lunes, 8 de noviembre de 2010

Una fecha significativa




En su concierto del 6 de noviembre la Orquesta Sinfónica Municipal fue dirigida por el maestro Darío Domínguez, con la actuación solista de José Alberto Araujo en cello.
Fue interpretada la Obertura Coriolano, opus 62, de Beethoven (1770-1827) y luego el Concierto para violoncello y orquesta opus 129 de Robert Schumann (1810-1856). Por primea vez el violoncello es tratado a partir de un pensamiento musical no ceñido a una estructura sino a una libertad formal absolutamente nueva, y confiere una voz también nueva en una obra que sigue una idea circular de unidad, construida como está, a partir de pocos temas, vinculados entre sí, y que parece fluir como algo que es siempre renovado pero que a la vez gira sobre un eje, precisamente ese tema inicial que se despliega, expande y adopta nuevas formas. Al verlo interpretar se comprende que sigue el ideal del concierto opus 54, con un discurso siempre en arsis, un diálogo cerrado con una orquesta que interviene en casi en toda la obra en la parte fuerte de la acentuación, diálogo que plantea el problema del equilibrio sonoro con un instrumento solista que no sólo es exigido en el volumen sino en las arduas dificultades técnicas de abarcar registros extremos casi sin solución de continuidad. Formalmente, los aspectos de interés son muchos: como en la romanza del adagio (Etwas liebhafter) donde, con los violines en pizzicato, se produce un diálogo con el cello solista de la orquesta, que quizás sea uno de los momentos más bellos de la música de Schumann.
José Alberto Araujo (que parece sentir al cello y al escenario como su ámbito natural) es graduado en el Conservatorio de París con el primer premio y entre otros antecedentes, cuenta el de haber sido elegido por el maestro Lysy para estudiar en Suiza, formado, entre otros, por los maestros P. Wispelwey, Miklos Pereny, y S. Todoroff, fue elegido por Cristoph Escehenbach para integrar la orquesta de París en cuatro presentaciones. Con un particular cuidado en el timbre, en la profundidad del sonido de las partes lentas, evidenció la profundidad de una obra donde el aspecto virtuoso es uno de los componentes.
Como bis, hizo el final de la Sonata para cello solo de Zoltan Kodaly (1882-1967) donde se funden el sentido experimental en las formas con los temas del folklore centro europeo, en una obra extrema, de sonoridades percusivas, con pizzicatos en los que el cello evoca a instrumentos antiguos, en cuerdas frotadas, en momentos, sobre el puente, en una melodía parca, casi inexistente y un ritmo hondo y vital. Ante ello cabe la pregunta: ¿es el cello explorado hasta sus límites últimos, o por el contrario se trata de la revelación de que no existen esos límites? José Alberto Araujo tiene un dominio absoluto no sólo sobre la técnica sino sobre los matices y ha sabido ponerlo en obras donde ese virtuosismo es una necesidad pero no un fin.
Sinfonía nro. 6, opus 74, Patética, de Piotr Illich Tchaicovsky (1840-1893) “Patética”, señaló Horacio Lanci en su análisis de esta obra “es una denominación apropiada para esta música, que parece salida de un nevado paisaje de Dostoievski”. Obra programática, construida a partir de las cuatro notas iniciales que vuelven, bajo múltiples combinaciones, es tan formalmente novedosa como temáticamente rica. Fagotes y violas cantan el sombrío tema principal que, tras un desarrollo –un allegro a partir de las cuatro notas-, conduce al segundo tema, la desgarrada melodía en re mayor de los violines. El segundo tema, en el clarinete, será interrumpido por un violento fugato, hecho con las cuatro notas. Se trata de desarrollos complejos, que lo son por la trama: por ejemplo, el intrincado diseño de las intervenciones de las cuerdas en el scherzo, el cambio en las intensidades, la connotación subjetiva de la música, los solos, que siempre piden una sonoridad sensible o enfática. Fue interesante el trabajo de ensayo en la sección de las cuerdas de ese difícil pasaje del tercer movimiento.
El maestro Domínguez, de una extensa trayectoria, becado para realizar estudios en Suiza, que ha dirigido ópera, ballet y obras sinfónicas, en el país y en el exterior, trabajó un Tchaicovsky de relieves, por ejemplo en la sección de respuesta al segundo tema, más rápido que en otras versiones, en la clara marcación del allegro con gracia, o en la expresividad del adagio lamentoso en el cual la música simplemente se disgrega hacia un punto de no retorno, profundo, que concluye en los registros graves de las cuerdas y que al hacerlo deja una sensación de indescifrable profundidad. Antes de comenzar la obra señaló que era un momento especial para abordarla, ya que otro 6 de noviembre, de 1893, moría el compositor, a los nueve días de estrenar que está considerada como su creación más profunda.
Destacaron los solistas Gerardo Gautin (fagot) Mario Romano (clarinete), Federico Gidoni (flauta), Gennady Beydfeld (trompeta), la línea de trompas, la de metales y la percusión.



Eduardo Balestenahttp://www.d944musicasinfonica.blogspot.com/