.Orquesta Filarmónica de Buenos Aires
.Director: Enrique Arturo Diemecke
.Solista: Philippe Entremont (piano)
.Teatro Colón de Buenos Aires, 19 de mayo.
En su cuarto concierto de abono la Orquesta Filarmónica
de Buenos Aires se presentó bajo la dirección de su titular, el maestro Enrique
Arturo Diemecke.
En la
primera parte, el pianista Philippe Entremont interpretó el Concierto nro. 1, en do mayor para piano y
orquesta opus 15 de Ludwig van
Beethoven (1770-1827).
Director de orquesta y pianista, estuvo
al frente de las orquestas sinfónicas principales de Europa, América y Asia y
llevó a cabo una gira en Estados Unidos con la orquesta Wiener
Concert Verein y es titular vitalicio de la Sinfónica de Munich,
entre otros hitos de una muy prolongada actividad que incluye un extenso aporte
a la discografía.
Segundo cronológicamente en la
producción de Beethoven, el primer
concierto muestra un carácter contrastante en su material: el allegro
con brío inicial, la dulzura de un segundo tema que conducirá a la
reexposición, postulado que hace a una obra
diferente en sus inflexiones al puro clasicismo en una versión que
rindió lo mejor en el segundo movimiento, Largo, de forma tripartita, de carácter virtualmente
camarístico. El tempo lento del primer movimiento permitió apreciar las
articulaciones de la escritura beethoveniana pero resintió el carácter algo
imperioso y marcial de la obra. En el Rondó
allegro final hubo una pérdida de
claridad en los ataques del piano al comienzo (un elemento que se reitera) y
una vacilación en el instrumento solista en un pasaje lo que produjo una desfasaje
con la orquesta y la pérdida de unidad del fragmento.
Fue una versión lejana del ideal
beethoveniano.
Ferviente wagneriano, Bruckner cultivó
un lenguaje –y un credo musical- absolutamente propio caracterizado en este
caso no por las armonías de sesgo wagneriano o el uso de la melodía infinita,
sino por otras fuentes que nutren concepción del género sinfónico. A diferencia
de otras la cuarta no incluye tubas wagnerianas ni un adagio (momento tan caro
y entrañable de sinfonías como la octava). Tampoco una concepción programática:
se trata de un opus que se autoabastece y vale por su propio brillo y construcción musical.
El amplio primer movimiento (Bewelt nicht zu schnell) está dado por
la llamada inicial del corno solista y un segundo tema sencillo derivado de una
motivo popular (Vogel Zizi-Be) y tras
una elaboración extensa –con el recurrente motivo inicial- conduce al elaborado
coral estrófico final.
El segundo, Andante quassi allegretto, alterna el bellísimo tema con
resonancias de una marcha fúnebre de los cellos con otros –en pie ternario,
como pareciera serlo el primero- marcadamente de danza, con un hermoso e
interrogante motivo en las violas, con el resto de la cuerda en pizzicato.
El tercero, Scherzo, (Bewegt- Trío – Nicht zu schnell) en compás binario –con
el intenso y cerrado pasaje inicial de cornos y su diálogo con trompetas y
trombones- tiene como episodio central, en la forma ABA, el conocido trío (en
¾) en ritmo de ländler (cabe la interrogación acerca de si, a la manera de
Schubert, Bruckner hubiera podido explorar o extender más un tema tan bello y
caro al espíritu de la obra).
Diferente a cualquier modo de concebir
una conclusión para una sinfonía el
Finale (Bewegt, doch nicht zu schell) más que establecer un comienzo de
desarrollo marca, claramente, una continuidad: un ostinato de los bajos produce
una sensación de marcha y da lugar a la reexposición de gran parte de los
motivos de la obra que a veces aparecen aletoriamente plasmados, en forma
completa o en fragmentos en distintas secciones. No obstante ello, hasta el
cierre con el motivo inicial, aparecen otros motivos nuevos: continuidad en un
mosaico musical donde los bruscos silencios permiten imaginar (tal como señaló
el maestro Darío Domínguez Xodó, director ayudante de la Orquesta Filarmónica )
un teclado de órgano y al organista cambiando, en la breve pausa, la
disposición de las llaves.
Una
estética profundamente genuina y singular
El tejido musical está dado a partir de
motivos, en sí sencillos (como el inicial del corno solista: una redonda (si
bemol) una blanca con puntillos (mi bemol); una corchea (mi bemol) y una
redonda (si bemol), pero lo original es la polifonía que se arma a partir de
ese comienzo y los elementos que surgen desde esa base: motivos de respuesta,
en oportunidades más de uno; bloques repetitivos (a la manera de Schubert) en
cuyo transcurso otro elemento va abriendo paso a un nuevo paisaje musical,
muchas veces inesperado. Los acordes de metales (que en el Andante quasi allegretto, luego del tema de los cellos, recuerda al
acorde inicial del andante de la sinfonía renana, de Schumann) que se extienden
en gradaciones tímbricas que lo abren a un color especial, a lo que debe
sumarse a las trompetas en intervenciones siempre como en aristas, más agudas e
incisivas, en una tesitura diferente a la de los trombones; la tuba como aporte
de timbre y a la vez soporte armónico de trombones y cornos.
Sus combinaciones posibles y con ellas
la de sus recursos, parecen infinitas: La cuerda, por ejemplo, en ese tremolar
que (del mismo modo que en el final del primer movimiento o en gran parte del
cuarto de la Sinfonía La Grande, de Schubert) le confiere mayor fuerza, sonoridad y efecto;
los motivos danzantes (en el segundo movimiento) con su gran belleza sonora; el
modo en que se toman los elementos finales de un motivo y se reitera un
intervalo que va derivando, en esa reiteración, hacia otro elemento diferente
(como la cuerda en el final del primer movimiento o en el tercero, luego del
trío) y la dialéctica de pregunta y respuesta (tan reconocible en la sinfonía La Grande ).
Cuando la tensión llega a un punto
culminante de un desarrollo, en un clímax, un lugar de no retorno, la música
cesa y surge un pasaje lento y dulce, absolutamente distinto (cuarto movimiento,
luego del segundo clímax, al que sucede un pasaje de la cuerda en pie
aparentemente ternario).
Debemos pensar a este lenguaje no como
una exposición simple sino como un discurrir que abarca las circunstancias de
su propia gestación: el uso de elementos improvisados y luego elaborados que
sirven a nuevas improvisaciones y elaboraciones; la permanente revisión del
material (que implica a veces la existencia
de versiones con orquestaciones diferentes y pasajes suprimidos en
otra), revisión que es una ardua tarea
para los directores, nos instalan no solamente en una obra sino en un proceso.
Como oyentes sentimos que el final es una decisión: la de interrumpir un flujo
que podría ser continuo, lo cual es evocativo de las improvisaciones
organísticas propias del gran compositor). Los ejemplos de las particularidades
de este lenguaje y de la obra podrían ser muchos más.
Una
excelente versión
Destacaron especialmente Fernando
Chiappero (corno solista); Daniel Marcel Crespo (solista adjunto de trompeta);
Mariano Rey (clarinete); Claudio Barile (flauta); Néstor Garrote (oboe) y la
línea de metales.
Una excelente versión de una gran obra,
relevante y profunda en el conjunto de las sinfonías de Bruckner y en la
música.
Eduardo Balestena
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