martes, 29 de septiembre de 2009


El estilo como sensibilidad.
La Orquesta Sinfónica Municipal, dirigida por el maestro Carlos Alberto Vieu, contó en el concierto del 17 de diciembre con la actuación solista de la pianista rusa Oxana Mikhailoff.
En la primera parte se abordaron las Danzas Eslavas opus 46, nros. 1, en do mayor, 2, en mi menor y 8, en si bemol menor, de Antonin Dvorák. Es destacable el modo en que la Orquesta aborda a Dvorák en un todo vibrante y sin fisuras, rescatando la veta lírica del genial músico checo. Luego se interpretaron las variaciones sobre el Coral de San Antonio, opus 56a, importante obra de Johannes Brahms, estrenada el 2.XI.1873. Brahms tomó un tema atribuido a Hydn, y desarrolló ocho variaciones, divididas en dos partes y una coda donde se toman 5 de los 29 compases del tema original, trabajados como passacaglia –repetición de la frase en los bajos- técnica que utilizaría en su cuarta sinfonía. Toda la orquesta –especialmente maderas y cornos- destaca.
Rachamaninov
De Sergei Rachmaninov se han ejecutado en Mar del Plata el Concierto nro. I, -por Guillermo Zaragoza-, y el nro. 3 –por Bruno Gelber-. En esta oportunidad, el nro. 2, en do menor, opus 18, estrenado en versión integral el 27.X.1901 (el autor escribió y estrenó los dos últimos movimientos y posteriormente compuso el primero), fue interpretado por una pianista rusa nativa, originaria de una pequeña población cercana a Moscú.
Se trata de una personalidad impactante, con quien pudimos dialogar brevemente –en inglés, que habla como un hablante nativo, ya que vive en Estados Unidos desde hace siete años; también Rachmaninov, quien murió en California el 28 de marzo de 1943, vivió muchos años en ese país-. Paradójicamente, Oxana Mikhailoff, que se refirió a las extenuantes jornadas del concurso Martha Argerich, donde fue premiada, no asumió la experiencia de ejecutar al genial músico de Novgorod en el extranjero como un tema nacional, con lo cual lo que revindicó fue su pura técnica musical y valores compositivos. Dejó en claro que lo ejecuta como pianista, en otros conciertos y en obras para piano solo. La sensación al hablar con ella es la de que el valor del trabajo pianístico es un absoluto, y que su sensibilidad está hecha en la creencia y el dominio de este absoluto. Tiene una profunda claridad en sus ideas y su práctica de la música. Me recordó al escritor encarnado por John Gielgoud en “Providence”, quien señalaba que no se trataba de que su estilo no tuviera sensibilidad sino de que el estilo es la sensibilidad. Ya desde la ejercitación previa al ensayo –que resultó perfecto en todo el programa- , pudo advertirse la definición, el carácter y la fuerza del toque en los pasajes virtuosísticos, tanto como la suavidad y sensibilidad de los fragmentos lentos, en un sonido vibrante y personal. El piano Böesendorfer, con su sonoridad brillante, pareció una herramienta apta y probablemente en ello resida algo de las diferencias entre este toque y otros, frecuentes en la discografía.
Amalgama de temas.
La obra comienza con un tema del instrumento solista en piannisimo, luego tomado por violines y clarinetes y continuado en cellos. Es el inicio de una rica amalgama donde, tras el apogeo del primer tema, la orquesta calla y el piano enuncia el segundo. Este trabajo entre ambos temas, alternados en grupos instrumentales, en la cuerda y en el piano, en arpegios, en fragmentos lentos o en un papel percusivo, es propio de la estética posromántica. El segundo movimiento –en mi mayor- es un adagio al cual los contrastes entre ritmos binarios y ternarios confieren un carácter de vaguedad. Flauta y clarinete en solos de Federico Gidoni y Mario Romano- presentan un tema y se plantea una dialéctica entre las maderas y el instrumento solista, en intervenciones muy comprometidas. El final –allegro scherzando- discurre a partir de un motivo rítmico del piano hasta un tema presentado por violas y oboe, en lo que constituye una invención de gran originalidad. Los movimientos varían su tonalidad pero comienzan con un tema en la tonalidad del anterior. Estas referencias a la morfología de la obra lo son para connotar que las exigencias que implica para solista y orquesta, toman un amplio arco. Los resultados óptimos estuvieron –en la sesión de Concierto- en este movimiento en particular.
Resultados.
Oxana Mikhailoff se refirió a las condiciones en que se encuentra la orquesta y al hecho de que había sido sumamente grato trabajar con ella, así como con su director, a quien no conocía previamente y que evidenció manejar con gran solidez una obra densa, compleja y virtuosística.
A juzgar por los resultados, la amalgama no sólo residió en la escritura de Rachmaninov sino en este entendimiento capaz de corporizar el genio del autor y hacer que su música pareciera acabada de producir, a partir de los caminos de distintos intérpretes que, para utilizar una imagen de Virginia Woolf, pueden generar una chispa destinada no a rasgar el camino hacia la noche, sino a atravesar el velo de esa bien meditada y trabajada magia que es la música.
Eduardo Balestena

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