sábado, 26 de septiembre de 2009


Mozart, Schubert y Mendelssohn en excelentes versiones.
Se abordaron en el último concierto ofrecido por la Orquesta Sinfónica Municipal, bajo la dirección del experimentado Maestro Mario Perusso: la obertura de las Bodas de Fígaro de Mozart, la Sinfonía. nro, 8 en si menor, inconclusa de Schubert y la nro, 3, en la menor, escocesa de Mendelssohn.
En la interpretación de Mozart se rescató la espontaneidad e inventiva y el rigor que tiene la obra del genio de Salzburgo, en esta obertura de una Ópera de 1786 que abrió toda una discusión en torno a su tema.
En lo que hace a las sinfonías, se hizo perceptible en la inconclusa –escrita en 1824- el valor del trabajo sobre la expresividad, en particular de los fragmentos lentos. Se rescató plenamente la atmósfera enigmática de esta obra que comienza, inusualmente, con un tema en bajos y cellos que lleva a uno nuevo introducido por oboe y clarinete. El Maestro Perusso reivindicó –en diálogo, con partitura en mano- la pericia de Schubert como orquestador, y el hecho de que no es del todo justo que se lo valore mayormente por ser un genial músico de las pequeñas formas. La versión escuchada destaca ese aspecto de musicalidad en una obra que, más que inconclusa, es una sinfonía en dos movimientos y que, como tal, simplemente no participa del esquema formal de la época.
Por su parte, la sinfonía escocesa opus 56 mostró el doble carácter de su lirismo y el de ser en sí misma una pieza de relojería donde con el menor material se logra el mayor resultado. En este sentido, es dable destacar por una parte, las nítidas diferencias entre sus movimientos y por otra, que los solos siempre son comprometidos porque resultan dados dentro del rigor de este mecanismo en el cual no sólo el tiempo –que cambia en el curso de los movimientos- es esencial, sino el modo en que se alternan permanentemente las distintas secciones en temas atraviesan todo el tejido orquestal –el scherzo es el ejemplo más visible de ello-.
El maestro Perusso –que destacó la muy distinta concepción de estas dos sinfonías casi coetáneas, ya que la escocesa fue gestada en forma interrumpida entre 1829 y 1842-- señalaba la genialidad de Mendelsson como orquestador y que allí están las raíces de la orquesta moderna. El último movimiento, por ejemplo, introduce un segundo tema –un himno- en cellos y violas que lleva a una coda de gran vigor y expresividad.
Hay que destacar que la interpretación es muy exigente –máxime con los tiempos con que se trabajó- por una parte desde un punto de vista técnico, y por otra, por rescatar la expresividad y el permanente lirismo tanto como la precisión. En este sentido el maestro Perusso destacó las condiciones en que se encuentra la orquesta.
Es importante esta labor de rescate de Mendelssohn cuyas obras si bien son conocidas, no resultan del todo frecuentes en las salas de conciertos y que una orquesta pueda satisfacer exigencias tan distintas como las de este autor –a quien cabe el histórico mérito de redescubrir a Bach, hasta ese entonces olvidado- y otros como Dvorak o Beethoven cuyas obras forman parte del repertorio de la Orquesta Sinfónica.
Al saludar, el Maestro aplaudió a la orquesta y sentidamente enfatizó “Esta es su orquesta, cuídenla”. En este contexto no está demás recordar la película “Blowing the wind” (“Soplando al viento”) en la cual un pueblo británico diezmado por la desocupación cuida como una joya a su banda de música, para asumir que la cultura no es un lujo sino una estrategia de supervivencia.


Eduardo Balestena

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