miércoles, 7 de octubre de 2009


El siempre renovado descubrimiento
En su concierto del 25 de septiembre, la Orquesta Sinfónica Municipal fue conducida, como director invitado, por el Maestro Carlos Vieu, y la actuación solista del concertino, Arón Kiemelmajer.
La flauta mágica, el concierto opus 64 de Mendelssohn
El programa se inició con la obertura de “La Flauta Mágica”, ópera estrenada el 30 de septiembre de 1791, algo más que dos meses antes de la muerte de Mozart.
El Concierto para violín y orquesta en mi menor, opus 64 de Mendelssohn fue sido interpretado por el violinista alemán Frank Preuss, con la Orquesta Sinfónica bajo la dirección del Maestro Washington Castro.
Luego de tocarlo en el ensayo general, Arón Kiemelmajer se refirió a la obra como una de las cinco más conocidas del género, señalando que abordarlo es competir con cientos de grabaciones e incursionar en algo que cualquier persona silba en el pasillo de un teatro, y no obstante los resultados del ensayo, el momento decisivo era el del propio concierto. Actitud humilde de un músico muy formado que ha hecho una amplia experiencia, sinfónica y camarística y mostrado resultados como el solo de una de las danzas del la suite Masquerade de Katchaturian. En el concierto el resultado fue aun mejor y pese a sus reservas pudo demostrar que su versión está a la altura de las mejores.
La obra fue escrita en 1844 a pedido de Ferdinand David, violinista a quien Paganini había dedicado el moto perpetuo. Ello de por sí da una idea de lo que supone interpretar este trabajo del autor de Sueño de una noche de verano. Nada que venga de Mendelssohn, un artista en todo el sentido de la palabra –además de un hombre extremadamente sensible y culto- parece sencillo: todo es inspirado y a la vez diáfano, todo es visible y dar con el sentido justo de su musicalidad, debe ser un desafío para el solista que debe trabajar entre lo virtuoso y lo expresivo sin perder ninguna de las dos cualidades, ya que hacerlo sería perder el espíritu de Mendelssohn. Todo parece fresco y compuesto sin dificultad, en una obra que el autor pensó mucho a lo largo de varios años y esta versión está a la altura de su historia.
De la Pequeña Rusia
En la segunda parte se interpretó la Sinfonía nro. 2, en do menor, op.17 de Tchaicovsky, denominada “De la Pequeña Rusia”, término que alude al modo como en la época de los zares se hacía referencia a Ucrania, de cuyo folklore proceden tres de los temas de la obra, que se mantuvieron luego en la versión corregida. Inicialmente compuesta en 1872 y estrenada en 1873, con gran éxito, fue sujeta a una profunda revisión entre diciembre de 1879 y enero de 1880, trabajo que le dio la forma en que la conocemos. Desde su primera sinfonía, Tchaicovsky tuvo un lenguaje lírico, complejo y renovador, que dio lugar a diferentes opiniones.
En efecto, es una obra imaginativa, rica, y a la vez festiva, liviana y luminosa. Recordamos interpretaciones –por la Orquesta Sinfónica Municipal- de la cuarta sinfonía, la quinta y la sexta. Si ello es exacto, significa también que se trata de una obra no abordada antes y si pensamos que el resultado se obtuvo luego de una semana de ensayos, ello resulta indicativo del estado de la orquesta, músicos de refuerzo incluidos, y del manejo que de la obra tiene el maestro Vieu (que lleva a cabo una exitosa carrera independiente, en el país y el exterior), que la ha interpretado con otros muy buenos organismos orquestales.
Desde el comienzo, con una introducción de los cornos, hasta la aparición del tema que se trabajará a lo largo del movimiento la obra se presenta e instala, soberana, ante nuestra percepción y todo lo ocupa. Sin ser descriptiva es evocativa del paisaje ruso, pero en su connotación más subjetiva, en esos arranques típicos de Tchaicovsky, a quien se imputó incapacidad de desarrollar temas. Lejos de ser así, se trata de un lenguaje propio y esta obra, poco frecuente en las salas de concierto, es un hallazgo, mas un hallazgo exigente que demanda todo de la orquesta ya que son muchas cosas muy diferentes las que componen su trama y si algo no es propio de ella, es la uniformidad. Recatar esta trama es la tarea del intérprete. El compromiso es continuo: en los cornos, la línea de metales, la percusión y la cuerda. . Ello y el aporte de un director capaz de llevar a la interpretación su personal carisma pudieron generar esa sensación de plenitud se produjo.
La Pequeña Rusia terminó siendo el gran espacio de un descubrimiento, siempre renovado


Eduardo Balestena

No hay comentarios:

Publicar un comentario