lunes, 18 de abril de 2011

La consolidación de un compositor




Dirigidos por el maestro Guillermo Becerra, la Orquesta Sinfónica Municipal, el Coral Carmina y los solistas Laura Pirruccio (contralto) Georgina Spósito (soprano), Norberto Fernández (tenor) y Guillermo Fertitta (bajo), interpretaron el Stabat Mater de Antonin Dvorak en la Catedral el 16 de abril; intervino en órgano, el maestro Horacio Soria.


Un punto de inflexión: en 1875, cuando comenzó a escribir su Stabat Mater, Dvorak había dejado su puesto de organista en la iglesia de San Adalberto para dedicarse a la composición. Acababa de perder a Josefa, su hija recién nacida y esa tragedia lo volcó al conocido poema del Franciscano Jacopone da Todi. Durante el proceso de composición murieron su hija Ruzena, y su primogénito Otokar –de tres años. Quizás esas circunstancias, el dolor y la madurez compositiva, hayan hecho del primer oratorio checo una música profunda y conmovedora, no enteramente religiosa ni enteramente profana, donde no sentimos que se imponga el dolor. No es comprensible que sea tan pocas veces abordada una obra de semejante hondura, musicalmente tan interesante y significativa en un compositor para quien la melodía fue siempre un sello inconfundible y que aquí –bajo la influencia de Bach y Haendel, en la escritura coral, tanto como de la música checa- se evidencia como múltiple, mucho más si pensamos en sus poemas sinfónicos u obras de cámara y si consideramos que es un trabajo de juventud.


El Stabat Mater es extremadamente exigente en los matices, que pasan de los oscuros tonos de las notas graves a momentos en que, como en el Réquiem Alemán de Brahms, voces y música se hacen etéreos. No es fácil poder apreciarlo en un ámbito como la catedral, donde los solistas no pueden calcular la proyección de la voz y donde la escucha se parcializa. No obstante eso, la música produce por sí misma una intensidad que hace del concierto una experiencia única.


El Coral Carmina, que vive una coyuntura difícil, conforme el comunicado que se leyó, y las adhesiones que fueron solicitadas para suscribir un petitorio, comenzó a trabajar en la obra hace un año.


En cuanto a los solistas, Laura Pirruccio intervino, entre otras obras, en el Stabat Mater de Pergolesi, con su voz que parece especialmente adecuada a la exigencia de esa inflexión de dolor y calma propia de obras que aunque no sean religiosas y se encuentren en última instancia en una función puramente musical, requieren una carga emotiva muy precisa. Georgina Spósito, que intervino en la selección de arias de Aída, dirigida por Susana Frangi, volvió a mostrar un timbre de gran musicalidad y un fraseo que se mantiene claro en todos los pasajes, dulce y dúctil al mismo tiempo. Partes como el cuarteto del numero 10 (Quando corpus moritur) con su compleja fuga y su impresionante crescendo, luego de las voces del cuarteto solista, con cuerdas de bajo y tenor igualmente efectivas son indicativas del esfuerzo más que nada en el coro, con los prolongados pasajes hacia los agudos que la obra demanda. Otro lugar de gran exigencia es el número 7, virgo virginum praeclara, en los matices y en la afinación que se requiere en la entrada de la orquesta. Demanda un esfuerzo, físico, técnico y de sensibilidad, en sus aproximadamente 90 minutos.


Es de esperar que podamos seguir escuchando al Carmina, que ha hecho obras muy importantes, aquí y en otros escenarios, como el del Teatro Colón de Buenos Aires, más que nada en esta obra, ya que el solo esfuerzo de armarla no debería agotarse en una sola audición, considerando además que se hace por primera vez.




Eduardo Balestena







Stabat Mater, Antonin Dvorak Czech Philarmonic Orchestra, dirig. por Václav Talich

No hay comentarios:

Publicar un comentario