lunes, 13 de junio de 2011

Un Mozart logrado









En su concierto del 11 de junio en el Teatro Colón, la Orquesta Sinfónica Municipal, dirigida por el maestro Emir Saúl contó con la actuación solista de Mariano Cañón (oboe); Gerardo Gautin (fagot); José Garreffa (corno) y Mario Romano (clarinete).
Sinfonía Concertante para oboe, clarinete, corno, fagot y orquesta, en mi b, K 297 (b) de Mozart. Aun lejos de la riqueza de sus obras mayores hay, en este concierto para grupo concertante y orquesta (que se conoce en otra versión con flauta), un trabajo de matices, de alternancia de la materia sonora, en los timbres y una altura en la construcción musical. El segundo movimiento, el bellísimo adagio, quizás lo mejor de la obra, es una verdadera obra de cámara ante cuya belleza el sonido orquestal parece retroceder, acompañar y subrayar. Mozart confiere el color al oboe y al clarinete y requiere del corno y el fagot la base armónica. No obstante se produce una alternancia en esas funciones que deja bien sentado que no hay roles secundarios: todos tiene exigencias comunes (expresividad, dulzura, precisión) y específicas (armonía, melodía). El andantino es en sí mismo un interesante planteo: a un tema inicial sucede una respuesta. El tema inicial será variado, alternativamente, por las voces solistas, separadas por la reiteración del segundo tema, invariado. Se trata de intervenciones rápidas, expresivas y exigidas. En este sentido, más allá de algunos inconvenientes puntuales, hubo un ajuste absoluto entre los solistas, y riqueza en los matices, con una orquesta en la que se cuidó el equilibro entre sonoridades rápidas pero suaves y el conjunto concertante.
Mariano Canón ha tenido una formación integral en dirección coral y educación musical antes de dedicarse al oboe como solista, participando además en seminarios de música antigua. La obra puso a prueba su técnica y la llevó a una función netamente expresiva. Mario Romano ha destacado como solista de la orquesta –por ejemplo en el exigente concierto nro. 2 de Weber y su sonido se caracteriza por la inflexión, el relieve y la justeza. José Garreffa, solista de extensa experiencia, entre otros organismos en la Filarmónica del Teatro Colón, y de participación en conjuntos de cámara, ha desarrollado un conocimiento del instrumento y del repertorio a un nivel en que lo ha interiorizado y todo lo hace sin esfuerzo, con un grado de dominio técnico asumido como algo natural. Gerardo Gautin, también ha tenido una intensa formación, como integrante de Orquestas (la de Salta; Juventudes Musicales o la Sinfónica) que abarca estudios en Amsterdam. Ellos forman parte, además, del Quinteto de Vientos de Mar del Plata, y pudieron asumir las diferentes exigencias de una obra que en cada movimiento plantea una exigencia diferente y fue evidente la preparación con la que llegaron a ella.
En la segunda parte fueron interpretadas dos números 1 y 2 de Rosamunde, música de escena para el drama de von Chézy, de Schubert, y la Sinfonía nro. 5 en si b. D.485, del mismo compositor. En el primer caso, con un sonido algo más formado en el concierto, respecto del ensayo general hubo una falta de homogeneidad en el diálogo entre la sección de maderas –siempre compacta, con calidez y musicalidad- respecto de una cuerda con un sonido algo áspero. Las sinfonías de Schubert de inspiración Mozartiana, como la nro. 5 no resultan fáciles: la belleza de la melodía está dada en una exigencia de suavidad y expresividad, particularmente en las cuerdas, que exigen un trabajo más profundo en el refinamiento de sonoridades siempre expuestas.
La separación de los violines, dispuestos los primeros a la izquierda del director y los segindos a la derecha, tal como se hizo en el concierto de Mozart para fagot, que interpretó Gerardo Gautin, fue un acierto acompañado por un trabajo en las dinámicas que permitió en todo momento, apreciar el trabajo del grupo concertante.

Eduardo Balestena
http://www.d944musicasinfonica.blogspot.com/

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