.38 de Johannes Brahms; María Juliana Rufall (viola) tocó el movimiento I Molto sostenuto de la Suite
nro. 1 en sol menor de Max Reger; Sofía
Carmona (violín) y Carolina Cho
(piano) abordaron el movimiento I Allegro
amabile de la Sonata para violín y
piano nro. 2 opus 100 de Johannes Brahms; Juan Ignacio Videla (piano) interpretó las Variaciones serias op. 54 de Félix Mendelssohn; el concierto concluyo
con las presentaciones de Roberto
Gutiérrez (clarinete); Sebastián
Powter (cello) y Lucio Shinichi
Talarico (piano), con el Trío nro.
4, op.11 de Ludwig van Beethoven.
Diferentes
lenguajes y requerimientos:
Hay dos experiencias: la de ser testigos del trabajo sobre
las obras y la de asistir al resultado final. Aquello que, en el hábito
auditivo, parece sencillo y fácil de lograr es así gracias a un trabajo
prologado –con las articulaciones del fraseo, las relaciones internas entre los
pasajes de una obra y su concepción total y otros factores- que son elementos
muy distintos de una estética en otra y que requieren del dominio formal y de
las inflexiones, los cambios dinámicos, las distintas intensidades y las
particularidades del sonido de cada estética –barroco, clasicismo, romanticismo-
.
La precisión, la continuidad de frases claras y gráciles, al
mismo tiempo formando parte de un todo, hacen a la gracia de un Haydn (para
citar un ejemplo). Lo mismo Brahms, con los dulces pasajes de sonatas donde un
instrumento se imbrica en la elaboración del elemento que le brinda el otro.
Si algo es evidente, es que en todos los casos se trata de
obras de envergadura –como las Variaciones serias de Mendelssohn: que al mismo
tiempo es inspirada y cerebral, así como un testimonio del amor por Bach de ese
enorme compositor. El trío de Beethoven es
de una gran demanda en la amalgama que requiere en los intérpretes, en frases
de gran musicalidad y desarrollos que combinan lo melódico con las inflexiones
motívicas que la melodía requiere en una construcción tan grácil como rigurosa.
La sonata “Waldstein”, opus 53 de Beethoven o el Carnaval opus
9 de Schumann, son en sí mundos sonoros, representativos de dos lenguajes muy
propios y muy diferentes: en un caso el desarrollo en distintas capas de una célula
temática –con sus perfectos crescendos y sus distintos volúmenes y en el otro
de los permanentes cambios de intensidades, el predominio de la dinámica y de
lo rítmico sobre lo melódico y el trabajo con determinados elementos motívicos que
le dan unidad a una obra que no da respiro al intérprete. Las decisiones en lo
que hace el tempo, a los acentos, hacen al efecto que la obra tiene. También
esos pasajes extremadamente rápidos
Muchos de estos intérpretes abordaron estas obras de
memoria, lo que significa básicamente dos cosas: el grado en que las tienen interiorizadas
y la seguridad en sí mismos que los lleva a dar –sin vacilaciones- semejante
salto al vacío.
Una experiencia
Durante los seis días del campus comparten un lugar –privilegiado
en su paz y belleza- donde no se hace nada más que música.
En todos los casos –músicos ya experimentados- y
estudiantes predominan la claridad del objetivo que se proponen y la persistencia
con la que lo persiguen.
Es esto lo que comparten con nosotros en la sesión final del
concierto y al hacerlo nos brindan un testimonio de lo que es la música y la
entrega a la música.
Renglón aparte merecen las servidoras, siempre presentes
sin hacerse notar nunca y que hacen que cada cosa esté allí cuando es necesaria.
Como decía, el Campus lleva treinta y tres años de
vigencia. El maestro Mora nos decía que es en sí una experiencia muy diferente a
las que vive en otros países de Europa.
Tres horas y media de música nos dejan un mensaje: el de
las obras, el del trabajo de quienes la hacen y el acto de afirmación de todo
lo que ello significa.
Eduardo
Balestena