sábado, 6 de marzo de 2010

El brillo del contrapunto disonante


El maestro Pedro Ignacio Calderón, su director titular, condujo a la Orquesta Sinfónica Municipal en su concierto del 20 de junio en el Teatro Colón, en el que intervinieron como solistas la pianista Graciela Alías y la soprano Soledad de la Rosa.
La Obertura del Rapto del Serrallo, de Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791) abrió el programa, que siguió con el Chi´o mi scordi di te…amato bene, Recitativo y Aria para soprano, piano obligado y orquesta, K.505, de Mozart, escrita en 1786 para Nancy Storace, una diva de entonces, la parte del piano fue seguramente interpretada por el propio Mozart. Es muy rica en sus motivos. Exige un fraseo de mucha musicalidad y delicadeza en la soprano, acompañada con un piano que si bien en ningún momento la tapa, sí le marca esa ductilidad y belleza tan propias de la obra. Graciela Alías ha abordado numerosas obras de Mozart, como solista, o en el ciclo de cámara De Bach a Piazzolla y es una intérprete muy acorde a esa transparencia. Soledad de la Rosa ha tenido experiencia en Mozart, en una obra tan comprometida como Don Giovanni.
Sinfonía nro. 4 en sol mayor Gustav Mahler (1860-1911). Perteneciente quizás a la más rica etapa de sus sinfonías (de la primera a la quinta) plantea una estética nueva, propia del posromanticismo en la que se utilizan timbres puros en pequeñas agrupaciones de instrumentos solistas, en relación contrapuntística y muchas veces disonante; ideal que anticipa a Schoenberg o Webern.
Los materiales temáticos de Mahler provienen del ländler, del tono paródico, los sonidos del bosque y, en esta obra, de una alternancia entre esta disonancia “tensional” y pasajes inefables en las cuerdas. Su obra, además, se comunica entre sí.
Descipta por Alma Schindler (esposa del compositor, a quien éste exigió relegar su propia actividad compositiva) el primer movimiento (Bedächting- Micht eilen – Rech gemälich, como vemos, igual que en Bruckner, las referencias están hechas en alemán) describe los alrededores de Viena, en un modo evocativo además, a la manera de Hydn, pero con un lenguaje donde se alternan distintos pasajes de maderas y cuerdas, diferentes entre sí. Al concluir uno de sus desarrollos aparece en las trompetas la frase inicial de la quinta sinfonía (tan diferente en su concepción, pero con la cual hay varios vasos comunicantes). En este rico mosaico, donde se alternan núcleos temáticos, los instrumentos solistas o bien se destacan puntualmente, como los clarinetes, o bien forman, como el corno, una base armónica que verdaderamente cohesiona el discurso: ya sea cuando interviene con los cellos, o cuando confiere un tono especial, por ejemplo con los extensos glissandos que le son confiados, o el tono paródico. Estos recursos no le impiden, como sobre el final el movimiento, recurrir al contrapunto.
En el segundo (In gemächlicher bewenging) el motivo inspirador es un cuadro de Arnold Boecklein en el cual la muerte toca el violín al oído de un pintor. El concertino interpreta este solo en un segundo violín con otra afinación. El corno introduce el tema y se inicia una relación contrapuntística que atraviesa todo el movimiento, y que hace difícil la resolución de los distintos pasajes, por parte de instrumentos que tocan cosas muy distintas entre sí. Las cuerdas rompen el clima disonante. Los distintos pasajes confluyen en un tema recurrente de la cuerda (que nos sugiere estar ante una forma rondó). Esta dinámica sigue hasta la entrada del arpa y un glissando de las cuerdas, luego de la cual vuelve esta dialéctica.
El tercer movimiento (Ruhevoll) se inicia con una bellísima melodía en los cellos (que es de las creaciones más entrañables de Mahler) con el sostén de las violas. Luego de una primera exposición entran los segundos violines que prosiguen el desarrollo. Tras la intervención del oboe solista (que subraya este clima extático) hay una larga exposición en las cuerdas, con sutiles variaciones dinámicas dentro de un pianissimo.
Una intervención del corno, que conduce a un solo de oboe, inicia una primera variación en la que un motivo del adagieto de la quinta sinfonía, es la respuesta al motivo inicial. El propio movimiento es una serie de unas cuatro variaciones de distinto carácter en las que es recurrente el motivo del adagieto (dicho esto como una sola muestra de esta rica característica constructiva que sería extenso describir. No obstante, no todas las variaciones tienen la misma riqueza).
El cuarto (Sehr Behaglich) proviene de “La vida celestial”, uno de los lieder del cuerno mágico de la juventud (Das Knaiben Wunderhorn) , un bellísimo tema que amalgama a la orquesta con el canto, en un timbre instrumental de la voz.
La obra es muy exigente: en los solistas, que deben alternar varios instrumentos en distintos registros (clarinete bajo, clarinete requinto, en mi bemol, clarinete en si bemol y en la, oboe, corno inglés) en la precisión y en las dinámicas, justas y capaces de aportar el relieve sin el cual la obra no irradiaría su particular espíritu, hecho de la síntesis de estos elementos.
Pedro Ignacio Calderón obtuvo un Mahler que no tiene que envidiarle a las versiones referenciales. De ellas Sir John Barbirolli con la BBC Symphony Orquestra (1967) entregó una de las mejores, también es muy destacable la de Bernard Haitink con la del Concertgebow de Amsterdam, en un tempo más afín al de Calderón.
Destacaron especialmente José Garreffa (corno) Aron Kiemelmajer (violínes solistas) Mario Romano (Clarinete) Guillermo Devoto (oboe), Andrea Porcel (oboe/corno inglés) y Federico Gidoni (flauta).
Soledad de la Rosa afrontó las diferentes texturas, la mozartiana y la del canto profundo, hecho de detenimiento, del lied de Mahler que le significan dos desafíos: obtener esa expresividad y cantar dentro de la intervención orquestal.

Mahler Sinfonía Nro.4, Simon Rattle con la Orq. Juvenil de Gran Bretaña

Eduardo Balestena
ebalestena@yahoo.com.ar

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