.Orquesta Filarmónica de Buenos Aires
.Director: Srba Dinic
.Solista: Nelson Goerner
.Teatro Coliseo, 30 de septiembre, hora 20.
Con el
último concierto del Festival Rachmaninov, correspondiente al programa del
Teatro Colón, concluyó el ciclo dedicado al genial compositor, ruso.
El
programa dio comienzo con las Danzas
Sinfónicas opus 45, que, escritas en 1940, son la última obra sinfónica de
Rachmaninov.
“Un
refrito de viejos trucos”, señaló una crítica refiriéndose a la obra en ocasión
de su estreno; juicio que lo único que testimonia es la excesiva importancia
dada a los lenguajes de vanguardia, privilegiados por encima de la música en sí
misma, la ceguera ante ciertos aspectos de su escritura y ante el brillo de una
obra de evidente virtuosismo orquestal. Acerca de ello, el compositor declaró “En mis
composiciones, no he hecho ningún esfuerzo consciente por ser original, o
romántico, o nacionalista, o cualquier otra cosa. Escribo sobre el papel la
música que oigo dentro de mí, con la mayor naturalidad posible. Soy un
compositor ruso, y la tierra donde nací ha influido en mi temperamento y mi
forma de ver las cosas. Mi música es el producto de mi temperamento, y así es
la música rusa.... Tchaikovsky y Rimsky…Lo que intento al escribir mi música es
que diga de forma sencilla y directa lo que hay en mi corazón cuando compongo.
Si ahí hay amor, o amargura, o tristeza, o religión, esos estados de ánimo
pasan a formar parte de mi música, y ésta se vuelve bella o amarga o triste o
religiosa". Tales son las manifestaciones de un compositor que siguió su
propia auténtica y profunda voz.
Los
bocetos de la obra se remontan al esbozo del ballet Los Escitas, 1915 y parte
del material y sus ideas fueron retomadas muchos años más tarde. A despecho de
sus críticos, trabajó sobre aspectos del lenguaje contemporáneo, como el
elemento rítmico, tan frecuente en Prokoviev y Stravinsky, bajo la égida de su
propia inspiración melódica.
La versión obtenida por el maestro
Dinic y la Orquesta Filarmónica permitió apreciar en todos sus aspectos a esta
gran obra, de ritmos, dinámicas y timbres que conforman un desarrollo donde
aparecen claramente las dos grandes vertientes de la música de Rachmaninov: el
intelectualismo y la inspiración. Intelectualismo por el rigor de su
arquitectura y por las ideas que marcan
la composición. Inspiración por la belleza de los motivos, el colorido tímbrico
y el manejo rítmico que plantea una expectativa por un desarrollo marcado
siempre por algo inesperado (tanto en la sucesión de los motivos como en su
belleza y concisión).
Va de
suyo que estas características se traducen en una necesidad de marcación muy
clara. En efecto, tanto el color orquestal (la frase de un instrumento que
continúa otro) como la sucesión de
intervenciones, constituyen piezas que van calzando en un mecanismo donde la fluidez del fraseo es esencial. Es de
gran compromiso para los intérpretes: por citar un lugar, en el último
movimiento mientras las trompetas citan el
Dies Irae las cuerdas interpretan un pasaje cruzado con ese otro elemento.
Los
motivos rusos, las citas –literales o transformadas- del Dies Irae, el desarrollo de la obra sobre un motivo central en sí
mismo breve y sencillo, son las características no solo de esta obra sino de
mucha de la música del genial compositor.
Destacaron
especialmente María Noel Luzardo (saxo alto); Matías Tchicourel (clarinete),
Sebastián Tozzola (clarinete bajo), Nestor Garrote (oboe), Michelle Wong (corno
inglés), Claudio Barile (flauta), Fernando Ciancio (trompeta), Fernando
Chiappero (corno).
El Concierto para piano y orquesta nro. 3, en
re menor, opus 30 fue interpretado en la segunda parte.
Concebido
como carta de presentación para su gira por los Estados Unidos, Rachmaninov lo
escribió en Ivanovka, la residencia veraniega de la familia, en 1909.
Se trata
una de las obras más extensas, virtuosas y técnicamente difíciles para piano y
orquesta.
Se
encuentra estructurado a partir del sencillo primer motivo que, luego de la
breve introducción de la orquesta, expone el piano; casi inmediatamente, la
orquesta retoma el tema inicial del piano mientras que éste lo varía bajo la
forma de extensas figuraciones. A partir de allí comienza la permanente
variación motívica del material, que se expande hacia otros motivos derivados
hasta la aparición del segundo tema.
El
extenso movimiento está concebido como una forma sonata ampliada en la cual el
tema inicial es vuelto a exponer varias veces, incluso luego de la gran
cadencia del instrumento solista.
Hay
básicamente dos maneras de interpretarlo: rallentando
y fraseando los motivos, buscando el lirismo de las concisas melodías o afrontándolo
enérgicamente, entendiendo que se trata de una obra rápida, intensa y virtuosa
cuya característica es la rapidez de todos los pasajes. Este fue el modo de
abordarlo de Nelson Goerner: pedales prolongados, extensiones amplias, fuerza,
claridad, intensidad, con un dominio absoluto sobre una obra de tales
requerimientos.
El intermezzo-adagio, es un tema con
variaciones concebido en una forma ABACA y no es para nada un movimiento lento.
Rachmaninov utiliza aquí técnicas que llevaría a la Rapsodia sobre un tema de Paganini (1934): el tema expuesto en
forma más rápida y compacta, con el agregado de notas; el desarrollo de
episodios tomando un intervalo de una parte; la aparición de notas que subrayan
partes del tema y omiten otras y el
enriquecimiento por la orquesta, que lo
toma y expande, también de diversas maneras, todo ello a lo largo de un extenso
y cambiante desarrollo que conduce y se resuelve, casi sin solución de
continuidad.
En el Finale: alla breve, de gran fuerza, es una forma sonata modificada
que recapitula sobre el tema del primer movimiento y utiliza, para marcar sus
distintas secciones, un estribillo que aparece dos veces y que contrasta con el
resto del material.
En el comentario de la versión que
hizo Sergio Tiempo hice una consideración enteramente aplicable ahora, señalando
que “Es una exposición de la mayor intensidad en el instrumento solista y
también en la orquesta, que cuando el piano intensifica la exposición del tema
inicial y lo transforma, va virtualmente cruzada con dicho instrumento. Todos
los recursos son explotados en sus mayores posibilidades: la transformación
motívica, la aparición de desarrollos a partir de fragmentos, la fuerza
arrolladora del conjunto y la cohesión, dada en gran medida por el uso de los
intervalos del tema, una cohesión que nunca se pierde pese a la diversidad de
medios utilizada”.
El diálogo de la orquesta con el
instrumento solista es permanentemente estrecho, dado en pasajes siempre
rápidos, lo cual es indicador del grado de dificultad de la obra en ambas instancias:
el conjunto orquestal y el instrumento solista. Un ejemplo es el accelerando de la orquesta hacia el final en un pasaje
que combita la gran rapidez como la precisa intervención de todas las voces
instrumentales.
Fue un
digno broche de oro para un festival absolutamente logrado en el cual Nelson
Goerner demostró que es un pianista virtuoso en quien la técnica no prevalece
sobre lo estético y lo hizo con la integral de la obra concertística de uno de
los mayores compositores de la música.
Sergei Rachmaninov nació en Novgorod
el 20 de marzo de 1873 y murió en Los Ángeles el 28 de marzo de 1943. Vivió
gran parte de su vida en un exilio que lo marcó profundamente a él y a su
música y le dio el tono de fuerza y nostalgia que caracterizó su propia vida.
A ciento cincuenta años de su nacimiento y
ochenta de su muerte, gracias a intérpretes como los que animaron este
festival, celebramos su vida y su legado musical.
Eduardo Balestena
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