.Orquesta Sinfónica Municipal de Mar del Plata
.Dirigida por Guillermo Becerra y Emir Saúl
.Solistas: Luisina Rábago, violín
Andrés
Fernández Subiela, contrabajo
Gustavo
López Manzitti, Tenor
Franco Gidoni, flauta traversera
.Teatro Municipal Colón, 13 de diciembre
Organizado por Mardel Sinfónico (organización sin fines de lucro surgida de la
Orquesta Sinfónica Municipal) , el Concurso Musical para jóvenes Talentos
Marplatenses tuvo lugar en 2014; como resultado fue otorgado el 1er. Premio
para la categoría de menores de 21 años a Luisiana Rábago; el 2do. De la
categoría con mención especial a Andrés Fernández Subiela; el 1ro, en la
categoría mayores de 21 año a Franco Gidoni; el 2do, compartido entre Natalia
Rodriguez Flores y Hernán Torres (saxofón) y una mención especial para Rodrigo
Belga (saxofón).
El programa comenzó con el Concierto para Flauta y Orquesta nro. 7 en
mi menor, de Francois Devienne (Francia, 1759-1803) obra de mucha demanda
técnica en el instrumento solista, con pasajes, particularmente en el rondó del
último movimiento, muy rápidos, intrincados y extensos donde la dificultad
estriba no solamente en poder responder a esos requerimientos con la exigencia
de claridad y calidez sonora propias del clasicismo, sino en sostener la
fluidez del discurso en toda extensión de tales pasajes. En lugares como el
primer movimiento, se requiere, además de la claridad de los pasajes rápidos,
el sonido tenue de la primera intervención del instrumento solista. Franco
Gidoni, que ha integrado la Orquesta Sinfónica Municipal, así como otros
organismos sinfónicos (Como la Orquesta del Bicentenario) y de cámara, ha
recibido una amplia formación musical (habiendo cursado estudios con Federido
Gidoni; Julieta Blanco y Alexis Nicolet), con estudios de perfeccionamiento con
Lars Nilsson, entre otros. En la oportunidad mostró un enorme aplomo y
seguridad ante una obra de estas características, que le requieren solidez
técnica –en la rápida digitación, en el control del fiato, en el fraseo y el
sonido claro de una textura donde todo es expuesto- que hablan tanto de su
experiencia como de la formación que ha recibido.
Como segunda obra fue interpretado el Concierto para Contrabajo y Orquesta de
Serge Koussevitzky (Rusia, 1874-1951) famoso contrabajista, compositor y
recordado director de Orquesta Sinfónica de Boston que fue un difusor de un
instrumento que ha sabido explotar en posibilidades inhabituales en su
desempeño como soporte armónico en la orquesta. Lo expone en tesituras –los
registros medios y más agudos- donde el volumen sonoro es menor pero que
permite apreciar la cualidad de su sonido. Lo expone en pasajes rápidos, de
dificultad técnica, que hacen que el intérprete deba buscar las notas en
posiciones incómodas, por la distancia entre los registros. En pasajes del
andante explora una gama de sonidos diferente al frotar las cuerdas casi sobre
el puente mientras que los dedos hacen la nota antes del comienzo del mástil:
ello genera un clima sonoro muy bello e inusual. Andrés Fernández Subiela tuvo
un gran dominio del instrumento y lo hizo lucir en todos sus registros. A
diferencia del ensayo general, donde la amplificación fue dirigida hacia la
orquesta, dado que como instrumento solista no se lo oye desde los atriles, en
el concierto fue aplicada, además, hacia la sala. Aunque discutible como
criterio de intervención en el timbre natural de un instrumento, ello no
perjudicó el resultado final. Alumno de Rogelio Botter; Juan Pablo Navarro y
Oscar Carnero, el solista, formado musicalmente en el Instituto de Profesorado
Artístico y el Conservatorio Luís Gianneo mostró una gran técnica en el
abordaje de las exigencias de la obra.
El programa concluyó con el Concierto para violín y Orquesta en sol
menor, opus 26, de Max Bruch
(Alemania, 1838-1920) obra referencial en la literatura para el
instrumento, que lo exige de diversas maneras: en la fluidez y dulzura del
fraseo –como en la frase inicial del violín solista- en relieves donde los
motivos son acentuados y se hacen intensos, y en pasajes de bravura en una obra
que requiere una mayor energía en ataques como el del comienzo del tercer
movimiento y un tempo más rápido y acentuado. El violín nunca aparece
desvinculado del discurso orquestal, en una trama musical muy amalgamada.
Luisina Rábago lo abordó con la fluidez y las inflexiones que hacen a la
esencia de la obra y no perdió claridad en pasajes como intenso segundo motivo
del tercer movimiento. El solo hecho de abordarla y plasmarla en su belleza
musical hablan por sí mismos del nivel de una solista de 19 años. Alumna de Gustavo Flores, de Rolando Prusak,
formada en clases magistrales con maestros tan reconocidos como Rafael Gintoli,
asistió también a master clases de
Pinchas Zuckerman y ha tenido experiencia orquestal con la Orquesta de
Festival Nacional de Usuahia y la Clásica de Mar del Plata.
La orquesta, por su parte, tuvo su mejor
desempeño en el concierto de Max Bruch, que sonó de un modo más logrado
dinámicamente y más armado en la sesión del concierto con respecto a la del
ensayo general. Sonó con una cualidad menor en el concierto para flauta de
Devienne, particularmente en la cuerda. Aunque lugares como el comienzo y gran
parte del desarrollo sean intensos ello no pone en un segundo plano la calidad
sonora.
Intérpretes muy jóvenes pero ya con una
importante formación y un excelente nivel musical es lo que esta iniciativa de Mardel
Sinfónico –organizadora del concurso- puso de manifiesto.
Eduardo Balestena
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