miércoles, 15 de agosto de 2012


Obras cumbres de una etapa
Nicolás Favero intervino como solista en violín en el cuarto concierto del ciclo dedicado a Johannes Brahms, en el concierto que la Orquesta Sinfónica Municipal brindó, dirigida por el maestro Emir Saúl en el Teatro Colón el 21 de julio.
            Concierto para violín y orquesta en re mayor, opus 77
            Ante una obra de esta magnitud  resulta claro el patrimonio discursivo y técnico con que debe contar el solista capaz de abordarla. Quizás no resulte ajeno a ello que  Brahms haya transcripto para piano la chacona para violín de Bach. Parece haber llevado al instrumento ese sonido abarcador y complejo y a la vez desarrollado la vertiente de las melodías húngaras. A las exposiciones iniciales de temas y motivos suceden exigentes desarrollos que el solista debe abordar a la vez con claridad, precisión y sentido de su articulación y musicalidad en el todo. La textura le requiere, además, el contacto permanente con una orquesta en todo momento imbricada con él: la cuerda siempre sigue, resalta y acompaña –no sólo para el solista es compleja la obra- planteando otra demanda de esta textura: el equilibrio de sonoridades en una cuerda que a veces casi desaparece, otras comenta y otras confiere color o carácter.
            Ante esta formulación y sus requerimientos quedó muy claro el carácter de Nicolás Favaro, concertino de la Orquesta del Teatro Argentino, de ser solista desde la experiencia de ser músico de atril. No eligió un sonido incisivo sino una sonoridad en el rango de la cuerda de la orquesta; sonoridad a la que brindó un sentido cuidado, claridad y de acentuación en las intensidades que no destacó a la obra en sus dificultades sino en su pura musicalidad. Ello incluye la compleja cadencia –escrita por Joachim muy en congruencia con la impronta Bachiana de la obra.  Para llegar a este punto se requiere un manejo de la técnica que permita plasmarla y tomar decisiones estéticas sobe su utilización y no sólo exhibirla (como es frecuente en otros conciertos para violín).
            El adagio (en forma ternaria A-B-A) es desarrollado a partir del tema del oboe, en un pasaje –acompañado por las maderas- muy demandante en el fiato: requiere exponer el motivo inicial y su desarrollo y recién permite respirar al volver a ese motivo inicial: la frase, no obstante, por su belleza y por su función en la obra, exige una exposición muy clara que permita abrir su musicalidad y su sentido, ya que imprime el carácter a todo el movimiento. Como si eso fuera poco, es expuesta más de una vez y abre la sección final luego del intermezzo. Pareciera que, a diferencia de la lucida intervención de Mariano Cañón, en otras grabaciones (con tempos más lentos) se utiliza más de un fiato, lo que puede perturbar la unidad de la frase. Fue muy clara la dirección de Emir Saúl: ya sea en las intervenciones que requiere una textura tan precisa, como en el manejo de los aspectos del equilibrio de los planos sonoros.
            El concierto para violín de Brahms implica no sólo una riqueza formal y temática, sino la que de un dominio desde lo estético que permita plantear, en todos sus términos, esa gran riqueza. Pudimos tener una versión que lo logró acabadamente. 
            Sinfonía nro. 4, en mi bemol mayo, opus 88
            También muy acabada fue una versión de la cuarta sinfonía que se singularizó por el tempo resultante en el andante moderato, 2do. Movimiento, y el Allegro giocoso – poco meno presto (3ro.), particularmente en éste último, donde la rapidez no significó un sonido en bloque sino una textura viva y de claridad de matices, en intervenciones muy rápidas  y precisas, en una orquesta donde la dirección se focalizó mayormente en la cuerda. Ellas llevan gran parte de la exigencia, por ejemplo en el scherzo, pero maderas, trompas y metales son referenciales en el discurrir del todo, a la vez que  despliegan de sus colores.  
            Son muchas las particularidades de la obra, entre ellas los pasajes en contrapunto, el uso de trompas para obtener una sonoridad peculiar al hacerlas intervenir con los cellos (ello produce un resultado armónico característico).
            Es la trompa solista la que imprime el tempo al segundo movimiento, favorecido cuando éste le otorga una velocidad donde el tema no se haga pesado; ello resulta importante en la medida de que sobre esta base es construido todo el movimiento.
            El cuarto movimiento –Allegro energico e appasionato – Piu allegro- es una passacaglia desarrollada sobre bajo de ocho compases cuyo modelo es la passacaglia en do menor para órgano de Bach. Brahms se ciñe a un preciso esquema –de duración y simetría- en cuanto a la extensión de las 30 variaciones; algunas, como la duodécima, en la flauta, cumplen la función del episodio lento en un movimiento de sinfonía.
            La sinfónica llegó al ensayo general ya con conceptos muy claros y aunque sin una guía efectiva en muchos de los pasajes (particularmente trompas cuando intervenían en función de soporte, o maderas), obtuvo un sonido expresivo, trabajado, preciso en una obra que se abre en la medida en que una orquesta pueda responder a estas variables.      
            Destacaron: Mariano Cañón (oboe); José Garreffa (corno); Mario Romano (clarinete); Sabrina Pugliese (fagot); Alexis Nicolet (flauta) así como la línea de metales.
            La cuarta sinfonía es el último gran desarrollo sinfónico de un Brahms que a partir de ella se concentró en obras de cámara.        





Eduardo Balestena


1 comentario:

  1. http://www.facebook.com/notes/alexandros-magnus/cavalleria-rusticana-o-la-atemporalidad-de-la-condici%C3%B3n-humana/396642530391008

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