lunes, 5 de octubre de 2009


Obras de Astor Piazzolla
En su concierto del 29 de mayo, en el teatro Colón, la Orquesta Sinfónica Municipal, dirigida por su director titular, el Maestro José María Ulla, se presentó con la actuación solista de la cantante Nora Roca y del bandoneonista Horacio Romo, solistas de destacada actuación, nacional e internacional, en un programa íntegramente dedicado a obras de Astor Piazzolla (1921-1992).
Se interpretaron, en la primera parte Oblivion –con arreglos de César Inchausti-, Suite Punta del Este, para bandoneón solista y orquesta, Los Pájaros perdidos y La Muerte del Ángel (interpretada en 1980 bajo la dirección del maestro Washington Castro). En la segunda parte se escuchó La bicicleta blanca (voz y orquesta), Concierto Para bandoneón, orquesta de cuerdas y percusión, y Balada para un loco.
No cualquier cantante puede abordar páginas semejantes de un modo personal y con un aporte a la historia de dichas obras, que exigen un grado justo de compromiso y calidez. Nora Roca obtuvo el equilibrio preciso entre la informalidad que pide un género popular, y la profesionalidad que permitió expresar aquello que lo hizo instalarse en el gusto popular y descubrir su valor.
Horacio Romo abordó, con virtuosismo, obras también virtuosas en un instrumento sumamente complejo que domina absolutamente, tanto en frases que expresan la esencia de Piazzolla, como en los intrincados pasajes que abundan en su obra. La exigencia de justeza, fluidez, expresión, ilusión de simplicidad, no parecen fáciles de satisfacer. Los orígenes del bandoneón se remontan al siglo XVIII en que nace en Alemania como una especie de armonio que, fabricado por Vartagh Heinrich Band, hacia 1835 se hace portátil. Su taller Band Union, dio nombre a este difícil instrumento con sonoridades diferentes conforme se abre y cierra.
En los solos orquestales destacaron (entre otros) Arón Kiemelmajer (violín solista), Gustavo Flores (segundo violín solista), Andrea Porcel (oboe), Federico Gidoni (flauta), Mario Romano (clarinete) y Karina Morán (fagot), Aída Delfino (arpa), María Eugenia Guzmán (piano) y Enrique Maltz (cello solista)
El mundo de Piazzolla.
No es sencillo discernir el mundo de Piazzolla más allá de algunos lugares comunes, para adentrarnos en la búsqueda de su valor musical. En pos de estas claves, resulta de gran interés el punto de vista del Maestro Ulla, que ha interpretado obras de este repertorio fuera del país y a su vez escuchado interpretaciones foráneas.
Tanto aquellas con arreglo orquestal como las de bandoneón, aparecen como una continuidad entre el elemento formal, el dominio de lo camarístico (la exploración, a partir del fugato y de elementos contrapuntísticos que observamos tato en la Muerte de Ángel como en la Suite Punta del Este), y el tango, de forma tal que su música no es tal sin lo uno ni sin lo otro.
Nadia Boulanger (1887-1979), compositora, directora de orquesta y más que nada gran formadora de músicos (Aaron Copland entre ellos) con quien Piazzolla estudió en París a partir de 1954, le marcó este camino ante la disyuntiva de optar por formas mayores o explorar su propia estética.
Estos elementos se funden en una identidad musical que parte de una raíz que se desarrolla a partir de formas, en función de un discurso original que se vale de todos esos elementos sin agotarse en ninguno de ellos (y sin agotarlos), que sirve a una imaginación melódica también definida. En las obras del programa (no pensadas en términos de conjunto orquestal, al que llegan en arreglos posteriores), se advierte esta continuidad entre lo popular y lo tradicional, particularmente en las obras para bandoneón. La forma no puede sustituir a esos temas entrañablemente típicos de Piazzolla cuando ellos faltan. La textura no es pareja cuando la complejidad de la construcción y la cantidad de notas no pueden sustituir de por sí a los temas.
La música de Piazzolla, dice el Maestro Ulla, ha seguido las vicisitudes de su vida, y hay que rescatar ambas: la composición, la inspiración y el oficio de un músico extremadamente meticuloso (en su trabajo y en los ensayos) que dominaba un lenguaje camarístico y conocía exhaustivamente formas como el quinteto, alguien cuya relación con los restantes músicos no fue nada fácil. A juzgar por actitudes tales como componer para el mundial de fútbol de 1978, o sus opiniones xenófobas sobre la población parisina, entendemos estas contradicciones.
Sin embargo, destaca el maestro Ulla, Piazzolla es reconocible a los pocos compaces, don que comparte con Vivaldi, Mozart y Beethoven. De algún modo, como lo destaca la página que le es dedicada en todotango.com, siempre será ese personaje áspero y combativo que romperá todos los moldes y a quien reconoceremos al primer compás.


Eduardo Balestena:

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