domingo, 5 de junio de 2011

Orquesta Sinfónica de Mar del Plata y su temporada 2010/11



El año 2010 marcó el 62 aniversario de la Orquesta Sinfónica Municipal de Mar del Plata que ofreció su primer concierto, en el desaparecido Teatro Odeon, el 22 de noviembre de 1945 como un conjunto creado por la Asociación Gremial de Músicos, convertido en organismo municipal en 1948.

La experiencia de escucharla es inseparable para muchos de nosotros de las primeras impresiones con la música en vivo y del recuerdo de directores y solistas (nacionales y extranjeros) que escuchamos, y de lo que la orquesta involucra hoy en día: el programa municipal de música en los barrios, los conciertos didácticos, las formaciones –camarísticas o de música popular- desarrolladas por muchos de sus integrantes, el Campus Musical de la Armonía, que, impartido por el maestro Jordi Mora (quien condujo como director invitado la sinfónica en 2010) desde hace más de 20 años convoca a músicos de distintos países y en el cual se formaron y siguen formándose muchos miembros de la orquesta; y ámbitos como la Ópera de Mar del Plata; la gala Zurich; o la Orquesta Sinfónica de Olavarría, integrada por músicos locales, de la filarmónica de Buenos Aires y de nuestra sinfónica.

Directores, solistas, repertorio

La gestión de Washington Castro (1977 a 1984) significó la ampliación de la planta del organismo, la actuación de solistas como Narciso Yepes, Jaime Laredo, Paul Badura Skoda o Christine Walewska (entre muchos otros) y también proyectos como los concursos de jóvenes solistas, que abrieron el espacio para músicos que luego destacaron en distintos ámbitos, o los conciertos didácticos. Uno de los aspectos más relevantes quizás haya sido la orientación del repertorio hacia vanguardias del siglo XX (en algunos casos muy difíciles de hacer hoy): Prokofiev, Honegger, Shostakovich, Ravel.

Directores, solistas y repertorio son quizás las tres grandes variables de una orquesta sinfónica. Marcan la actitud entre estudiar y preparar obras nuevas o refugiarse en versiones standard de las de archivo; o la de contratar solistas conocidos; o explorar las potencialidades de otros. Pareciera no que se trata de optar por uno u otro camino, sino de saber encontrar en cada uno de ellos el mejor resultado musical posible. Solistas como Hugo Schuller, José Alberto Araujo y otros, hablan a las claras del talento de músicos muy jóvenes y de que en música la consagración es un criterio más en el conjunto de otros susceptibles de exploración e igualmente válidos: ese quizás sea uno de los legados mayores de Washington Castro.

Guillermo Becerra y Carlos Vieu, llevaron a cabo gestiones, al frente del organismo, que depararon experiencias como Concierto para Orquesta, Carmina Burana, de Orff –a cargo del maestro Becerra- o el Concierto para cello de Dvorak (por Eduardo Vasallo, en 2003) o la Cuarta Sinfonía de Bruckner, por mencionar ejemplos de obras cuya interpretación fue un desafío (ya sea por los recursos y por la mermada plantilla orgánica de la orquesta). Carlos Vieu ofreció además la Pastoral de verano y el Concierto campestre, de Washington Castro (en ocasión del 94 to. Cumpleaños del maestro, en julio de 2003).

Bajo la batuta de Pedro Ignacio Calderón fueron abordadas obras como la Metamorfosis para veintitrés instrumentos solistas, de Richard Strauss, la Sinfonía nro 4 de Mahler o la Sinfonía Fantástica, de Berlioz, con un grado de profundidad y detalle en la preparación que significó, en sí mismo, un enriquecimiento.

Temporada 2010/11

El ciclo de la maestra Susana Frangi significó por un lado el llamado a concurso de instrumentistas y la cobertura de cargos, con la consiguiente ampliación del número de solistas: de ser una orquesta de maderas y metales por dos, pasó a ser una de maderas y metales por tres (tres flautas, tres trompetas, etc), con la posibilidad de abordar obras nuevas con menos contrataciones de músicos de refuerzo; el curso de repertorio que impartió en el museo Castagnino significó poder preparar a cantantes como Andrea Nazarre, quien cantó, por primera vez en Mar del Plata, las Cuatro últimas canciones de Richard Strauss.

Fueron ofrecidas en primera audición –en Argentina y en Mar del Plata- trabajos como la Sinfonía sobre un tema de amor, de Nino Rota, o la suite de danzas de Il gatopardo –correspondientes a la famosa escena del baile de la película de Visconti-, o el Danzón nro 2 de Márquez.

Quizás una de las mayores contribuciones haya sido el de brindar espacio a solistas marplatenses. En el caso de Horacio Soria, un pianista que acompaña a formaciones corales en galas de ópera o en obras como el Stabat mater de Pergolesi, o Carmina Burana, por citar sólo dos ejemplos, interpretó el Concierto para piano de Washington Castro, una obra compleja en el uso de los diferentes valores rítmicos, de un valor musical evidente. También actuaron en ese rol solistas de la orquesta, como Pablo Albornoz (concertino suplente, miembro del Cuarteto de Cuerdas de la Universidad Nacional de Mar del Plata y formador del grupo Avalon Land); Baldomero Sánchez (viola); Gerardo Gautin (fagot); Mario Romano (clarinete), Aron Kemelmajer (concertino, co-creador del ciclo de cámara De Bach a Piazzolla). Se hicieron además obras como las Suites nros. 1 y 2 de antiguas danzas para laúd, de Ottorino Respighi, no interpretadas antes.

Susana Frangi, que además dirigió el Réquiem Mozart y un concierto dedicado a gran parte de Aída, con solistas de la ciudad, pudo aunar el criterio de la libertad en la elección de obras y solistas, con el de llevar adelante una plan de trabajo que significara, además de una gestión con recursos económicos genuinos, el compromiso y el trabajo con artistas de la ciudad.

La orquesta ha transitado por distintas épocas y gestiones. Quizás, además del resultado artístico, debamos reparar en la enseñanza de que cada circunstancia generas sus propios beneficios: en unos casos éste finca en el enriquecimiento que significa el contar con solistas y directores internacionalmente reconocidos, en otro el forzar la mirada hacia adentro, en la tarea de descubrir a aquellos que tienen un valor musical que aportar.

La propia música involucra esa enseñanza: la de ser algo que no se detiene y siempre fluye en pos de resolver un material o buscar un sonido nuevo, y también entraña la certeza de que aunque tras cada concierto hay una historia, también habrá siempre un espacio por descubrir.

Eduardo Balestena

http://www.d944musicasinfonica.blogspot.com



(artículo publicado en el nro. 127 de la revista Música Hoy

(la primera fotografía corresponde al primer concierto de la Orquesta de la Sociedad de Músicos, en el teatro Odeon, en 1945

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