domingo, 23 de mayo de 2010

El reino de la noche




La Orquesta Sinfónica Municipal, junto a los solistas Haydée Dabusti (soprano), Antonio Grieco (tenor) y el Coro de la Ópera de Mar del Plata (cuya directora es Soledad Gonzalía), ofrecieron un concierto lírico bajo la dirección de la maestra Susana Frangi, el 22 de mayo en el Teatro Colón.
Preludio de Tristán e Isolda y Muerte de Isolda
El Tristán wagneriano (como señala Horacio Lanci) es, por sus innovaciones en la armonía y el uso del leimotiv, una de las pocas obras revolucionarias en la historia de la música, y cierra una etapa del romanticismo.
El preludio es un claro ejemplo de ello al presentar diferentes motivos para diferentes situaciones, personajes e ideas. Estos motivos son entrelazados en secciones, a veces presentados al mismo tiempo, y es esta trama lo que narra la historia, más allá de las voces, que representan el plano conciente de los personajes. El discurso es articulado no en relaciones de tensión-distensión, sino de tensión-tensión, y disonancia, sin resolver en consonancia, dando lugar a la melodía infinita, de una suerte de naturaleza circular, donde todo pasa y vuelve.
El preludio comienza con el leimotiv del deseo, o del anhelo infinito, que es recurrente, y es seguido por el de la atracción, el de la mirada de amor, en los cellos y el leimotiv del delirio de infinitud. La trama se articula en la narración del libreto y los leimotivs expresan las motivaciones ocultas cuando las palabras enuncian las concientes.
El lenguaje wagneriano funde los timbres, y en el preludio va desarrollando un sutil crescendo a medida que las secciones de la melodía infinita se despliegan. Ello implica en la orquesta tanto la fluidez en los enlaces entre los leimotivs, como el gradual crescendo y timbres que no pueden destacar en el todo (clara muestra de esta concepción armónica).
Sin solución de continuidad fue interpretada en una versión sinfónica la Muerte de Isolda, bellísimo fragmento que, aunque irremisiblemente pierda sin la intervención vocal (es inevitable pensar en Birgit Nilsson al oirla), sí depara uno de los momentos de mayor intensidad expresiva en la obra wagneriana.
Coro y solistas
El programa se singularizó por incluir fragmentos conocidos pero no lo más transitados en esta clase de presentaciones, y brindar además protagonismo al coro, como en Ah! se intorno a quest´a urna funesta, de Orfeo y Euridice, de Gluck (1762). Ello le implica una demanda expresiva diferente a la de su tradicional función en otras obras, en un escenario particularmente difícil para este tipo de intervención.
Haydée Dabusti, una soprano de enorme trayectoria, con su timbre suave y refinado en los pasajes lentos y expresivos, tiene un dominio absoluto en el pasaje a los agudos y en la gradación del volumen. En Casta Diva, de Norma de Bellini (por ejemplo) se la piensa además una voz ideal para el lied, con ese color de intimidad y dulzura, pero en la cabaletta y los pasajes de bravura exhibe una natural potencia, proyección y expresividad. Lo mismo en Tacea la notte placida, Aria de Leonora, de Il trovatore, de Verdi, que requiere una enorme musicalidad al principio y gran potencia en la cabaletta. Interpretó, además Morró, ma prima in grazia, de un Ballo in Maschera , de Verdi.
Antonio Grieco, versátil tenor marplatense con una extensa carrera enfrentó sin dificultades compromisos como Ah, si, ben mío, aria de Manrico, de Il Trovatore, de Verdi, con la famosa cabaletta Di quella pira (final del tercer acto, luego del aria y un breve dueto con Leonora) con su do sobreagudo. Lo hizo con su característico timbre claro, preciso, donde la expresividad se apoya en una técnica que nunca exhibe como sostén, pero que siempre está allí. Su ductilidad para abordar los agudos, alcanzarlos y sostenerlos habla de esta técnica. Cantó asimismo Porquoi me révellier, aria de Wherter, de Massenet, y Ma se m´é forza perdeti, aria de Ricardo, de la Forza del Destino, de Verdi. El programa cerró con Va pensiero, de Nabucco, de Verdi. Ambos cantantes no apelan a lo puramente subjetivo sino que apoyan la cualidad de la voz en su técnica, pero no hacen técnica de la voz.
Es dable señalar la habilidad de Verdi para crear, con pocos y breves elementos musicales, muchas veces rítmicos, un clima (como en la cabaletta Di quella pira) donde las intervenciones del coro y tenor se producen además en un tutti orquestal.
La homogeneidad del coro, su potencia y la expresión en los pasajes lentos, hablan de su preparación. Se destacaron además los solistas Federico Dalmacio (cello), Federico Gidoni (flauta), Aída Delfino (arpa), José Garrefa (corno), Andrea Porcel (corno inglés).
Al dejarse herir mortalmente Tristán hace su entrada a la noche, donde no imperan los engaños del día, que nos separan del deseo y nos imponen ser otros, sino el amor y la magia. La Opera habla de magia, noche, amor y muerte. Habla de ello siglo tras siglo y a veces podemos entender por qué, en medio de momentos difíciles, sigue imperando, difundiéndose y, por suerte, llegando a nosotros.





Eduardo Balestena
ebalestena@yahoo.com.ar
http:// http://www.d944musicasinfonica.blogspot.com/

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