miércoles, 13 de mayo de 2015

L´elisir D´amore en el Teatro Colón (función extraordinaria, elenco argentino)



.L ´elisir d´amore, ópera en dos actos
.Música: Gaetano Donizetti (1797-1848)
.Libreto de Felice Romani
.Dirección musical: Francesco Ciampa
.Elenco: Adina: Paula Almenares (soprano); Nemorino: Santiago Bürgi  (tenor); Belcore: Omar Carrión (barítono); Dulcamara: Lucas Debevec Mayer (bajo/barítono); Giannetta: Victoria Gaeta (soprano).
.Orquesta y Coro Estables del Teatro Colón,
.Director de coro: Miguel Martínez
.Puesta en escena: Sergio Renán
.Teatro Colón de Buenos Aires, función extraordinaria, elenco argentino, 9 de mayo, hora 20.

 
Son varios –y algo azarosos- los factores que hacen del L´elisir d´amore lo que es. El libreto de Felice Romani, -que tomó el tema de la comedia Le piltre, con libreto de Eugene Scribe, basado a su vez en Il filtro, de Silvio Malaperta- brinda a la música de Donizetti un marco a la vez que un abanico de posibilidades. Otro es la vertiginosa gestación en trece días para satisfacer el encargo del empresario Alessandro Lanari, del Teatro della Canobbiana de Milán,  a quien no le sería cumplido el encargo de una obra que debía poner en escena. Una fórmula probada y una circunstancia urgente parecen haber influido en concisión y la necesidad de ideas también concisas y eficaces a las que la inspiración supo servir. El resultado es una maquinaria precisa, rápida, directa donde no hay nada superfluo.
Más allá de estos elementos la obra asume un sentido diferente de lo bufo que rompe con las convenciones y la linealidad para mostrar –y basar su musicalidad en ello- a personajes capaces de experimentar sentimientos profundos, conmoverse y cambiar, todo ello desplegado en una bella gama de medios musicales.
            Gracilidad; sentido del todo; liviandad y gracia en los movimientos así como en el fraseo  y control de líneas de canto siempre exigidas son algunos de sus requerimientos.
            Las voces
            Paula Almenares, reconocida soprano de una ya extensa carrera mostró, en el rol de Adina, su dominio en todo el rango de su tesitura, con una proyección y una claridad perfectas, ya desde la inicial Benedette queste carte…della crudele Isotta en una línea que requiere un sentido del balance, un centro de una voz destinada a permanentes pasajes ascendentes o descendentes y que debe estar siempre compenetrada con una acción que en lo actoral la mostró –en su belleza y presencia físicas-  dentro del buen gusto de una actuación que nunca distrajo la atención del rico aspecto vocal. 
            Santiago Burgi compuso a un Nemorino absolutamente convincente en lo actoral, sin rasgos maniqueos ni sobreactuación, con gracia y buen gusto y mostró una técnica precisa en un rol de grandes exigencias expresivas. Justeza, ductilidad, matices y fraseo primaron sobre el brillo y un volumen que no hizo siempre audible a su línea de canto, por momentos –aquellos en que interviene la orquesta en forte- algo eclipsada.
Omar Carrión, un barítono experimentado, con gran sentido de la musicalidad y de las articulaciones de un fraseo siempre claro, perfectamente franco y fluido –como en Como Paride vezzoso , con una técnica que le permitió llevar adelante sin esfuerzo esos pasajes de verdadero staccato (como en Tran, tran. In guerra ed in amor ) y una enorme solvencia teatral compuso a un Belcore con la gracia y los rasgos propios del personaje. También en su caso, aunque en menor grado, la belleza de su voz, sus matices, y recursos primó por sobre su volumen.
            Si bien en algunos registros el personaje de Dulcamara no suele contrastar sobre el resto sino ser simplemente el motor de la historia éste no fue el caso de Lucas  Debevec Mayer. Su potencia vocal, el manejo de los matices, la efectividad de su línea de canto y su dominio de la escena  marcaron una presencia muy destacada y gravitante en toda la obra. Le aportaron a este personaje un elemento diferente, inesperado y espontáneo. El bajo/barítono desplegó una sorprendente gama de recursos, vocales y actorales.
            María Victoria Gaeta, como Gianneta mostró en todo momento un timbre claro, controlado, de matices, con un control técnico también absoluto: en ningún momento pareció exigida y brindó siempre la mayor expresividad.
            En cuanto al coro, una vez más acreditó su ya probada solvencia: en la belleza de un conjunto siempre controlado, homogéneo, que en las gradaciones es capaz de observar los mismos matices en todas las voces. El Sarai possibile, con María Victoria Gaeta fue una prueba de ello, no sólo en la perfección de la línea y en la musicalidad del conjunto sino también en su desplazamiento en la escena, otro de los elementos en que el coro destacó: su juego escénico en un paisaje siempre vivo.
La puesta
La realización de Sergio Renán ubicó a la acción en los años 50, con el aporte de proyecciones sobre el paisaje de fondo que marcaban el paso de autos, camiones y hasta de un avión de publicidad, además de desdoblar la subjetividad de los personajes y mostrarlos –sobre el fondo de la escena-  como ellos se imaginan ser. Ello no resulta del todo congruente con la ingenuidad de una historia campesina puesta en un medio rural-fabril,  y agrega a la historia imágenes ajenas a ella.
En lugar de la clásica calle de pueblo, con sus casas en desnivel, el espacio escénico fue concebido en tres grandes ámbitos, dos de los cuales –en el segundo acto- cambian girando. Con ello la obra gana en dinamismo y el acierto en el uso de los niveles –particularmente en la primera secuencia del segundo acto- le confiere un gran atractivo visual a la vez que sirve a la convención teatral: en efecto, en solo espacio resulta menos creíble que si el pueblo está festejando e un banquete se retire para que pueda tener lugar el  dúo de Belcore y Nemorino, en cambio, el pueblo se retiraba a una posada que podía ser entrevista en su movimiento y sus luces. A este efecto aportó la precisión de los movimientos en la escena, con la presencia de figurantes que los hacían más naturales. El resultado fue una ganancia visual y un clima diferente.
Dirección Musical
En una intervención donde el acompañamiento debe ser siempre justo, en rápidos y coloridos pasajes, en un sentido de la frase musical, la actuación de la Orquesta Estable no tuvo desajustes ni sobresaltos y le confirió a la obra toda su gracia.
El maestro Ciampia estuvo siempre atento a lo que pasaba en escena, sus marcaciones fueron claras tanto en los cantantes y el coro como en la orquesta.
Fue una producción con hallazgos interesantes, y lograda en lo teatral, con  un sentido del conjunto y voces que destacaron especialmente. 
     



  


Eduardo Balestena

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