martes, 31 de agosto de 2010

Paisajes sonoros




La Orquesta Sinfónica Municipal, dirigida por su directora titular, la maestra Susana Frangi se presentó en el Teatro Municipal Colón el 28 de agosto con la actuación, como solista en piano, de Horacio Soria.
El programa fue iniciado con la Obertura de El empresario teatral, de Mozart, (1756-1791) bella obra de apertura del singe-spiel de 1786.
Concierto para piano, de Washington Castro (1909-2004)
Fue escrito en 1960 a pedido de Jorge Fontenla y estrenado bajo la dirección del autor en el Teatro Colón de Buenos Aires en 1967. Señala Ana María Mondolo en la página Música Clásica Argentina que la obra adhiere a las formas tradicionales, presentado el primer movimiento como una forma sonata, el segundo “se acerca a una sarabanda dentro de un esquema ternario reexpositivo” y que el tercero se basa en un solo tema con variantes rítmicas”. El comentario crítico de La Prensa (19.VII.67) destacaba los “cambiantes acentos” en una orquestación sutil, fina y transparente.
Es una obra que no ahorra dificultades, articulada en el primer movimiento por varios motivos que abarcan diálogos entre las distintas secciones y el instrumento solista, que trabaja sobre sonoridades enérgicas y percusivas. Este esquema cambiante de motivos implica que no es la claridad melódica lo que guía a las intervenciones instrumentales. Ello habla de las dificultades interpretativas de una música que acumula una tensión que sólo alcanza a resolverse parcialmente en los pasajes lentos. Parquedad melódica, intensidad, permanente diálogo en toda la orquesta, gérmenes de ideas que mutan en otras, marcan las intervenciones de un piano nunca aislado.
En el Andante, el piano enuncia el motivo que luego será tomado por la orquesta y por el propio instrumento solista. El motivo se abre hacia los distintos timbres y, en lo que es el único momento relajado de la obra, se produce un bello pasaje camarístico, particularmente en el diálogo con el clarinete y el corno.
El último movimiento, Allegro, es el más difícil por el permanente cambio rítmico que implica, por ejemplo, que los instrumentistas que no intervienen deban contar los compases en valores que varían a lo largo de la extensión de la espera, lo cual dificulta además el trabajo de dirección, ya que todas las intervenciones deben ser claras y precisas en un discurso donde ninguna nota puede caer fuera de su lugar. Exige la aptitud de poder dominar la cuenta y dejar fluir un material danzante. Timbres puros y pasajes como el fugato que se inicia en cellos y pasa a violas y violines son elementos de un trabajo que denota gran conocimiento de una orquesta siempre exigida que, en este caso, llegó a la sesión de concierto con cuatro ensayos, luego del fin del receso invernal, lo que habla del esfuerzo en hacer esta obra.
El concierto, así oído, no depara sólo formas y timbres netos sino climas y paisajes sonoros. Horacio Soria lo tocó por primera vez en 2001, con la sinfónica dirigida por el Maestro Carlos Vieu. Desde entonces, ha acumulado una gran experiencia en distintos géneros: acompaña habitualmente a cantantes líricos (tanto en Opera de Mar del Plata, de la cual es pianista estable, como en recitales) e interpreta obras tan diferentes como la Misa para tiempos de Guerra de Hydn, la Sinfonía con Órgano de Saint Saëns, y géneros como el jazz y el tango (que llegó a hacer en Suiza, con el guitarrista Julio Azcano). Es destacable que en la oportunidad de intervenir como solista con orquesta haya elegido esta obra, árida, compleja y poco frecuente, de valores musicales indudables, cuyo abordaje es un compromiso ya que exige mucho del conjunto y de las intervenciones solistas, siempre muy exigentes: son muchas notas, muy intensas, muy precisas con una exactitud que depende de lo que suceda a su vez en la orquesta.
En la segunda parte fue interpretada la Obertura para una comedia infantil, de Luís Gianneo (1897- 1968), pieza escrita en 1937 por este miembro del grupo Renovación, en el cual militó Washington Castro, de corte neoclásico, netamente camarística, para un conjunto de unos trece instrumentos: maderas, metales y percusión, que trabaja sobre un tema popular.
En lo que fue un acertado balance, el programa concluyó con la Obertura de las Alegres Comadres de Windsor, de Otto Nicolai (1810-1849), y la de la opereta El murciélago, de Johann Strauss (1825-1899).
Destacaron los solistas José Garreffa (corno), Mario Romano (clarinete) , Gerardo Gautin (fagot), Federico Gidoni (flauta) , José Bondi, trompeta, y Guillermo Devoto (oboe)
La música implica una dosis de desafío: en los compositores el de buscar en diferentes estáticas, como en este caso el neoclacisismo, con su claridad y su complejidad formal, en los solistas por atreverse a descongelar un modo de audición, y en el público por ampliar un hábito estético en la aventura de buscar sonidos e ideas diferentes.





Eduardo Balestena
http://www.d944musicasinfonica.blogspot.com/

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