domingo, 7 de julio de 2013

Carmina Burana


La Orquesta Sinfónica Municipal se presentó en el Teatro Radio City el 6 de julio, bajo la dirección del maestro Emir Saúl, con la actuación solista de María José Dulin (soprano); Luciano Garay (barítono) y Sergio Spina (tenor), con la intervención del Coral Carmina y el Coro de Cámara de la Universidad Nacional de Mr del Plata, dirigidos por el maestro Horacio Lanci; y el Junior Choir del colegio Northern Hills, dirigido por la maestra Cecilia García.
            Aniversario del Coral Carmina
            El vigésimo aniversario del Coral Carmina, un grupo que ha interpretado numerosas obras del repertorio coral y sinfónico coral y trabajado mucho y muy duramente, presentándose  además de en Mar del Plata, en otros escenarios, fue la ocasión para interpretar Carmina Burana, de Carl Orff (1895-1892).
            Un rico contexto literario
Al producirse en 1803 la secularización de las bibliotecas monacales de Baviera se conoció el conjunto original canciones editado por el bibliotecario Schmeller, que los subtituló Poemas de Benedikbeuren, o en su forma latina, Carmina  Burana (carmina es aplicable a canción y verso), es decir, Cantos o versos de Burana, aunque no es seguro que haya sido en ese lugar donde la colección fue reunida, sino en alguna parte del Tirol.
Los manuscritos –más de doscientas canciones- van desde el siglo XI tardío hasta el XIII. Sus lugares de origen son Occitania (sur de Francia), Francia, Inglaterra, Escocia (Saint Andrew), Suiza (Cartuja de Bale), Cataluña (Barcelona, las Huelgas), Castilla (Toledo), y Alemania. Muchas están escritas en sus leguas de origen. La mayoría lo están en latín, el idioma universal de la cultura por entonces.
Para su obra Orff tomó, de este rico cancionero, mayormente las obras goliardas de un conjunto cuyos autores eran itinerantes, clérigos amonestados, monjes y estudiantes que viajaban de ciudad en ciudad.
En la época en que Orff tomó contacto con este material (su obra fue gestada en 1935/36), no se encontraba descifrada su notación musical, una compleja escritura neumática. La poesía de Carmina Burana fue concebida para ser cantada. Muchas de las melodías se han perdido, otras se conservaron gracias a la práctica de emplear las viejas melodías con palabras nuevas. El resultado es un cancionero que alterna textos concebidos desde la más pura búsqueda del lenguaje poético, a otros de variada índole pero que tienen de común con los primeros, la subyugante fuerza vital. 
Horacio Lanci, en los programas que dedicó e la obra en la seria Un viaje al interior de la música analizaba distintos aspectos de su estética: melodías simples; armonías consonantes; formas estróficas; cambios rítmicos permanentes; ritmos directos y repetidos.
            Aspectos Interpretativos
            La interpretación –subtitulada en castellano- tuvo comienzo luego de una extensa y torturante demora. Con un muy buen nivel de solistas, los aspectos más salientes fueron la performance de un coro casi siempre ajustado en sus entradas, en una estética mayormente percusiva y con ello, basada en la precisión de las intervenciones en fonemas cortos y enérgicos. Algunas hubieran podido ser más claras y definidas y en ocasiones la homgeneidad pudo ser mayor. Ayudó una dirección  conectada con el coro (más que con la orquesta y las entradas, por ejemplo, a algunas de las baterías de las cinco que lleva la percusión). Hubo un profundo y sostenido trabajo del coro: se vio en números de dificultad, como el 14 “In taberna quando sumus” acentuada por la rapidez de un tempo que si bien la hizo más difícil también la hizo lucir más: largas líneas de fonemas cortos y acentuados que obligaron a un comprometido control de fiato. Otros números destacados fueron el 9 “Reie swaz hie gat umbre” (con unas voces femeninas realmente sutiles provenientes de la sección central de sopranos) y 10 “Were diu werit  alle min” que mostró una constante: el control en la gradación de intensidad en los crescendos y el color. El coro debió atender el problema del equilibrio, usual en las obras sinfónico corales y que se acentúa en esta por el predominio de metales y percusión. Pudo lograr una proyección  eficaz en números comprometidos en este aspecto, como 24 “Ave fermosisima” y se resintió mayormente en las voces de los tenores en números como “In taberna quando sumos” o en el 20 “Veni venias”.
            En las secciones puramente instrumentales como el número 6 “Tanz” se hizo sentir la necesidad de refuerzo en la cuerda que redundó en la falta de cuerpo y densidad del sonido de la sección; y algunos inconvenientes, pocos y puntuales en trompas y trompetas, en el marco de una sólida percusión, de metales muy eficaces y de una sección grave de la cuerda (contrabajos) siempre justa, clara y de espesor.
            Los solistas, llevados a tesituras extremas en lapsos breves, a permanecer en notas largas en registros agudos, como la soprano en el número 21 “In trutina” dieron muestras de solidez interpretativa y musicalidad. María José Dulin brindó un timbre claro, refinado y cálido, con una afinación muy precisa y un fraseo musical y claramente y articulado; Luciano Garay fue igualmente eficaz en un rol exigente en cuanto al uso del registro: desde los graves al canto en falsete (16 “Dies nox et omnia”) donde permanece para luego bajar nuevamente y volver, un y otra vez, lo cual implica un compromiso en el pasaje entre esos registros. Precisión, afinación que compensaron un volumen más justo que intenso y que por momentos, fue (18 “Circa Mea Pectora”) eclipsado por la orquesta. A Sergio Spina toco el comprometido pasaje en falsete en el número 12 “Onis lacus collueran”. También serio, disciplinado  y preciso lució el Junior chorus.
            Fue una buena y digna versión de la obra de Orff en una fecha muy especial.      



Eduardo Balestena