domingo, 16 de octubre de 2011

Cuadros de una exposición: los matices de una pintura interior




El ambiente campesino de Karevo, donde vivía, el amor a la música de sus padres y, particularmente, los cuentos de su nodriza que le narraba viejas fábulas son el germen de Cuadros de una exposición: “Mi nodriza fue quien me enseñó las antiguas leyendas rusas y a menudo perdía el sueño durante noches enteras” y sentía la necesidad de improvisar aun sin conocimientos musicales. Herke, su profesor de piano lo hizo un bien ejecutante, pero sin base alguna en armonía y contrapunto y el Padre Krupski, profesor de Teología en la Escuela de Cadetes, lo inició en el conocimiento de la antigua música litúrgica. De Balakirev recibió una formación accidentada e intensa que, junto con el contacto del grupo de los cinco, cimentó el nacimiento de una nueva estética nacional. Con Balakirev ejecutó, en piano a cuatro manos, las obras del repertorio europeo: Bach; Haendel; Haydn; Mozart; Beethoven

Modest Mussorgsky nació en San Petesburgo el 21 de marzo de 1839 y murió el 28 de marzo de 1881, a poco de cumplir los 42 años. Entre ese joven refinado y noble que retrata Borodin y aquel hombre marcado por el alcohol que nos entrega una de las pinturas mas conocidas parece haber habido un abismo. Sin embargo, ese abismo contiene obras como Boris Godunov; Cantos y danzas de la muerte; Khovantchina o Cuadros de una exposición, que tuvimos la suerte de escuchar en vivo por la sinfónica y en la que es fácilmente apreciable el carácter intuitivo y el amor por las melodías de la vieja Rusia.

La formación de una sensibilidad

El ambiente campesino de Karevo, donde vivía, el amor a la música de sus padres y, particularmente, los cuentos de su nodriza que le narraba viejas fábulas son el germen de Cuadros de una exposición: “Mi nodriza fue quien me enseñó las antiguas leyendas rusas y a menudo perdía el sueño durante noches enteras” y sentía la necesidad de improvisar aun sin conocimientos musicales. Herke, su profesor de piano lo hizo un bien ejecutante, pero sin base alguna en armonía y contrapunto y el Padre Krupski, profesor de Teología en la Escuela de Cadetes, lo inició en el conocimiento de la antigua música litúrgica. De Balakirev recibió una formación accidentada e intensa que, junto con el contacto del grupo de los cinco, cimentó el nacimiento de una nueva estética nacional. Con Balakirev ejecutó, en piano a cuatro manos, las obras del repertorio europeo: Bach; Haendel; Haydn; Mozart; Beethoven.

Al dejar el ejército y viajar a Moscú se encontró allí con el poderoso estímulo de un paisaje desconocido “¡Esta es la sagrada antigüedad! La Catedral de San Basilio encendió tan agradable y extrañamente mi poder de imaginación que a cada instante creía ver pasar un boyardo con su largo abrigo y su alto sombrero de piel…Moscú me transportó a otro mundo…todo lo ruso me conmueve”.

En 1873 murió, repentinamente, su amigo el pintor Víctor Hartmann. Al año siguiente sus amigos organizaron una exposición de sus cuadros. Durante ese verano, Mussorsgky escribió la obra, que no se reduce a una descripción musical de los cuadros, sino que logra algo más.

Hacia nuevas orillas

Fue Glinka quien revalorizó la música rusa, en gran medida a partir del acervo de la música española que conoció, así también el idioma y la literatura. Otros compositores, como Liszt o Saint Saëns, o el propio Rimsky Korsakov, reelaboraron estos elementos y otorgaron releve y exotismo a sus obras. La música de Mussorgsky es una reacción contra estas ideas. Renuncia a la postal, al tono optimista, al apunte geográfico. Busca otra cosa: un lenguaje puro, uno que surge del arraigo y el descubrimiento y que se vale del hallazgo de las viejas melodías, de las historias y los combina de un modo nuevo. En el canto, liberó a la voz de la tradición lírica europea, dándole la inflexión del habla y obteniendo una línea descarnada y precisa.

“Descubrir los rasgos íntimos de la naturaleza humana, individual y colectiva, indagar con obstinación en estas nuevas regiones inexploradas, encontrarlas, exhumarlas, descubrir sus tesoros, es la misión del verdadero artista ¡Hacia nuevas orillas, sin temor a tempestades!”.

En este contexto debemos ubicar a Cuadros de una exposición, obra curiosa en esta génesis: fatalidad y pérdida suscitan una mirada hacia la obra de Hartmann. Lo exterior –los cuadros- son percepción y a la vez desencadenantes de un fenómeno esencialmente musical. Que en base una intuición tan fuerte y profunda el camino musical se abra tan original.

Cómo encasillarlo entonces: ¿es romanticismo? ¿Impresionismo? ¿Nacionalismo? Sólo podemos entender que la música, por sí misma, desborda a todas estas categorías y surge con una fuerza primordial.

El hallazgo de una nueva forma

La escritura pianística es algo nuevo: efectos tímbricos, pasajes en octavas, acordes en posiciones cerradas, uso de la mayor parte del teclado, búsqueda de intensidad. No es de extrañar la larga lista de orquestaciones que tuvo (al menos unas doce, sin contar la de Ravel de 1922).

Ravel respetó el espíritu y el lenguaje de una obra tan diferente a las suyas y concibió para ella una armonía más afín a la del Bolero que a la de los conciertos para piano y orquesta: timbres difuminados en algunas partes, construidos por distintos aportes instrumentales y en otras, netos. Logra con su orquestación el sonido esencialmente ruso que ya contiene la partitura para piano, un piano pensado en términos orquestales. Sólo eliminó una sección de Promenade (entre Goldberg y Schmuyle y El mercado de Limoges) pasando la escritura pianística por un prisma de timbres y colores tan esencial a una obra que se desarrolla en la creación de atmósferas.

Llama la atención que pese a la diversidad de colores, inflexiones y climas, haya una unidad tan fuerte, no sólo por la recurrencia en la aparición del tema de la Promenade, reelaborado, sino por el aparente uso de sus mismo intervalos en los acordes de los otros temas (al menos esa es la sensación que se produce al escucharlo).

El tema inicial se encuentra alternado en compás de 5/4 y 6/4 y pasa luego a un 3/2: Cambios permanentes en algo destinado a ser un elemento estable, con lo cual asociamos estabilidad a cambio, en una misma unidad temática.

Otro ejemplo es el final el final La gran puerta de Kiev que empieza con una suerte de coral sobre el tema de la Promenade, en 4/4 y mi bemol mayor, en donde aparece un desarrollo y tras ese episodio, cierra con el tema inicial.

Son muchas las observaciones que podríamos hacer de esta obra tan irrepetible y sólo servirían para aproximarnos a ella y a su mundo hecho de evocación, de historia pero más que nada de honda intuición musical.

Eduardo Balestena

http://www.d944musicasinfonica.blogspot.com

Al dejar el ejército y viajar a Moscú se encontró allí con el poderoso estímulo de un paisaje desconocido “¡Esta es la sagrada antigüedad! La Catedral de San Basilio encendió tan agradable y extrañamente mi poder de imaginación que a cada instante creía ver pasar un boyardo con su largo abrigo y su alto sombrero de piel…Moscú me transportó a otro mundo…todo lo ruso me conmueve”.


En 1873 murió, repentinamente, su amigo el pintor Víctor Hartmann. Al año siguiente sus amigos organizaron una exposición de sus cuadros. Durante ese verano, Mussorsgky escribió la obra, que no se reduce a una descripción musical de los cuadros, sino que logra algo más.


Hacia nuevas orillas


Fue Glinka quien revalorizó la música rusa, en gran medida a partir del acervo de la música española que conoció, así también el idioma y la literatura. Otros compositores, como Liszt o Saint Saëns, o el propio Rimsky Korsakov, reelaboraron estos elementos y otorgaron releve y exotismo a sus obras. La música de Mussorgsky es una reacción contra estas ideas. Renuncia a la postal, al tono optimista, al apunte geográfico. Busca otra cosa: un lenguaje puro, uno que surge del arraigo y el descubrimiento y que se vale del hallazgo de las viejas melodías, de las historias y los combina de un modo nuevo. En el canto, liberó a la voz de la tradición lírica europea, dándole la inflexión del habla y obteniendo una línea descarnada y precisa.


“Descubrir los rasgos íntimos de la naturaleza humana, individual y colectiva, indagar con obstinación en estas nuevas regiones inexploradas, encontrarlas, exhumarlas, descubrir sus tesoros, es la misión del verdadero artista ¡Hacia nuevas orillas, sin temor a tempestades!”.


En este contexto debemos ubicar a Cuadros de una exposición, obra curiosa en esta génesis: fatalidad y pérdida suscitan una mirada hacia la obra de Hartmann. Lo exterior –los cuadros- son percepción y a la vez desencadenantes de un fenómeno esencialmente musical. Que en base una intuición tan fuerte y profunda el camino musical se abra de un modo tan original.


Cómo encasillarlo entonces: ¿es romanticismo? ¿Impresionismo? ¿Nacionalismo? Sólo podemos entender que la música, por sí misma, desborda a todas estas categorías y surge con una fuerza primordial.


El hallazgo de una nueva forma


La escritura pianística es algo nuevo: efectos tímbricos, pasajes en octavas, acordes en posiciones cerradas, uso de la mayor parte del teclado, búsqueda de intensidad. No es de extrañar la larga lista de orquestaciones que tuvo (al menos unas doce, sin contar la de Ravel de 1922).


Ravel respetó el espíritu y el lenguaje de una obra tan diferente a las suyas y concibió para ella una armonía más afín a la del Bolero que a la de los conciertos para piano y orquesta: timbres difuminados en algunas partes, construidos por distintos aportes instrumentales y en otras, netos. Logra con su orquestación el sonido -orquestal y esencialmente ruso- que ya contiene la partitura para piano. Sólo eliminó una sección de Promenade (entre Goldberg y Schmuyle y El mercado de Limoges) pasando el sonido pianístico por un prisma de timbres y colores tan esencial a una obra que se desarrolla en la creación de climas como las notas del piano.


Llama la atención que pese a la diversidad de colores, inflexiones y climas, haya una unidad tan fuerte, no sólo por la recurrencia en la aparición del tema de la Promenade, reelaborado, sino por el aparente uso de sus mismos intervalos en los acordes de los otros temas (al menos esa es la sensación que se produce al escucharlo).


El tema inicial se encuentra alternado en compás de 5/4 y 6/4 y pasa luego a un 3/2: Cambios permanentes en algo destinado a ser un elemento estable, con lo cual asociamos estabilidad a cambio, en una misma unidad temática.


Otro ejemplo es el final el final La gran puerta de Kiev que empieza con una suerte de coral sobre el tema de la Promenade, en 4/4 y mi bemol mayor, en donde aparece un desarrollo y tras ese episodio, cierra con el tema inicial.


Son muchas las observaciones que podríamos hacer de esta obra tan irrepetible y sólo servirían para aproximarnos a ella y a su mundo hecho de evocación, de historia pero más que nada de honda intuición musical.






Eduardo Balestena


http://www.d944musicasinfonica.blogspot.com/

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