domingo, 16 de octubre de 2011

Un exigente programa


La Orquesta Sinfónica Municipal se presentó bajo la dirección del maestro Darío Domínguez Xodo el 15 de octubre en el teatro Colón; actuó como solista Aron Kemelmajer (violín).

Fue un exigente programa que comenzó la Obertura Carnaval Romano, opus 9, de Héctor Berlioz. Escrita coetáneamente con el Tratado de Orquestación es muy rica y exigente en su diversdad rítmica y tímbrica, con el consiguiente grado de dificultad en un momento en que los conceptos cambian: por ejemplo la importancia conferida a las violas en el tejido orquestal.

Concertino para violín y orquesta de cuerdas, de Fermina Casanova

Aron Kemelmajer, quien difundió ya obras de la autora (como Historias manifiestas, para flauta y piano-) en el ciclo de Bach a Piazzolla, fue quien le encargó este concertino, estrenado en esta oportunidad, y que está escrito con una enorme claridad, particularmente en las relaciones armónicas entre el instrumento solista y la orquesta de cuerdas; pero como obra actual, no se agota en una la formulación intelectual de un lenguaje sino que opta por una textura amable y delicada que no pierde nunca el sentido de musicalidad y el espíritu del divertimento sin tampoco perder sus características de obra nueva. Su solidez compositiva se refleja en una escritura que permite plantear tan claramente estos elementos. Aron Kemelmajer, en un trabajo de orquesta de cámara muestra su versatilidad en éste ámbito (tal como lo ha hecho como solista y camarista) y su opción por difundir –ya sea en el prestigioso ciclo de Bach a Piazzolla como en el ámbito de la orquesta- trabajos de estas características.

Fueron interpretados en la segunda parte el Capricho Italiano, de Piotr Illch Tchaycovsky y Taras Bulba, rapsodia para orquesta, de Leos Janacek (1854-1928) en estreno en Mar del Plata. Escrita entre 1915 y 1918 y basada en la obra de Gogol sobre el héroe cosaco en lucha contra los invasores polacos, es una metáfora de la dominación del pueblo checo. Se trata de una obra de madurez de Janacek que toma tres episodios de la novela de Gogol. El friso musical logra una narración de grandes relieves en lugar de la oscuridad de la tragedia que narra. En La muerte de Andri, por ejemplo, el comienzo de la obra surge del hermoso solo de corno inglés que expresa ternura, para ser sucedido por el contraste áspero de los metales. También en La muerte se Ostap, el primogénito de Taras Bulba, su ejecución es contrastan una mazurca con la que los polacos celebran su triunfo, con el sufrimiento de Ostap, en el clarinete en mi bemol. Los requerimientos técnicos son muchos en una escritura tan honda y expresiva como formalmente compleja: ritmos cambiantes, timbres muy precisos, intervenciones rápidas en sonidos que confluyen en una pintura sonora. Un lugar crítico, por ejemplo, es la larga secuencia final (coda incluida) donde resulta difícil el balance entre los metales y la cuerda. Es una obra de gran finura: por su concepción, por la orquestación que alterna pureza, lirismo en las melodías y complejidad en el modo de enlazarlas y resolverlas en un lenguaje armónico inconfundible. También lo es por la fuerza que todo ese conjunto contiene. Hubo un muy buen resultado en un opus que requiere tanta claridad como experiencia para poder ser abordado de esta manera, considerándolo como un trabajo para una gran orquesta, con lo cual el recurso en una de menor tamaño se vuelve más crítico. No obstante, bien manejado, brinda una mayor nitidez.

Cupo a este programa alternar entre obras del romanticismo, con un buen resultado, particularmente en Berlioz y abordar otros lenguajes fuera del hábito sonoro, con un excelente resultado en ambos casos. Dos obras que nunca habían sido interpretadas al lado de otras que no lo habían sido en muchos años es el saldo

Eduardo Balestena

http://www.d944musicasinfonica.blogspot.com

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