lunes, 12 de octubre de 2009


El favor de los dioses
El su concierto del 20 de noviembre, la Orquesta Sinfónica Municipal, dirigida por el Maestro José María Ulla, contó con la actuación del cornista búlgaro Martcho Mavrov, la pianista Graciela Alías y el Coral Carmina.
Mozart
Martcho Mavrov abordó el rol solista en el concierto para trompa Nro. 4, en mi bemol mayor, K. 495 de Mozart.
El corno, como instrumento de viento, presenta particularidades y dificultades específicas, en cuanto a temperatura y condensación, al tiempo en que debe anticiparse la producción del flujo de aire, que tarda cruciales segundos en producir sonido, y a lo que su intervención puede extenderse. Es también decisiva la definición del sonido, en un instrumento con gran amplitud de armónicos. No es fácil destacar la nota, tampoco parecen serlo los pasajes rápidos, como las cadencias.
En contrapartida, entrega una sonoridad noble, heroica, de misteriosa distancia; pasajes como el comienzo de la primera sinfonía de Mahler, la Romántica de Brückner, o la segunda de Tchaycowsky, dan fe de ese papel insustituible. Martcho Mavrov es solista en la Filarmónica del Teatro Colón, e instrumentista de la Orquesta de Buenos Aires Lírica, donde ha intervenido en Ariadna en Naxos, de Richard Strauss. Supo obtener ese timbre clásico, refinado y expresivo, tanto en los pasajes más rápidos, como en el movimiento lento.
La Fantasía Coral de Beethoven
En un programa de la serie Un viaje al interior de la música, Graciela Alías hizo un análisis detallado tanto del pianismo beethoveniano, con sus recursos y etapas, del instrumento y su evolución y, puntualmente, de las exigencias de esta obra, estrenada en un extenso programa el 22 de diciembre de 1808, en el cual Beethoven improvisó la cadencia inicial.
El difícil pasaje –sin vinculación temática con el resto de la obra- es sucedido por la enunciación de un tema, con una absoluta correspondencia –armónica y en la duración: 16 compases divididos en dos secciones de ocho, divididas a su vez en dos de 4- con el de la novena sinfonía, que escribiría 16 años después. Luego vienen variaciones en las maderas y finalmente, el tema pasa a los solistas y al coro, con un recurso idéntico al de la novena sinfonía, donde la parte vocal es precedida del mismo tema, pero expuesto en forma instrumental.
Sin embargo es una obra no explicable por lo que es formalmente. La impresión que produce es profunda, extraña y distinta a otras: es dificultosa en la interpretación, todo debe ser preciso y sensible en el mismo grado, para que la unidad sea posible, por ejemplo en las variaciones de la flauta –Federico Gidoni-, el oboe –Paula Zavadivker y Andrea Porcel, y el clarinete –Mario Romano y Gustavo Asaro. Una de las variaciones es virtualmente un pasaje camarístico de las maderas, fagot incluido –Gerardo Gautin- cuya atmósfera contrasta con los pasajes en tutti, en orquesta y coro.
Quizás el gran aporte de Graciela Alías, además de su refinada técnica, sea el pensar e interpretar en términos esencialmente pianísticos, rescatar el lenguaje y los efectos del discurso beeethoveniano, con particularidades que le son profundamente conocidas, por ejemplo en el uso del cantabile, o de los pasajes de temperamento sucedidos por los delicadamente expresivos. Reivindica además a compositores que fueron pianistas –como Brahms y Beethoven- que expandieron el lenguaje del instrumento. En la interpretación en vivo se advierte lo expuesto y dificultoso por ejemplo de los solos de las maderas en dúo con el piano –flauta y oboes particularmente- mas la sensación fue de mucha solidez en un coro que conoce muy bien la obra, en orquesta y solistas.
Sinfonía nro. 1, en do mayor
En la segunda parte se interpretó la Primera sinfonía de Beethoven. Escrita en un lenguaje diferente –puramente clásico, brillante, de enorme claridad constructiva- parece corresponderse más a una obra que fluye, como las de Schubert, que a una sinfonía Beethoveniana, construidas por lo general a partir de temas y células. Sus exigencias interpretativas no son menores por ello. Lo vimos en el trabajo que se hizo sobre las intensidades sonoras de la cuerda, particularmente en el inicio del segundo movimiento. La indicación buscó darle un sesgo espontáneo, despreocupado, de pura musicalidad, con lo cual la obra adquirió relieve.
Coincide con el fragmento del texto de la fantasía: ·”Aceptad con serenidad, almas nobles, los dones del arte. Cuando el amor y la fuerza se unen, recupera a los hombres el favor de los dioses”. El favor de los dioses es ese sentimiento particular que nos atraviesa e invade cuando alguien es capaz, por mediación de la música, en este caso, de darnos esa armonía con el todo, que acaso habíamos perdido.


Eduardo Balestena

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