martes, 7 de septiembre de 2010

Willy Wullich




Luego del concierto del sábado vimos a Willy Wullich. No sabíamos que sería la última vez. El lunes fue a la Fonte. Estaba por empezar un espectáculo. Fue igual que siempre, pero nunca volvió, o como dice Susi Scandali, sí volvió. Escribí el texto que sigue ese martes, luego de volver del Colón, que estaba lleno no de música, sino de flores y de tristeza








Willy:
Ya no está Willy en la puerta del Colón. Ya no lo encontraremos yendo o viniendo de la Fonte, o caminando desde el Centro Cultural hacia el Teatro.
Era impensable, pero sucedió.
El teatro fue una morada, muchos fuimos amigos habituales y los que venían de afuera eran invitados (no simplemente el público sino eso, invitados) a quienes, juntando las manos a la altura de las yemas de los dedos y moviéndolas de arriba abajo invitaba a apagar sus celulares “por favor, que a veces quedan en el fondo de la cartera de alguna señora, no sea que suenen con música de Rodrigo en el momento en que el violín está haciendo una melodía exquisita.”
El teatro, al que convirtió en una casa que nunca duerme, fue no una elección sino un destino que abarcó vida, pasión y muerte. Lo defendió frente a esos “espectáculos” que solía calificar con un término bastante irreproducible y planteó al Colón como algo que nos concierne a todos, de un modo o de otro.
El consuelo de que no se retiró, sino que salió de escena mientras duraba el encanto de la obra, su misterio y el aplauso, no es suficiente ante esa sensación de que sin él, aunque seamos muchos, vamos a estar solos; que habrá de venir otra cosa que, necesariamente, no podrá ocupar su lugar, y que hemos perdido algo, entrañable y hondo que nos da una única certeza: la de que, por intensa que sea, la vida es algo que se desvanece con las primeras horas del alba de un día que puede ser cualquier día.
Alguna vez dijo “como Gardel, voy a morir en Colombia” (en alusión a que antes La Fonte era el Café Colombia).
Quizás, después de todo, ante lo inevitable, éste haya sido un destino que él hubiera podido o hubiera deseado elegir.

Eduardo Balestena

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