viernes, 12 de agosto de 2022

Sinfonía nro.2, "Resurrección", de Gustav Mahler por la Orquesta Sinfónica Nacional, solistas y Coro Polifónico Nacional, en el CCK





                                             Fotos: Georgina García 


.Orquesta Sinfónica Nacional de Argentina

.Director: Carlos Vieu

.Solistas: Jaquelina Livieri soprano); María Luisa Merino Ronda (mezzosoprano);

.Coro Polifónico Nacional

.Ariel Alonso, director del coro

.Orquesta fuera del escenario: Pablo Bochimuzzi,  director

.Organista: Sebastián Achenbach.

.Sala Principal, Centro Cultural Kirchner, 10 de agosto, hora 20.

 

             

En el anuncio de los días previos al concierto el maestro Carlos Vieu señaló que la segunda sinfonía –en do menor- de Gustav Mahler constituye un pináculo en la carrera de cada director y de cada instrumentista.

Agregaba, luego de puntualizar sobre el hecho de la colaboración entre La Orquesta Sinfónica Nacional y el Coro Polifónico Nacional, que es una sinfonía de las más importantes del repertorio, de gran porte, de gran dificultad, y de masas sonoras impresionantes.

Ello constituye un buen resumen de una obra cuyo grado de exigencia y dificultad es muy grande, en gran medida por el requerimiento técnico, la duración y la falta de tregua en un horizonte sonoro casi siempre en tensión y que, cuando ello no es así, demanda un color orquestal muy exacto y fluido así como pureza tímbrica en sonidos siempre puntuales y destacados.

Todos los elementos del sinfonismo de Mahler -la marcha fúnebre, el ländler, la música de resonancias lejanas, los amplios glissandos , los acordes de las maderas, los tutti con abundantes elementos de percusión, los solos del concertino, los pizzicatos en la cuerda y mordentes y trinos en maderas- pero en una escala y con una intensidad desconocida hasta entonces.

Muestra muy representativa de la era del “Esplendor Sinfónico”, la posibilidad de acceder en vivo a esta manifestación de la textura del contrapunto disonante (como la llama Pola Suárez Urtubey) es de por sí un acontecimiento muy importante, máxime con el resultado que fue posible apreciar en esta interpretación, a la altura de los registros referenciales de la obra.

La sinfonía requiere un gran orgánico orquestal que incluye –además de la formación habitual- numerosos elementos percusivos, clarinete bajo, clarinetes en si bemol, la y do, contrafagot, una vigorosa sección de metales, dos arpas y una nutrida masa de cuerdas.

 

Una escritura compleja

Gustav Mahler (1860-1911) concibió esta obra inicialmente como un poema sinfónico, cuyo material conforma el primer movimiento; ante la opinión desfavorable del director Hans von Bülow lo reformuló como parte de una totalidad mayor y escribió los movimientos restantes. Irónicamente, la lectura del poema “Resurrección”, de Friedrich Gottlieb Klopstock en la ceremonia fúnebre en honor a von Bülow terminó de dar forma a la obra.

Uno de los rasgos de Mahler es la reelaboración de materiales a lo largo de su obra y la transformación que hace de ellos. De este modo, dos números del “Cuerno mágico de la Juventud” (Das knaben wunderhorn) están presentes aquí en el tercer y cuarto movimiento, pero todo parece sometido a una especie de torsión y no presentarse en estado puro: un ejemplo es la marcha inicial que surge en las maderas luego de los intensos acordes de la cuerda: es una marcha fúnebre pero acentuada y, por decirlo así, “crispada”.

Excepto en algunos lugares puntuales: el ländler del segundo movimiento Andante moderato , así como el cuarto (Urlicht), a partir de la intervención de la mezzosoprano la escritura no se desarrolla en un diseño melódico amplio sino en una diversidad de motivos que, en su desarrollo ulterior, generan otros. Se trata de una textura de relieves, sumamente  intrincada. Un motivos se expande de un instrumento a otro y en ello encuentra su continuidad: va de suyo que la afinación debe ser perfecta, así como el sentido de la frase.

Movimientos como el tercero (Urlich, Sehr feierlich, aber schlich), una extensa reelaboración de uno de los lied San Antonio de Padua predicando a los peces,  del “Cuerno mágico de la juventud” es un ejemplo de la demanda interpretativa: un movimiento extenso, de sonidos cortantes que comienza en la percusión y se desarrolla a partir de un motivo introducido por las maderas.

Cada parte parece tener una complejidad propia.

 

La interpretación

Exigencias específicas en cada sección y sentido de la totalidad, el mantenimiento de un tempo adecuado y expresivo en el conjunto, precisión en cada detalle y timbres destacados son parte del desafío de la obra que transita una gran gama de sentimientos: la angustia, la introspección y la afirmación: es decir que demanda delicadeza tanto como fuerza y proyección.

Es en el cuarto movimiento (Urlich) que se introduce la voz de la mezzosoprano (“Oh pequeña rosa roja”). María Luisa Merino Ronda mostró su timbre profundo, de solemne musicalidad, elegante en un pasaje majestuoso y desgarrado al mismo tiempo.   

Una muestra del tejido complejo de la obra es el extenso diálogo entre la banda externa y la orquesta previa a la entrada en piano de coro “Resucitará, sí, resucitarás”, con una sutileza y al mismo tiempo densidad en las voces. El pasaje marca, poco después, la entrada de la soprano “Vida eterna te dará quien te llamó”. La voz de Jaquelina Livieri es de grandes y sutiles matices tanto como de proyección y potencia en todo su rango, uno que se extiende en el curso de una simple frase. Voces introspectivas, sutiles, delicadas que van creciendo progresivamente hasta ser intensas y expansivas, audibles claramente ante un aparato orquestal de la magnitud que demanda la obra. Los bajos de la orquesta brindan un soporte armónico al coro, realzan la cuerda de bajos y le dan densidad mientras crecen las voces solistas. La performance del coro habla a las claras de su calidad y su preparación.

En el documental “A mi manera”, sobre Bernard Haitink, de John Bridcut el maestro afirma que llevar a cabo un ciclo de las sinfonías completas de Gustav Mahler demanda diez años. Tal afirmación es una muestra de la dificultad de tales obras, del grado de comprensión y trabajo que requieren y a la vez nos da una pauta de lo que logró la Orquesta Sinfónica Nacional, las solistas y el Coro Polifónico Nacional a unos tres meses de adquirida la actual conformación de la orquesta.

El maestro Carlos Vieu es tan versátil como profundo y detallista en el estudio, enfoque  y la realización de una obra de la magnitud de la sinfonía que nos ocupa. Es además un formador reconocido, con alumnos como Lorenzo Guggenheim, en su juventud, maestro ya reconocido que se formó con él.

Eran certeras las palabras del maestro al caracterizar esta obra como un pináculo para un director y para los músicos que intervienen en ella.

Una vez más, cabe agradecer la gentileza del personal de Organismos Estables Nacionales y en especial de Gonzalo Quintas.  

 

     

    

 

 

 

 

 

Eduardo Balestena

  

 

           


lunes, 8 de agosto de 2022

Concierto de la Orquesta Nacional de Música Argentina "Juan de Dios Filiberto"




 

                                          Fotos Federico Kaplun

.Orquesta Nacional de Música Argentina “Juan de Dios Filiberto”

.Director: Christian Baldini

.Solista: Javier Weintraub, violín

.Artistas invitados: Víctor Lavallén, bandoneón; Diego Schissi, piano; Juan Pablo Navarro, contrabajo; Guillermo Rubino, violín; Alejandro Bruschini, bandoneón

.Sala La ballena Azul, Centro Cultural Kirchner, 5 de agosto, hora 20.

 

            La Orquesta Nacional de Música Argentina Juan de Dios Filiberto llevó a cabo en este concierto el estreno de dos obras de gran originalidad musical.

           

Criaturas del fuego, de María Laura Antonelli, fue la primera de ellas.

Se trata de un concierto para violín y orquesta especialmente comisionado por la ONMA, que incluye bandoneón, y elementos electroacústicos.

Desarrollada en una sola secuencia tiene, sin embargo, un esquema tritemático que podríamos caracterizar como momentos de intensidad/reposo/intensidad. Lleva al instrumento solista a una exigencia virtuosística: en los momentos rápidos, intensos y tajantes y en la expresiva serenidad de la sección central;  en ésta el violín dialoga con los timbales, se produce una suerte atmósfera de sereno misterio, hasta la progresiva introducción de las secciones de la orquesta.

Reconocida compositora y pianista, Laura Antonelli ha señalado que su idea compositiva fue la de construir un tejido de eventos sonoros en una línea temporal, en sus distintas texturas, un espacio acústico que contiene una suerte de sub texto que alude a la sorpresa y a la evocación de “recuerdos que no ocurrieron.”

Combina, en su textura –al decir de Javier Weintraub- las características más europeas de los conciertos para violín y el tango argentino.

Diálogo de tradiciones musicales, teoría acerca de espacio acústico y los elementos que en él conviven, el concierto tradicional –en la idea en sí de escribir un concierto para violín y orquesta- y una suerte de metamorfosis del tango, en una síntesis en que ambos elementos configuran un espacio nuevo.

Javier Weintraub, es egresado del Conservatorio López Buchardo y ha integrado numerosos conjuntos de cámara y orquestas sinfónicas; violinista virtuoso, ha realizado giras por numerosos países, tales como Estados Unidos, Japón, Alemania, Suiza, Inglaterra, por citar algunos.

María Laura Antonelli es pianista, compositora, arregladora y docente del Conservatorio de Astor Piazzola, de la Ciudad de Buenos Aires y del Manuel de Falla; ha actuado tanto en nuestro país como en Europa y llevado a cabo una extensa carrera.

Tal como lo señaló el maestro Baldini antes de comenzar el concierto, el solo hecho de una mujer compositora escribiendo y estrenando un concierto para violín es algo de por sí muy positivo y  significativo.

 

Lavallén Sinfónico

Esta obra, que ocupó la segunda parte del concierto, es una suite integrada por el arreglo de once tangos compuesto por el maestro Víctor Lavallén y está conformada del siguiente modo: I Amanecer ciudadano/ Mostonguero/ A la sombra del fueye/ De menor a mayor (Víctor Lavallén y Pablo Estigarribia); II. Vigilia/ Amor de primavera/ De espaldas al relój. III. Atemporal /Buenosaireando/ De norte a sur/ Meridional.

Se trata de obras que Víctor Lavallén tocó con los más grandes maestros del tango, como Osvaldo Pugliese, en cuya orquesta Víctor Lavallén fue arreglador y bandoneonista.

El modo en que este material se despliega en el quinteto central y la orquesta es una prueba del enorme talento de Diego Schissi como arreglador, además de pianista. Dio a la obra un desarrollo en términos de rápido/lento/rápido, forma ternaria de muchas obras sinfónicas.

En este horizonte todas las combinaciones posibles están exploradas y explotadas: una flauta introduce un elemento melódico sencillo que discurre hasta la entrada del violín solista del quinteto, amplificado de manera que suena distinto a los de la orquesta, se produce un diálogo a partir de ese elemento que va pasando a la orquesta paulatinamente, expandiéndose. En otros lugares es la orquesta la que introduce el motivo que siempre se extiende y transforma en la amplia paleta: piano, quinteto, cuerdas, percusión, bandoneones.

Las intervenciones del primer bandoneón y el segundo  van desde la rítmica muy marcada a las melodías –en la sección lenta- que, en su dulzura y delicadeza, discurren como una improvisación que parece llevarnos a descubrir una solución siempre inesperada. El bandoneón es tratado desde lo más notorio e intenso a lo más suave y delicado en una gama muy amplia.

Si algo caracteriza la obra es ese sentido de permanente invención.

Atento siempre a las indicaciones del director, el quinteto se amalgama a la orquesta en una obra de gran exigencia: rítmica, melódica y en sus dinámicas en la cual la marcación es un aspecto central.

Un género popular aparece como un género intuitivo y los músicos capaces de abordarlo son también capaces de trabajar en una estructura formal, como lo es una orquesta sinfónica. A sus 86 años Víctor Lavallén es una parte de la historia y del presente, sus dotes de compositor e intérprete lo confirman.

Una de las cosas que señaló el maestro Baldini al comienzo del concierto es el alto nivel de la Orquesta Nacional de Música Argentina “Juan de Dios Filiberto”, lo cual quedó absolutamente demostrado en este exigente programa. También destacó que un programa de concierto no es algo menor: el modo en que las obras convergen constituye de por sí una experiencia musical, sensoria y espiritual.

Dos obras argentinas coetáneas, una propuesta original y una experiencia diferente: tal fue lo deparado este concierto.

 

 

 

 

 

 

Eduardo Balestena

   

 

           

           


L ´elisir d ´amore en el Teatro Colón

                    


                         

                                              Foto, Arnaldo Colombaroli


.L´elisir d´amore, ópera cómica en dos actos (1832)

.Música: Gaetano Donizetti

.Libreto: Felice Romani, basado en el libreto de Eugene Scribe para la ópera Le Philtre de Daniel-Francois Auber

.Dirección musical: Evelino Pidò

.Elenco: Adina, Nadine Sierra (soprano); Nemorino, Javier Camarena (tenor); Doctor Dulcamara, Ambrogio Maestri (barítono); Belcore, Alfredo Daza (barítono); Gianetta, Florencia Machado (mezzosoprano

.Orquesta Estable del Teatro Colón.

.Coro Estable del Teatro Colón, dirigido por Miguel Martínez

.Dirección de escena: Emilio Sagi

.Diseño de iluminación: José Luís Fioruccio

.Vestuario: Renata Schussheim

.Escenografía: Enrique Bordolini

.Teatro Colón de Buenos Aires, 4 de agosto, abono nocturno tradicional.

 

            Una versión musicalmente muy bien lograda fue la que ofreció el Teatro Colón de

L ´elisir d´amore, obra maestra del bel canto donde todos los elementos deben funcionar con la precisión de un reloj.

           

Música y voces

Evelino Pidò es uno de los grandes especialistas en este repertorio. La textura musical de esta obra está dada en elementos muy puntuales y reconocibles para connotar las distintas situaciones, sentimientos y expectativas: acordes de maderas y rápidos pasajes con reiteración de motivos y duetos donde dos líneas de canto diferente aluden a pensamientos también diferentes de los personajes. Melodías tan definidas como fluidas, todo el tiempo, en un horizonte cambiante: en el coro, en las voces, en la orquesta.

Va de suyo que la mayor exigencia es el fraseo, su continuidad, sus acentos y las dinámicas y que ello es así en todo el conjunto: voces solistas, ante las cuales la acción se interrumpe y que suscitan una expectativa que la música debe poder expresar siempre, orquesta y coro. La música tiene el brillo de sus melodías, de esa suerte de código en que va significando, con elementos identificables, las distintas situaciones y en el timbre: siempre claro en un volumen en que la música cumpla su función sin inmiscuirse demasiado en la escena.

Hubo en todo momento una absoluta flexibilidad y brillo sonoro y una absoluta amalgama entre orquesta y voces. El coro, dirigido por el maestro Miguel Martínez, fue ajustado, sin fisuras, siempre efectivo; el conjunto de las voces centrales fue homogéneo en las exigencias de cada rol: vocales y actorales.

Javier Camarena fue de las voces más destacadas, con un timbre absolutamente musical y brillante y un perfecto fraseo. Decisión, esperanza, desesperanza, ingenuidad, todo eso debe poder connotar su personaje. Dulzura y espontaneidad priman sobre el puro volumen. Probó su técnica al hacer un bis de la famosa aria Una furtiva lágrima. Al personaje de Adina cabe marcar el progresivo pasaje del desdén al amor. Nadine Sierra la compuso con espontaneidad y perfección en los matices y una solvencia total (fresca, espontánea) en la composición del personaje.

Renglón aparte merece Ambrogio Maestri como Dulcamara: el efecto humorístico de su personaje depende en gran medida de la potencia, los matices de su emisión y su gestualidad. Es dable apreciar el efecto de rima de las palabras, efecto en el cual gran parte del humor se basa. Se hace dueño se la escena ya desde el comienzo   

            En su rol de Belcore, Alfredo Daza –perfecto en su desempeño actoral- fue afianzando progresivamente su voz. Florencia Machado compuso perfectamente a su personaje de Gianetta.

           

La puesta

Llevada del ámbito pueblerino (ingenuo, inocente, despojado) a los Estados Unidos de la década del 50, con una cancha y un juego de básquet –la caída de la pelota al foso orquestal en plena interpretación musical fue algo inimaginable no sólo  para Donizetti sino también para espectadores y músicos- se plantea un desfasaje entre el texto inicial del coro y un ámbito fuertemente marcado por la prevalencia del color y el espacio urbano. Dulcamara hace su entrada en un bellísimo Chrysler cabriolet 1951, gris metalizado,  en cuyo gran baúl atesora el elixir y Nemorino cruza la escena en bicicleta. Con un vestuario puntilloso al mínimo detalle y una escenografía e iluminación sumamente cuidadas, con detalles como una ventana de un primer piso en el cual la escena se expande, en los cuidados movimientos escénicos la propuesta funciona como un mecanismo de precisión.

Signada como una necesidad de reinterpretación del espacio escénico, las puestas dejan de ser un soporte físico para la acción y la música y aspiran a ser una segunda creación puesta a resignificar a la primera.

Por suerte está allí la música que sigue siendo lo principal.

           

 

 

Eduardo Balestena