sábado, 6 de marzo de 2010

La expansión de un lenguaje propio



La Orquesta Sinfónica Municipal fue dirigida por la maestra Lucía Zicos, en su concierto del 6 de junio en el Teatro Colón, que contó con la actuación solista de Gastón Frosio en corno.
El programa se inició con la Obertura Coriolano, de Ludwig van Beethoven (1770-1827). Prosiguió con el concierto para corno nro. 2 en mi bemol, de Mozart (1756-1791)
Gastón Frosio hizo su formación superior en Alemania. Integra la Orquesta Sinfónica de Salta, y en su actuación europea ha intervenido en obras como la octava sinfonía de Bruckner, bajo la dirección de Jordi Mora, y la 1ra sinfonía de Mahler, entre otras obras, con la Landes Musik de Berlín.
En el caso de Mozart, la intervención solista demanda algo diferente al papel habitual del corno en la orquesta, como primera medida al exigirle dulzura en el fraseo, rapidez en los pasajes, y el sostener ambos en un lenguaje de transparencia.
Sinfonía nro. 3 en mi bemol, opus 97 “Renana” de Robert Schumann (1810-1856)
Llegado a Düsseldorf como director musical, en 1850, y con el éxito de su primera sinfonía, Schumann escribió esta obra (subtitulada “La vida a orillas del Rin”) en escasas cinco semanas: lejos está en ella todo lo que habría de sobrevenir, en ese momento de afirmación y deslumbramiento, afirmación de su carrera, deslumbramiento ante Düsseldorf.
Se encuentra en ella su peculiar sentido del todo, de la a veces poco nítida diferenciación de los timbres –crepuscular, imprecisa- puesta en función de la melodía, y dentro de ella, de su fuerza. Al escucharla es imposible dejar de pensar el influjo sobre Brahms, de algún modo continuador de Schumann y Beethoven, y también sobre Mahler, con los elementos populares y pasajes de inmovilidad tan frecuentes en sus sinfonías.
El primer movimiento, Lebhaft, (vivace) un tema en compás de tres cuartos, sincopado, de gran encanto melódico pero de vigorosa fuerza rítmica, sostenida en gran medida por los trémolos de las cuerdas y el salto de cuarta con que comienza. Todo el desarrollo se vincula al tema inicial, que discurre en las distintas secciones. En rigor, no podríamos hablar de una reexposición, porque el tema siempre permanece, muta y varía en intensidades. Schumann genera su propia forma: el monotematismo no oscurece la sensación de descubrimiento.
El segundo, scherzo – Sehr mäsig es un tema danzante con variaciones. Violas, cellos y metales le confieren gravedad. Aquí se nota la especial armonía donde los timbres no tienen límites precisos y se difuminan. Hay pasajes contrapuntísticos utilizando el mismo tema en diferentes alturas, como si resonara, y el movimiento finaliza con una especie de disolución.
El cuarto movimiento Feierlich –Maestoso, merece una mención aparte: el compositor, impresionado por la ceremonia del obispo Johannes von Geissel, en la catedral de Colonia, trabaja sobre esas sonoridades solemnes, homenajes a la vez al barroco y al órgano. Es un desarrollo no extenso y disociado del sentido de progresión del resto de la obra, ya que hay algo estático en él, y en su detenimiento en los timbres, especialmente en como se fusionan.
Lucía Zicos ha sido directora asistente en el International Summer Festival en Hradec Kralove, en la República Checa, y trabajado mucho en óperas, en el país y en el extranjero.
En esta ocasión llegó al ensayo general con un Schumann muy pulido. Pudo apreciarse su tempo rápido, que marcó claramente en todo momento, y la cohesión y homogeneidad en pasajes tan comprometidos como los de la cuerda, por ejemplo en el primer movimiento y en el último, y la fusión con los metales: no puede abordarse esta obra sin la especial atención de su armonía y a la justeza. Schumann es a la vez cerebral en la sinfonía Renana, que no puede ser interpretada desde la sola técnica, y cuyo abordaje meramente técnico le quitaría su pathos romántico.
Hace años, en los programas que ilustraban los conciertos de la OSODRE, un director se refería a Schumann como un compositor que requiere del director la capacidad de trabajar sobre su orquestación. Parece cierto que en él nada se encuentra dado, que es necesario trabajar y descubrir, pero también lo es que la experiencia de escucharlo contiene la sensación de ese descubrimiento, y que es así como debe ser interpretado.
De algún modo remite a la propia palabra romántico, es decir, a la manera de los romanos, en la lengua vulgar (rommant), término que con el devenir del tiempo adquiere la significación de todo aquello sentido como quimérico o, más simplemente, lo subjetivo, el anhelo por el todo, el sentido de lo efímero y a la vez la necesidad de imprimir una huella. Todo eso parece estar presente aquí.


Sinfonía Renana, Filarmónica de Viena, dirig. por Leonard Bernstein

Eduardo Balestena
ebalestena@yahoo.com.ar

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