domingo, 18 de octubre de 2015

Romeo y Julieta, de Prokofiev, despedida de Paloma Herrera en el Teatro Colón


.Romeo y Julieta, ballet en tres actos
.Música: Sergei Prokofiev
.Coreografía: Maximiliano Guerra
.Dirección musical: Emmanuel Siffert
.Elenco: Julieta, Paloma Herrera; Romeo, Gonzalo García; Teobaldo, Vagram Ambartsounian; Mercurio, Nahuel Prozzi; Benvoglio, Martín Vedia y elenco 
.Orquesta Filarmónica de Buenos Aires; Ballet Estable del Teatro Colón de Buenos Aires; alumnos del Instituto Superior de Arte.
.Escenografía: Adriana Maestri, Daniel Freijo
.Iluminación: Rubén Conde.
.Teatro Colón de Buenos Aires, 15 de octubre, hora 20.

 
Resulta significativo que la despedida de los escenarios de Paloma Herrera se produzca en el Teatro Colón, de cuyo Instituto Superior de Arte egresó con las más altas calificaciones, en una serie de funciones con el ballet estable y alumnos del ISA que dieron por resultado una lograda versión de la gran obra de Prokofiev.
La Orquesta filarmónica y la dirección musical
El nutrido dispositivo orquestal que lleva la partitura motivó la ubicación, en los palcos situados casi sobre el escenario, de la celesta (en de la izquierda) del xilófono; bombo, platillos y triángulo (en el de la derecha). En el foso, era posible apreciar que el instrumental llegaba hasta los accesos del lugar.
Hay dos elementos centrales: la complejidad del discurso musical en sí mismo –más apreciable aun en el ballet completo que en las suites- y la correspondencia de los elementos musicales con acciones concretas en el escenario (por ejemplo el tajante acorde de la cuerda ante la muerte de Mercurio (Acto II, escena tercera). Ambos son indicadores de los requerimientos de la dirección.
Prokofiev se vale de motivos y de cambios que conforman una textura donde esos motivos, no necesariamente identificados con una situación o un personaje, se superponen a otros, son tratados armónicamente de diversas maneras, cambian de intensidad o de valores de compás permanentemente. Las voces instrumentales son puras y destacadas en determinados elementos y tejen una base armónica en la combinación de diversos timbres en otros.
Desde la inmejorable ubicación de la cuarta fila de la platea pude apreciar el trabajo del director, visible a muy poca distancia. Marcaba claramente tempo, entradas y dinámicas de las cuerdas –la música no sólo contribuye a narrar sino que produce climas, ya sutiles, ya intensos y terminan de significar lo que el gesto en el escenario enuncia- y de maderas y metales, cuya polifonías en pasajes como el de la muerte de Teobaldo (acto II, escena tres), son tan bellas como complejas. Los cambios de compás eran anunciados por cambios en la marcación (a dos, a tres) y si bien las indicaciones no estaban dirigidas puntualmente a los instrumentos situados en los palcos los músicos se guiaban por los cambios de marcación o por la posición (arriba/abajo) en la referida marcación, o bien atendiendo a los movimientos de los bailarines, lo que es indicador de la precisión del director y de cómo ésta tenía un correlato en situaciones concretas.
En lo crucial de las entradas, matices y permanentes intervenciones, particularmente de la percusión podemos tener una idea del nivel de preparación de músicos cuya referencia continuamente cambiaba: por momentos entraban con pasajes de la cuerda y por momentos de los metales, siempre vinculados a situaciones producidas en el escenario y a las indicaciones de director.
Una versión expresiva, precisa, aunque sin arrebatos ni cambios de tempo en momentos en que ello hubiera implicado un mayor relieve, el trabajo de la filarmónica fue absolutamente logrado. Respondió a las múltiples exigencias de una obra exigente desde todo punto de vista, de matices muy sutiles, de gran energía y de un entramado virtuoso. 
            Emmanuel Siffert, nacido en Suiza ha sido titular de Ópera de Cámara Europea de Londres; de la Orquesta de Cámara Suiza, entre otros muchos organismos musicales, y ha actuado como director invitado –entre muchas otras- en orquestas como Philarmonia; Royal Philarmonic; Welsh National Ópera, de Londres.
Solistas
Paloma Herrera y Gonzalo García en los roles protagónicos evidenciaron complementarse perfectamente en el manejo expresivo y mostrar desde el amor absoluto al absoluto dolor y la desesperación. En su primera aparición, en la segunda escena del primer acto, Julieta es una joven que se prepara a festejar sus catorce años de vida; en escenas como su rechazo al matrimonio con Paris (Acto III, primera escena) implora y se desgarra de dolor. El gesto es tan plástico como un cuerpo capaz de adoptar las formas de las emociones. Todo puede transmitirlo con un cuerpo del que emana fuerza o fragilidad.
Nacida en Buenos Aires, formada inicialmente por Olga Ferri y graduada en el Instituto Superior de Arte, Paloma Herrera inició su carrera internacional luego de ser finalista en el XIV Concurso Internacional de Varna, y prosiguió sus estudios en la School Of American Ballet de Nueva York. Fue el inicio de una exitosa carrera que culmina y de la cual se retira en la plenitud de sus medios.
El español Gonzalo García es principal dancer del New York City Ballet y formó parte del Ballet de San Francisco, del cual se convirtió en solista en 2000. Su actuación en tal carácter es extensa y destacada; abarca numerosas obras como Los cuatro temperamentos; El hijo pródigo; Square Dance y muchas otras.
Uno de los aciertos de la iluminación fue marcar momentos de los personajes: En el acto III, escena segunda en que Julieta va en busca de Fray Lorenzo iluminada con el solo fondo de un telón oscuro por detrás, una carrera verdaderamente desesperada; o el desencuentro entre el emisario enviado por Fray Lorenzo y Romeo (acto III, escena cuatro), ambos separados por un telón, yendo en direcciones opuestas.
Vagram Ambartsoumian compuso, en su vigorosa presencia escénica, a un impactante Teobaldo. El solo verlo entrar a escena impresionaba y temperamento irascible y antojadizo encontró en todo momento la expresión adecuada.
Nahuel Prozzi, como Mercurio, también pudo expresar ya el carácter transgresor de su personaje como llevar adelante la larga escena de la muerte (acto II, escena tres).
Elenco y coreografía
Consolidada en el transcurso de la obra fue muy lucida la actuación del Ballet Estable del Teatro Colón, tanto en una coreografía que descanso más en el movimiento que en el número de bailarines o figurantes en el escenario.
En momentos como el Acto II, escena uno, En la Plaza, logró una absoluta homogeneidad de movimientos y un carácter grácil, festivo y al mismo tiempo elegante.
La coreografía de Maximiliano Guerra, de una gran carrera internacional, actual director del Ballet Estable y su trabajo en el ballet dieron como resultado una actuación tan elaborada como homogénea.
Escenografía e iluminación 
Resuelta con claridad, eficacia y sencillez la escenografía marcó, con pocos recursos, la importancia de distintos momentos: una cruz o una mesa con velas eran el la Iglesia de Fray Lorenzo; una simple cama con dosel y una ventana eran el cuarto de Julieta.
La función, anteúltima de Paloma Herrera, tuvo una especial relevancia.
La famosa bailarina se retira con una gran obra, un excelente dueto con Gonzalo García y una excelente actuación del ballet estable, digno broche para una exitosa carrera.

 




Eduardo Balestena

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