lunes, 19 de agosto de 2013

Ádám Fischer y la Orquesta del Mozarteum de Salzburgo

Orquesta del Mozarteum de Salzburgo
Director: Ádám Fisher
Solistas: Jörg Widmann, clarinete; Gereon Kleiner, órgano
Teatro del Mozarteum de Salzburgo


El repertorio abordado –en el marco del Festival de Salzburgo, el 27 y 28 de julio, en la sección Matinee- : de Wolfgang Amadeus Mozart: Kirchensonate do mayor, KV 278 (271 e), para dos violines, violoncello, bajo, dos oboes, dos trompetas, timbales y órgano (compuesta en marzo abril de 1771 en Salzburgo); Concierto para clarinete y orquesta la mayor, KV 622 (compuesto entre el 28 de septiembre y el 7 de octubre de 1791 en Viena) y Kirchensonate do -mayor KV 329 (317ª) para dos violines, violoncello, bajo, dos oboes, dos cornos, dos trompetas, timbales y órgano), en la primera parte (compuesta en Salzburgo en marzo de 1779), y de Ludwig van Beethoven la Sinfonía nro. 6 en fa mayor, opus 68, Pastorale (estrenada en Viena el 22 de diciembre de 1808 abren), en un modo de interpretación sensible a las obras y a los períodos, una serie de cuestiones.
Una de ellas es que el tejido musical no trabajado como una estructura dada y cerrada sino como una posibilidad de diálogo (la forma impone un modo de intercambio pero los instrumentos proponen un contenido) en que se apela a la otra voz no como una sucesión de sonidos o un simple desarrollo, sino como la incitación a  una respuesta viva, intensa  y delicada a la vez.
En las obras de Mozart la orquesta utilizó en gran parte instrumentos originales (trompetas y trompas sin válvulas; flauta de madera; timbales) que alternaron con instrumentos actuales –como el clarinete solista, que no era un clarinete di bassetto- pero con un sonido amalgamado. Podemos pensar que más allá del criterio de interpretación histórica y de los instrumentos se trata de que cada período requiere criterios de interpretación diferentes.
Con ello se plantea una nueva cuestión: si las orquestas, en la interpretación habitual, se centran en la técnica y a partir de ella abordan distintos repertorios, o si realmente buscan explorar las posibilidades de un sonido pensado para un instrumental más íntimo y reducido.
De la liturgia al concierto solista
Si bien las sonatas con órgano formaron parte, inicialmente, de los deberes de Mozart para con el arzobispo de Salzburgo (entre 1772 y 1780), obras de las cuales muchas se encuentran perdidas, el compositor supo ir más allá de los deberes litúrgicos y desarrollar, a partir de sonatas para dos violines, cello y órgano continuo, obras de un vuelo mayor y extender esa instrumentación a una verdadera pequeña orquesta, confiriendo al órgano un papel virtuoso, más allá de la función de acompañamiento. Gereon Kleiner, solista en ese instrumento, es un reconocido intérprete del piano y del órgano, formado en Sttutgart, Viena y Salzburgo, con una extensa actividad docente e interpretativa, habiendo actuado con la Camerana de Salzburgo y la Orquesta Filarmónica de Viena y llevado a cabo conciertos en Europa y Japón, contando con numerosas grabaciones.
También extensa es la carrera del clarinetista  Jörg Widemann, nacido en Munich en 1973 y que ha actuado junto a Christoph von Donayi; Sylvain Camberling; Christoph Eschembach y Ken Nagano. En la oportunidad abordó el concierto de Mozart con un sentido de flexibilidad en el tempo, en la acentuación y en el diálogo con la orquesta. Logró así un sonido de relieves, ajustado, vivo y libre en lo que se refiere a la duración e intensidad, una intensidad subrayada por el director. El resultado fue un enfoque diferente y a la vez muy propio de las amplias posibilidades de la obra
La sinfonía pastoral  
En la segunda parte se pasó de los instrumentos originales a los actuales, no obstante el sentido fue el mismo: cualidad sonora, timbres sutiles y trabajados por sobre el énfasis en el volumen.
En este sentido, un organismo de tan larga historia como la Orquesta del Mozarteum  –fue fundada en 1841- abordó un Beethoven centrado en la calidez de timbres de no gran intensidad, pero explorados y trabajados hasta el límite de romper con un hábito sonoro. Tanto la ubicación de los segundos violines, a la derecha del director, como el trabajo con las dinámicas, en notas de intensidad creciente y decreciente, confirieron a la obra un sentido de flexibilidad y plasticidad del cual carecen las versiones convencionales. En una sección de pregunta y respuesta entre dos secciones no sucedía un sonido esperado –convencional- sino otro, mas leve, trabajado –en intensidad, volumen y dinámica- de un modo en que se destacaba tanto la claridad de las articulaciones como el modo en que los elementos son desarrollados y resueltos.     
    Ádám Fisher, nacido en Budapest en 1949, ha conducido numerosos festivales operísticos, entre ellos el Budapest Wagner Festival, desde 2006 y dirigido en la Ópera de Viena, La Scala de Milán y la Ópera de París, ente otros escenarios. Al escucharlo en este repertorio queda claro que en la música no existe un modo único de interpretación sino una sensibilidad a distintas estéticas, a abordarlas con un sentido de exploración y descubrimiento donde nunca parece estar dicha la última palabra.
La música no es algo establecido y acuñado en un modo de interpretación sino un despliegue de posibilidades.


   




Eduardo Balestena



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