miércoles, 6 de enero de 2010

El siglo musical (centenario del nacimiento de Washington Castro)


El siglo musical (centenario del nacimiento de Washington Castro)

“La música no nos espera, pero siempre nos recibe. Esa es la diferencia con todo lo demás.
Más allá, en su palco ya estaba Washington Castro, que había nacido sólo un año después de la muerte de Rimsky, tan enorme era el abismo entre su mundo y el nuestro, pensaba ella, y él le dijo que el amor es esa promesa que se renueva con un relato, como la música”.
(Amores de lejos, Cap. III, “El mar y el barco de Simbad. El amor, cuentos noches”)

Washington Castro nació el 13 de julio de 1909 en la calle Tucumán 1511, en Buenos Aires. Fue hijo de Juan José Castro, músico y luthier, proveniente de una familia protestante. De él heredó la fascinación por el cello. Su madre, Luisa Podestá, falleció a los 38 años, dejando cinco hijos, cuando Washington tenía cinco años.
Juan José Castro fue cellista en teatros de zarzuela, y trabajaba además como copista. Posteriormente montó su taller de luthier, con herramientas fabricadas por él mismo, en Tucumán 1657.
Su hijo mayor, Juan José (1895-1968, compositor, violinista, pianista luego sería uno de los directores de orquesta más reconocidos, formado en Europa, y que, tras el forzado exilio en la primera presidencia peronista, dirigió las orquestas más importantes de Europa y ganó la admiración de compositores como Stravinsky y Honegger), vivía en París desde 1919, y tocaba el violín en restaurantes. Su padre se trasladó allí con Washington y su hermano Rodolfo e instaló, exitosamente, su taller de luthier. Washington tomo clases en París con el renombrado violoncellista Maurice Marechal (Dijon, 1892-1964). Sin embargo, en un invierno muy crudo, su padre enfermó gravemente de gripe y una vez repuesto, temiendo por su salud, decidió volver a Buenos Aires. Muchos de aquellos músicos europeos lo seguirían a su taller de la calle Tucumán.
Su padre lo guió en el aprendizaje del cello, haciéndole observaciones desde su taller, y más que nada lo marcó en su rectitud, su ascetismo, la lectura y la autoexigencia.
Años de formación
Washington Castro recibió su educación especialmente de sus hermanos, Luís Arnaldo, y clases de cello de José María (1892-1964, compositor, violoncellista, docente y director de orquesta), que prosiguió luego con Alberto Schiuma, solista de la Orquesta Sinfónica del Teatro Colón, y uno de los docentes más reconocidos, maestro de destacados músicos, como Aurora Nátola de Ginastera.
Su primer empleo como músico profesional fue en 1926, a los diecisiete años, tocando en confiterías, como la Richmond, lo cual, junto con trabajos en servicios religiosos, le exigía tocar sin ensayos, leyendo a primera vista. En 1928 comenzó a trabajar en el cine Princesa, acompañando a las películas mudas. Era un trabajo estable, exigente y bien remunerado que concluyó con el advenimiento del cine sonoro. Lo obligaba a leer música en condiciones difíciles, y a abordar distintos géneros en el instrumento. Llegado el momento, pudo tocar de memoria y ello le permitió mirar las películas mientras lo hacía.
Su debut en un organismo orquestal fue también en 1926 en la Orquesta de la Asociación del Profesorado Orquestal (APO) que llegaría dirigir, seleccionado por concurso. Actuaron en ella numerosos directores extranjeros. Juan José y José María Castro fueron, respectivamente, solistas de violín y cello y Washington era uno de los diez cellistas de la orquesta. Fue dirigido, entre otros, por Ernest Ansermet y Ludwig Furtwängler
El fin del trabajo en el cine mudo fue coetáneo con el advenimiento de la radio como medio masivo de comunicación. En las radios de formaron orquestas muy reconocidas, como la de Radio Splendid, la primera orquesta a la que ingresó profesionalmente Washington Castro. Era una suerte de calificada agrupación de cámara.
En forma paralela, integró organismos de cámara. Pablo Casals se interesó en él y propuso tomarlo como alumno, propósito que se frustró al estallar la guerra civil española.
Pasó luego a la Orquesta de Radio El Mundo, dirigida por Juan José Castro, que llegó a ser una de las mejores agrupaciones de Buenos Aires.
La primera orquesta que dirigió fue la de Radio Belgrano ya que su titular, el maestro Kumok, no ejercía tal función durante todo el año. Fue en esa orquesta que conoció al gran director uruguayo Lamberto Baldi (1875-1979), quien fue contratado luego como director de la Orquesta Sinfónica Municipal (que posteriormente sería la Filarmónica de Buenos Aires). En ese carácter lo convocó como solista en cello y luego como director asistente. La primera obra que le dio una mañana, para ensayar por la tarde, fue la Danza de Salomé, de Richard Strauss, difícil partitura que no conocía pero que pudo preparar muy bien, no sin gran esfuerzo.
Fue con esta orquesta que dio su primer concierto sinfónico, en el Teatro Auditórium de Mar del Plata, el 20 de febrero de 1947, con una sinfonía de Johann Christian Bach, la Obertura para una Ópera Cómica, de José María Castro, el Preludio del Tercer Acto de Los Maestros Cantores, de Wagner, e Introducción y Cortejo de la Ópera El Gallo de Oro, de Rimsky Korsakov.
En 1948, por problemas del Maestro Baldi con las autoridades municipales, Washington Castro, que dirigía los ensayos de la exigente Historia de un Soldado, de Stravinsky, se hizo cargo, exitosamente de la dirección del ballet, en lo que fue su estreno en Buenos Aires.
Stravinsky fue uno de sus músicos más admirados, por la innovación, por la necesidad de no repetirse, por esa eterna búsqueda que demandó la ruptura de hábitos sonoros.
Fueron muchas las obras que abordó con esta orquesta, con distintos solistas nacionales e internacionales. Con ella estrenó, en 1950, su Concierto Campestre, interpretado en Mar del Plata por la Orquesta Sinfónica Municipal, bajo la dirección del Maestro Carlos Vieu, en julio de 2003, en un concierto homenaje.
No es un dato menor que, además de sus hermanos, músicos como Lambero Baldi, Pablo Casals (quien redescubrió y revalorizó el cello como instrumento solista en el siglo XX) u Honorio Siccardi, se hayan interesado en Washington Castro.
El ejercicio como director titular
En 1956 fue formada la Orquesta Sinfónica de Santa Fe. Sus miembros, elegidos por concurso provenían de Santa Fe, Rosario y Paraná. Fue el primer organismo del cual Washington Castro fue titular, durante siete años, para pasar luego a serlo de la orquesta Sinfónica de Córdoba, y regresar posteriormente a la de Santa Fe, cuyo nivel había bajado, y reorganizarla, hasta ser convocado para dirigir la Sinfónica de Mar del Plata, a la que también reorganizó, y con la cual abordó un extenso repertorio.
En ese lapso (1956 a 1977) dirigió numerosas orquestas en todo el país.
De principios de los años setenta es su gira europea como cellista, junto a Alicia Hardoy en piano.
Inauguró la modalidad de los conciertos didácticos, implementó el concurso de jóvenes solistas, e hizo un estándar el repertorio de obras que hoy muy difícilmente son interpretadas, como La suite del Teniente Kije, de Prokoffiev, o Un Americano en París de Gershwin.
Permaneció al frente de la sinfónica hasta 1984, en que Andrea Porcel lo despidió con unas sentidas palabras, luego de terminar la Obertura Fantasía Romeo y Julieta de Tchaicovsky.
La música de cámara y la composición
Washington Castro perteneció al “Grupo Renovación”, formado en 1929 por músicos como Gilardo Gilardi, sus hermanos Juan José y José María, Luís Gianneo, Honorio Sicardi (de quien fue alumno), y otros.
El grupo estaba dedicado a la difusión de música argentina de vanguardia.
Una de sus primeras obras importantes fue una sonata para clarinete y piano, escrita debido a su amistad con Filoctetes Martorella, renombrado clarinetista, uno de los fundadores del Conservatorio Julián Aguirre.
En 1941 escribió “Cuatro piezas para piano sobre motivos infantiles”, motivos provenientes de las canciones que cantaba a su hija Graciela Esther, fallecida a los tres años y medio.
También fue miembro del Cuarteto Haydn, cuyo primer violín era Eduardo Acedo, concertino de la Sinfónica Nacional. Con esa agrupación estrenó su “Cuarteto en Fa”, que obtuvo el primer premio Municipal en música de cámara en 1946.
También con el Cuarteto Haydn estrenó un cuarteto escrito sobre la base de canciones marineras inglesas.
La página Música Clásica Argentina ha hecho una prolija recopilación de la extensa obra compositiva de Washington Castro, con un análisis de los distintos lenguajes y géneros que abordó, años de publicación de sus obras y comentarios tan calificados como los de Silvano Picci.
En la temática religiosa abordó distintas creaciones, como los Comentarios Sinfónicos sobre la Pasión de nuestro Señor, para barítono y orquesta, estrenada en Radio Nacional, en 1956, Cantata para la bienaventuranza, Salmo 23, y el Salmo 150 (1981), interpretado por el Coral Carmina bajo la dirección del Maestro Horacio Lanci, cuyo trabajo mereció el reconocimiento del autor.
En otras obras, como la suite sinfónica “Cuadros de Picasso”, incluyó elementos de la plástica. Escribió para el Quinteto de Vientos, del cual fue inspirador.
Uno de sus estímulos fue el tango, así como lo fueron otros ritmos bailables, como el vals. Escribió Tangos para violoncello y contrabajo (alguna vez difundidos en Radio Concierto) y Rapsodia en Ritmo de Tango.
Sin embargo su obra es mucho más extensa.
Mundos
En esta breve enumeración podemos percibir, sin embargo, las constantes de Washington Castro, que vivió en un siglo de efervescencia musical: el interés por la vanguardia, el músico hecho a sí mismo a partir de su esfuerzo, la sencillez, el renunciamiento a todo lo que fuera para sí, la música como fin en sí mismo, como sistema de vida, como meta y como aire que se respira.
En la función pública, esos ideales son algo vigente, y no podemos evitar el pensar que son ideales que provienen de otro mundo, de otro siglo, y que quienes los encarnan hoy es a costa de luchar por ellos.
Ante determinadas personas no podemos dejar de pensar que es un mundo el que se va con ellos. Esta sensación no proviene de que en el pasado todo hubiera podido ser más sencillo o más directo, sino de que con ellos se va una actitud cada vez más difícil de encontrar, que ellos en sí mismos han significado acaso lo mejor de ese mundo: el esfuerzo, la postura vanguardista, la humildad.
Quizás ese sea uno de los legados más perdurables del hombre que con esa desusada caballerosidad, condensó en sí mismo una actitud ante la vida y el arte.

(artículo publicado en julio de 2009)



Eduardo Balestena
ebalestena@yahoo.com.ar

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