domingo, 27 de agosto de 2023

Concierto de la Orquesta Sinfónica Municipal y Coral Carmina


 


.Orquesta Sinfónica Municipal de Mar del Plata

.Director: Maestro Guillermo Becerra

.Coral Carmina

.Director: Maestro Horacio Lanci

.Solistas: Georgina Espósito, soprano; Facundo D. Marzán, barítono

.Teatro Colón, Mar del Plata, 26 de agosto, hora 20.

 

            La Orquesta Sinfónica Municipal  y el Coral Carmina de Mar del Plata, bajo la dirección del maestro Guillermo Becerra, ofrecieron un concierto íntegramente dedicado al repertorio francés, con obras de muy diferente naturaleza.

            La Fanfarria del ballet la Peri, de Paul Dukas (1865-1935), para cornos, trompetas, trombones y tuba abrió el programa. Aun en una formación reducida de metales es una pieza vibrante.

            La Suite nro. 1 de la Ópera Carmen de Georges Bizet  (1838-1875) siguió en el orden del programa. Los elementos musicales más representativos de la ópera se encuentran en esta suite que, paradójicamente, comienza con los oscuros acordes del final de la ópera. La Aragonesa del comienzo, luego de la introducción, destaca por el elemento percusivo y la bella continuidad en la melodía de las maderas, luego del solo inicial del oboe, de gran musicalidad. El Intermezzo, con el bellísimo solo de flauta, que descansa a su vez, como lo hace el de clarinete que lo sucede, en la intervención del arpa, requiere un suave fraseo de la cuerda en un sonido homogéneo y suave. En la Seguidilla el oboe lleva la línea del canto de la mezzosoprano en la ópera –que corresponde al segundo acto, donde Carmen se marcha a la taberna de Lillas Pastia-. Con un resultado más fluido en el ensayo general que en la sesión de concierto, hubo una lograda versión de esta suite, donde destacaron los solistas Alexis Nicolet (flauta), Aída Delfino (arpa), Mario Romano (clarinete) y Gerardo Gautín (fagot).

            El Preludio a la siesta de un fauno, de Claude Debussy (1862-1918), fue la siguiente obra;  inspirado en una égloga de Mallarmé y estrenado en 1894 es la primera gran partitura orquestal de Debussy. Se trata de un lenguaje nuevo que hace evidente su gran capacidad de concepción musical y talento de orquestador: enlaces de acordes, timbres  instrumentales aislados que sin embargo forman una trama sutil y diafanidad de la escritura son algunas de sus características. El calificativo de Impresionistas aplicado a tanto a Debussy como a Ravel, no resulta sin embargo del todo apto para una textura donde el centro es el sonido en sí y que es independiente de toda “impresión” que potencialmente puada producir. Ya el maestro Lanci señaló, en el programa de la serie “Un viaje al interior de la Música” dedicado al compositor, que el término impresionista le era aplicado muy a su pesar.

            Lo señalado busca dar un marco a una obra central del repertorio que, en este lenguaje, es de una gran dificultad técnica.

            La eficacia con la que fue abordada habla del trabajo llevado a cabo por la orquesta. El bellísimo solo inicial de la flauta (Alexis Nicolet)  –que, como alguien señaló, abre un mundo nuevo- es sucedido por un acorde maderas, cornos y arpa que establece el clima en el que discurre la obra, dentro de la dualidad de timbres que se suceden –flauta, arpa, clarinete, fagot- con el soporte de una base dada tanto por la cuerda como por otros timbres en un tejido muy preciso y cerrado en donde prevalece la claridad sonora.

            El Requiem opus 4 de Gabriel Fauré (1845-1924) –aunque no se aclara es probable que se tratara de la versión de 1900- fue interpretado en la segunda parte. Con el  Requiem Alemán de Brahms tiene el común la delicadeza, el sentimiento de paz superadora de todo aquello deparado por la vida y la belleza del sonido. A diferencia de  las restantes obras del género, elimina el Diaes Irae. Se trata del sentimiento de la vida y de la muerte y no de la ira de Dios. La vida es angustiante y  la llegada a la muerte es resignada y liberadora

            En el Introito y Kyrie las voces, tras el oscuro acorde inicial de las cuerdas, parecen surgir del silencio (“Requiem aeternam dona eis Domine”) hasta el primer crescendo del coro, casi sorpresivo e intenso (“et lux perpetua luceat eis”), que marca a la vez una constante, en la sensación de marcha que produce este número: la permanente gradación sonora, los cambios de intensidad y la sutileza de la relación con el tejido orquestal. El Ofertorio que sigue (“O Domine Jesu Christie, rex gloriae”) marca la primera intervención del barítono solista (“Hostias et preces tibi, Domine”). El coro vuelve a la estrofa inicial en una bellísima línea.

            Los expuestos son ejemplos un opus donde las voces tienes muchas inflexiones, todas sutiles y parecen llevarnos de la oscuridad y la angustia a la diafanidad y la esperanza. El Sanctus es un ejemplo, del mismo modo que el bellísimo Pie Jesu de la soprano solista (“Pie Jesu, Domine, dona eis requiem”) demanda un fraseo sutil y un timbre puro y cristalino.

            El Libera me, además de la extensa intervención del barítono solista (“Libera me, Domine, de norte aeterna”) marca una mayor intensidad en la intervención coral (“Dies illa, dies irae”)

            In Paradisum, (“In paradisum deducant angeli”)  último de los números, con la intervención inicial del órgano y la cuerda de sopranos en una tesitura pura, en la antesala de un registro agudo, evoca una sensación de redentora pureza, con la que termina la obra. Produce la sensación luminosa de que lo oído anteriormente lo fue como un camino de elevación hacia la luz.

            Con pasajes fugados de mucho compromiso, otros de pureza tímbrica y de detenimiento, El Requien de Fauré, basa su belleza en lo sutil. El Coral Camina trabajó durante mucho tiempo con esta obra. Lo hizo con cuidado y detenimiento bajo la dirección del maestro Lanci y de la maestra preparadora, Georgina Espósito, que conocen la obra profundamente. El coro plasmó esta concepción dada en los colores y gradaciones e intensidades cambiantes, siempre de un modo gradual y progresivo, que demanda un fraseo acabado.

            Facundo D. Marzán brindó a sus extensas intervenciones solistas su timbre delicado y un fraseo acorde a los requerimientos de sus pasajes: suave y gradual en los cambios.

            Georgina Espósito, además de su gran capacidad de preparadora es dueña de una voz delicada, cristalina y potente a la vez, que siempre administra a partir de un criterio estético apropiado a las obras que interpreta.

 

            Coda

En cuanto a la orquesta, acaso lo más importante es que, aun con personal contratado, ha logrado un sonido homogéneo –si bien perfectible- y podido interpretar obras que no solo requieren un orgánico amplio sino también un requerimiento técnico y estético importante, lo que habla de un grado de preparación que comienza a dar frutos, y que le permite abordar programas que vayan más allá del temprano clasicismo y de ciertas formas del romanticismo también temprano.

            La falta de programa de mano –que escenarios como el del CCK suplen con la información de prensa- es una carencia importante para la cual la remanida pandemia sigue siendo la justificación.  Ello impide, entre otras cosas, conocer los antecedentes de los organismos y los solistas. No sabemos por ejemplo, quien estaba a cargo del órgano, al cual tan importante intervención cabe en el requiem.

            Asimismo, hay maestros –como Christian Fernandez Larguía o Arturo Diemecke- que aclaraban previamente al público sobre que los aplausos deben ir al final y no en cada número o movimiento. En el caso de los Requiem el aplauso se estila luego del  silencioso momento de recogimiento que  una obra de esa naturaleza impone y no en cada número, lo cual rompe con el clima íntimo y sereno inherente a tal forma musical. Fue lo que sucedió en esta oportunidad.

            La Orquesta Sinfónica Municipal y el Coral Carmina han vuelto a actuar en conjunto, tal como lo hicieron en la primera presentación de la orquesta luego de diez meses de forzosa inactividad. Esperemos que ello signifique el comienzo de una nueva etapa. El elemento humano con el que se cuenta permite sobradamente que así sea.

                 

 

              

 

 

 

Eduardo Balestena