lunes, 30 de mayo de 2011

Esencia del romanticismo




La Orquesta Sinfónica Municipal fue dirigida en su concierto del 28 de mayo en el Teatro Colón por el maestro Guillermo Becerra, con la actuación solista de Marcos Tallarita en corno.
Fue abordada la Obertura del Empresario Teatral, el singspiel de Mozart,
y el Concierto nro. 2, K. 417, de Mozart; escrito en 1783 para Ignaz Lautreb, un cornista comerciante en quesos, Mozart anota en la partitura: “Adelante señor asno, ánimo, rápido…oh balido de ovejas…ahora respira un poco” y cosas semejantes. En la tercera exposición del tema, en el rondo final, los violines parecen reírse de las intervenciones del solista. La obra parece concebida como una suerte de divertimento. Las exigencias que debió afrontar Marcos Tallarita están en la especial dificultad del instrumento en los ataques netos, en las intervenciones sostenidas así como en el control sobre el tiempo que tarda el aire en convertirse en sonido. El corno del siglo XVIII era un instrumento muy diferente, sin llaves, más corto, que dependía de las distintas intensidades en el flujo de aire, de la afinación con la mano derecha en la campana y no es fácil adecuar ese modo de expresión al rango del instrumento actual.
Sinfonía Manfredo, opus 58 de Tchaicovsky.

El maestro Guillermo Becerra hizo un preciso comentario sobre esta sinfonía de programa, interpretada por primera vez en Mar del Plata, basada en el poema dramático de Lord Byron, que realmente guió la escucha en una obra tan poco frecuente como dificultosa, de gran riqueza en la formulación musical.
Escrita en 1885, entre la quinta y la sexta, utiliza elementos –como el leiv motiv, en el tema de Manfredo- que aparecen en las posteriores (la sinfonía del destino y la patética) pero con otras particularidades: la transformación motívica, el abandono de la melodía pura a favor de motivos, climas y permanentes cambios con una función narrativa definida, los constantes crescendos y diminuendos y la absoluta libertad formal.
Hay momentos realmente virtuosos, como en el segundo movimiento, donde las maderas plasman el fluir de una cascada, tras la cual Manfredo cree ver a su amada muerta, que alternan con el tema del personaje y entran en pugna. La orquesta se convierte en un mosaico donde luchan ambos temas, con todo lo que eso implica: el abandono de la textura homófona, la superposición de motivos, atmósferas, timbres y matices y la precisión de los elementos que plasman un clima.
En el cuarto movimiento, tras el clímax marcado por la muerte de Manfredo, con la intervención del órgano, la música prosigue con un sentido ascendente que recuerda el final de Muerte y Transfiguración, de Strauss: los elementos musicales son muchos y de distinta índole.
Requiere una orquesta con una masa de cuerdas proporcional a la presencia de metales. Hubo un Manfredo logrado, pese a este factor y a un fraseo que pudo ser más fluido en un primer movimiento de por sí muy cambiante. Es remarcable la precisión en los complejos acordes de las maderas en el segundo movimiento, y la armonía entre el clarinete bajo y los fagotes que marcan la presentación del tema de Manfredo, obra que encarna el idea romántico de la búsqueda de un imposible.
Guillermo Becerra es una presencia significativa en una orquesta cuyas posibilidades conoce y a la cual le procura desafíos que por sí mismos son importantes, como el Stabat Mater de Dvorak o esta obra tan demandante.
Podemos concebir a la interpretación musical en sus aspectos formales y que sea ella la que genere sentimientos, o postular al concierto como un clima, una experiencia intransferible. En este caso, ante una obra donde la intensidad subjetiva es tan fuerte, más que perfección formal pide un estado en el que podamos sentir lo que la música narra y formar parte de esa experiencia.
Miriam Fernández señalaba que antes de un concierto hay un momento en que se busca la abstracción de lo exterior y la entrada en un espacio distinto. Del mismo modo, Guillemo Becerra buscó esa actitud al señalar, antes del comienzo de cada movimiento, el latido que debe existir antes de que la música comience.
Posiblemente haya tantas obras como interpretaciones. Posiblemente las cosas pudieran salir mejor o peor. Lo cierto es que hay una capacidad de producir sensaciones, de captar colores y matices, la experiencia única habrá tenido lugar.
Destacaron: Ernesto Nucíforo (clarinete bajo); Gerardo Gautin (fagot); José Garreffa (corno); Federico Gidoni (flauta); Mariano Cañón (oboe); Mario Romano (clarinete), Aída Delfino (arpa) y la línea de metales.


Eduardo Balestena
http://www.d944musicasinfonica.blogspot.com/

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