miércoles, 15 de agosto de 2012


Segundo concierto del ciclo Brahms
            La Orquesta Sinfónica Municipal, en el marco del ciclo de obras de Johannes Brahms se presentó el 16 de junio, bajo la dirección del maestro Emir Saúl, con la actuación solista de Rafael Gintoli en violín y Alejandro Biancotti en cello.
            Doble concierto para violín, cello y orquesta en la menor, opus 102
            Distanciado de su amigo el violinista Joachim Brahms concibió el concierto como un modo de retomar aquella amistad. Última de las obras para instrumentos solistas y orquesta no es sin embargo la más rica musicalmente. Ello no significa que el menor vuelo en ideas melódicas y en una construcción muy diferente a las del concierto para violín o de la cuarta sinfonía, impliquen una menor dificultad en una ejecución que requiere un sonido muy amalgamado entre los dos solistas y la orquesta, aunque no explote en todas sus posibilidades a ambos instrumentos, especialmente al cello, muy lejos de las cumbres a las que habría de llevarlo Dvorak.
La dificultad se advierte no solamente en los motivos que pasan de un instrumento a otro, sino en el equilibrio del conjunto solista con una orquesta siempre integrada a ellos, que discurre en elementos diferentes y enriquece armónicamente dichas intervenciones, pero lo hace desde un sonido que siempre diferenciado.
            Si bien ambos instrumentos se encuentran vinculados desde el modo en que discurren sus frases, en las intensidades y en la musicalidad ninguno pierde su carácter propio en una interpretación que resultó muy clara en la relación con la orquesta.
            Rafael Gintoli ha tenido una muy extensa y destacada actuación como solista, docente y jurado de concursos internacionales. Entregó un sonido de una gran delicadeza expresiva, suavidad y ductilidad en una obra que se hace íntima en el violín. Alejandro Biancotti, quien también lleva una extensa trayectoria, en el país y en el exterior abordó los pasajes del cello, que son los que en gran parte presentan y lideran la obra, tanto en el tema inicial como en el rondó del tercero, con gran claridad, ductilidad y riqueza en un fraseo tan seguro como suelto y expresivo.
            En la conversación con Eliseo Tornese, veterano clarinetista, él planteaba que no podemos decir que una obra es menos rica sino que somos nosotros quienes la conocemos menos; que la obra se abre a medida que la escuchamos y vamos pudiendo percibir su contenido y sus sentidos. En parte parece cierto si podemos tenerla por solistas que verdaderamente sean capaces de darle una riqueza a sus matices y destacar, en la claridad con que la plantean, sus articulaciones. Ello es así en la amalgama de los dos instrumentos. El mejor momento es el adagio: la obra se hace camarística, íntima en ese tema folklórico cuya enunciación y cuya respuesta discurren muy parejas entre los solistas y la orquesta en un diálogo estrecho y de gran riqueza expresiva.
            Sinfonía nro. 2 en re menor, opus 73
            La oportunidad de tener un ciclo de Brahms permite apreciar tanto las diferencias como las semejanzas, en este caso, con la primera sinfonía. Así, la segunda se presenta con particularidades distintas: un mayor lirismo –muy presente particularmente en una cuerda que siempre se mostró muy homogénea- y una estética que descansa, en gran parte, en la alternancia de los elementos melódicos y en el modo en que discurren, lo que involucra al aspecto dinámico y la fluidez en la exposición de los motivos. Más que la energía es la flexibilidad en el sonido, en la presentación de elementos temáticos muy ricos que son expuestos de diversos modos: desde la forma sonata ampliada del primer movimiento como en la forma rondó del último –Allegro-, en base al tema pastoral del primero: expone el tema varias veces y lo enriquece, con un segundo y con un nuevo desarrollo hasta el final.
            En la orquesta el requerimiento está en lograr esa ductilidad y profundidad en las frases y en las intervenciones solistas (como las extensas y referenciales de la trompa, en el primer movimiento), particularmente en el allegretto gracioso y el allegro final, así como en la rica polifonía de las maderas en el tercero. Con una dirección más pendiente de la cuerda que de las entradas de metales y maderas, hubo una absoluta claridad en un tempo que permitió apreciar la riqueza de construcción de una sinfonía apoyada, además de en la riqueza melódica, en el carácter íntimo de sus sonoridades.
            Destacaron José Garrefa (corno); Franco Gidoni y Alexis Nicolet (flautas); Mario Romano y Gustavo Asaro (clarinetes); Guillermo Devoto y Andrea Porcel (oboes); Sabrina Pugliese y Elizabeth Gautín (fagotes) y la línea de metales.
            Es de destacar la calidad de los solistas que han sido hasta ahora convocados en el ciclo Brahms: Alexander Panizza; Rafael Gintoli y Alejandro Biancotti.


                       
           
Eduardo Balestena


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