lunes, 27 de junio de 2011

Un cambio del objetivo del arte musical



La orquesta Sinfónica Municipal se presentó, el 25 de junio, bajo la dirección del maestro Emir Saúl y con la actuación solista de Lucía Luque en violín.


Fue abordada la Pavana, de Gabriel Faure (1845-1924) músico de enorme refinamiento que abre en parte al camino a la estética posterior.


La violinista Lucía Luque abordó la Introducción y rondó caprichoso, de Saint Saëns (1835-1921); Meditación, de Thaïs de Massenet (1842-1912) y Fantasía para violín, op. 23, de Pablo de Sarasate (1844-1908). Mostró un dúctil fraseo, una bien lograda acentuación y un sonido muy trabajado (por ejemplo en el inicio de la Introducción y en Meditación), con una técnica puesta en función expresiva. Se manejó con una irregularidad en el tempo que dificultó el diálogo con la orquesta y los inconvenientes del final de la obra de Sarasate, más allá del dudoso buen gusto de las adaptaciones de fragmentos de ópera para violín, en un trabajo que no es de lo más representativo del músico vasco, ensombrecieron una buena actuación.


En la segunda parte fueron abordados el Preludio a la siesta de un fauno; la Petite Suite y Printemps, de Claude Debussy (1862-1918). Tanto el preludio como Printemps (1884, obra temprana escrita en oportunidad de recibir el Premio de Roma) constituyen creaciones representativas de una estética nueva, inspirada por el lenguaje wagneriano, en el caso de Printemps, y en reacción al germanismo wagneriano y al sistema tonal clásico en el otro. Buen gusto, delicadeza, introspección (señalaba Horacio Lanci en su programa dedicado a Debussy). Valiéndose de escalas pentatonales, exatonales, con arpegios en la misma escala, y una concepción novedosa en el encadenamiento de acordes (como el de quinta aumentada) hizo desplazar su funcionalidad dentro de un sistema y erigió a la música y al refinamiento auditivo como objetivos en sí mismos del hecho musical. Acordes y sonidos no cumplen la función de subrayar determinadas armonías sino que constituyen una finalidad. En Printemps, por ejemplo, la música no resuelve en consonancia y discurre en motivos que toman distintos instrumentos, en una modulación que recuerda al jazz, particularmente en el uso de ciertos timbres.


Se trata de obras muy complejas: por los diferentes valores de compases en las distintas secciones, por el refinamiento tímbrico, que implica que deba haber una afinación perfecta, por el equilibrio de sonoridades y por la modulación. De este modo, resultan difíciles para marcar, particularmente las entradas, en valores rítmicos distintos.


Hubo un sonido muy logrado, tanto en solistas como en la orquesta, en una dirección que reparó más en el todo que en la marcación de las intervenciones solistas.


Destacaron Federico Gidoni (flauta); Mariano Cañón (oboe); José Garreffa (corno); Gerardo Gautín (fagot); y Mario Romano (clarinete).


Es un hecho muy positivo que hayamos podido acceder a obras como el Preludio y Printemps.








Eduardo Balestena





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