domingo, 28 de febrero de 2010

Final del clacisismo y Romanticismo tardío


El concierto del 2 de junio de la Orquesta Sinfónica Municipal, contó con la dirección del maestro Guillermo Becerra, y la actuación como solista de Jorge Revello.
Beethoven
La obertura Leonora nro.3, fue la primera obra del programa. Como sus sinfonías, muestra ese carácter contrastante entre la concentración y la fuerza, y las intervenciones de las maderas, en bellos episodios que conducen al tutti del final.
Saint Saëns
Jorge Revello actuó como uno de los solistas en el ensamble Amadeus, en el concierto para dos cellos de Vivaldi, el jueves 31 de mayo.
Abordó en esta oportunidad (dos días después) el Concierto nro.1 para cello de Saint Saëns. Escrito en 1873, en pleno romanticismo tardío y madurez del compositor, entonces de 38 años. Está concebido en un largo movimiento, que lo asemeja más a una fantasía que a un concierto propiamente dicho.
A Saint Saëns se le objetó cierto academicismo, concepto que cuesta entender en un trabajo tan libre, expresivo y rico, donde la forma es relegada en pos de otras exploraciones, que tienen que ver con el carácter contrastante, el brillo melódico, y el diálogo permanente del instrumento solista, más que nada con los violines, que le aportan variaciones.
El desarrollo inicial, con la tajante frase en el cello, tomada luego por la flauta y luego trabajada por la orquesta, conduce a un segundo tema dulce y a una intervención de las maderas, para conducir a un nuevo pasaje rápido, con otro material temático, que discurre hacia un motivo danzante, que pareciera una variación sobre el tema anterior, y que introduce un cambio rítmico.
Jorge Revello, ha trabajado mucho esta obra, que no le depara puntos oscuros y que evidencia a un músico sólido, expresivo y muy conciente de los aspectos formales. Es paradójico pensar en aspectos formales de algo que transgrede la forma, sólo que al hacerlo, pide algo al intérprete, y es la fidelidad a esa idea de brillo y libertad.
Guillermo Becerra infundió a este concierto, el relieve que requiere, particularmente en la textura de las cuerdas, y en el fraseo de las maderas.
Brahms
Si las sesiones de concierto fueran como los ensayos y pudiéramos escuchar la obra con la voz del director guiándonos a través de ella en sus indicaciones, sería mucho más fácil entender al menos dos cosas: qué hace un buen director, y como se construye una gran obra, como la a Sinfonía nro. 2, en re mayor, opus 73 de Brahms, tan diferente, en su carácter amable, a las zonas penumbrosas de la primera, en do menor.
Confluyen aquí el conocimiento de Becerra del repertorio alemán, su carisma, el espíritu que es capaz de infundir, y la arquitectura de una obra al mismo tiempo cerebral, sensible y con recursos formales característicos.
El primer movimiento, construido en a forma sonata, muy libremente asumida, se inicia con un bello pasaje en los cornos (José Garreffa) del cual surgen motivos secundarios que producen la sensación de una serie de variaciones. El segundo tema, en los graves de las cuerdas, lleva a un nuevo solo del corno, que reaparece al final del movimiento, en un pasaje, hondo y extenso que, tras un motivo en las cuerdas, conduce al final. Esas polifonías brahmsianas, entre la flauta, el clarinete y el oboe, los cellos y violas, otorgan a su música ese carácter dulce y reflexivo.
En el adagio, en otra tonalidad (si mayor), el tema se plantea en un bello y extenso pasaje de los cellos. Un trabajado solo de corno, cambia la atmósfera inicial, hasta que un segundo tema aparece en las cuerdas. Pareciera que ambos temas van siendo modulados y variados en un rico desarrollo, para volver a la atmósfera inicial.
El tercer movimiento Allegretto gracioso está trabajado a partir de un tema de minuetto, enunciado por los oboes.
El cuarto, Allegro con spirito, es armado sobre dos temas. Brahms, que sorprende en los movimientos anteriores haciéndonos llegar, con el elemento inicial, a algo muy diferente, renuncia a esa idea aquí, para llevar a cabo este desarrollo con cierta sencillez y algo pautadamente.
Ubicado en el auge del germanismo wagneriano, Brahms fue tildado de reaccionario. No obstante, Arnold Schömberg advirtió su estética de modular, desde la tonalidad inicial, a regiones nuevas, y una estética que, de algún modo, antecede al contrapunto disonante de Bruckner, Mahler y Strauss.
Guillermo Becerra y la Sinfónica entregaron un Brahms preciso y trabajado, de quien sería bueno volver a escuchar obras sinfónico corales, como El Canto del destino, opus 54, o albergar la esperanza de escuchar alguna vez la Rapsodia para Contraalto, coro masculino y orquesta.



Eduardo Balestena
ebalestena@yahoo.com.ar

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