.Norma, ópera en dos actos.
.Música: Vincenzo Bellini.
.Libreto: Felice Romani
.Dirección musical: Hernán Sánchez Arteaga
.Elenco: Norma, Monserrat Maldonado (soprano); Pollione,
Darío Sayegh (tenor); Adalgisa, Nidia Palacios (mezzosoprano); Oroveso, Carlos
Esquivel (bajo); Clotilde, María Goso (soprano); Flavio, Jerónimo Vargas Gómez
(tenor).
.Coro de Juventus Lyrica, dirigido por Hernán Sánchez
Arteaga; asistente, Pablo Manzanelli
.Dirección de escena: Florencia Sanguinetti.
.Escenografía: Marcelo Savioli.
.Iluminación, Rubén Conde
.Vestuario, Cecilia Carini.
.Teatro Avenida, Buenos Aires, 12 de mayo.
La versión de Norma de Juventus Lyrica,
en su fecha de iniciación de la temporada 2017, permitió apreciar un conjunto
compacto, muy bien armado en todos sus elementos.
Como obra representativa del bel canto la concepción estética parece
sencilla: música en pie binario, que expone un motivo o lleva un acompañamiento
de las voces, con las cuales coincide en la acentuación del tiempo fuerte; exposición
de motivos breves de gran riqueza melódica y su desarrollo. Sin embargo los
requerimientos son precisamente grandes por eso: nada puede fallar en ese
conjunto de elementos puestos a sustentar un drama, condensado, poderoso,
intenso y muy bello que funciona como un verdadero mecanismo. Por empezar, la
necesidad de subordinar la técnica a un clima que la requiere intensamente y que
se resentiría si algo, particularmente la voz, fallase.
La música –en ese compás- tiene un sentido
marcial que lleva a las voces y en los momentos de dramatismo tal sentido
marcial se convierte en intensidad de sentimientos, en una verdadera progresión
que no se detiene en ningún momento. Énfasis; afinación; articulación en los
pasajes hacia los registros agudos o graves de la voz –que requieren ser
sostenidos en notas largas- constituyen las exigencias más evidentes y la
muestra del balanceado conjunto de música y letra logrado por el talento de
Bellini y Romani, gran libretista de óperas de Bellini, Donizetti y Verdi,
entre otros. La cadencia de la frase no sólo hace al sentido del texto sino
también a una sección musical siempre precisa y que subraya un clima.
Por un lado, se trata de una partitura
con acentos enfáticos y por otro, con motivos de gran belleza que requieren una
cadencia muy libre en el fraseo, como si se improvisara. El solo de flauta en Casta Diva es un ejemplo; los motivos de
los inicios de aria son otro, motivos breves, de frases muy definidas, que son
reiterados en oportunidades una o dos veces para interrumpirse y, en ocasiones,
ser seguidos por la línea de canto mientras la orquesta lleva a cabo un
acompañamiento muy leve. Suele existir una sección de respuesta que contribuye
a resolver el pasaje. Se trata de un entorno sonoro que demanda claridad y
cuyas imperfecciones no podrían ser ocultadas.
Las
voces
Consolidadas a partir de la primera
parte del primer acto, con un brillo sostenido a lo largo de casi todo el
segundo, las voces lograron momentos de gran e intensa homogeneidad: uno es el
dúo de Adalgisa y Norma ¡Oh rimembranza!, de segundo cuadro del primer acto; otro el trío Oh, non tremare,
o perfido –Adalgissa; Norma; Pollione-.
Monserrat Maldonado mostró, en el rol de Norma un amplio volumen vocal;
articulación en el pasaje a las nota graves o agudas del registro, que pudo
sostener adecuadamente en casi todo un desarrollo que demanda gran resistencia;
afinación y brillo en el timbre. Un ejemplo fue el aria Casta Diva, que
interpreta en el primer acto, a poco de comenzar la obra, que le demanda una
gran elegancia en el fraseo, en un pasaje de los pocos lentos que hay en la
ópera y que demanda control del fiato; legato; sutileza.
Como Pollione, Darío Sayegh exhibió una precisa técnica que, en lugares
como Meco all'altar di Venere, le
permitió sostener pasajes agudos –algo tensos- luego de otros prolongados en ese registro, con demandantes
partes en legato hacia los agudos.
También se lució en el trío del final del
primer acto, con una menor potencia vocal en el dúo del tercer cuadro
del segundo acto.
Nidia Palacios interpretó acabadamente su rol de
Adalgisa, con la finura de un timbre que tuvo mayor claridad en la zona aguda y
media del registro, con momentos tan logrados como los duetos con Norma, donde
era claramente apreciable el intervalo de ambas voces (Deh! Con te li prendi), así como
en el trío Oh, non tremare, o perfido.
También destacable fue el desempeño actoral de los cantantes.
Luego de su intervención inicial Carlos Esquivel fue consolidándose en
el rol de Oroveso, con una voz de gran peso, audible aun en el conjunto, le dio
al papel densidad. También como cantantes de una ya importante trayectoria, María
Goso –que encarnó, con su voz de particular dulzura a Micaela en Carmen- y Jerónimo
Vargas Gómez cumplieron acabadamente con los papeles de Clotilde y Flavio,
confidentes, ayudantes de la acción central.
Coro y orquesta
Distinguibles sus distintas cuerdas, intercaladas en el
conjunto, el coro fue absolutamente homogéneo en su sonido grupal. Le caben
intervenciones nodales en la obra: un coro la abre: Dell'aura tua
profetica y es el coro, en
una bellísima sección de pregunta y respuesta, quien interpela a Norma en el
último cuadro del segundo acto. El llamado a la guerra es otro de los vibrantes
pasajes de conjunto.
Asimismo, la orquesta destacó tanto en la belleza del fraseo
de determinados pasajes, como en la cohesión del conjunto, con un sonido
preciso, afinado, sin desajustes.
Belleza visual; sencillez y practicidad son los postulados
más visibles de una puesta que –que en el marco de un conjunto muy cuidado en
cuanto a los movimientos en escena- unificó los distintos ámbitos en los que
transcurre la acción en uno conformado por distintos planos de piedras,
evocativas de los dólmenes y su permanente misterio, que se adecua, con mínimas
intervenciones, a las peripecias de la obra.
En este paisaje seco y austero cobra significancia la luz, el
movimiento cuidado en la escena, el vestuario y el maquillaje, todos elementos
que construyen los diferentes climas. Un momento muy logrado es el de la
invocación a la luna, cuya imagen, tan misteriosa como la de los dólmenes, se
alza detrás de éstos. La música, por otra parte, ya de por sí connotaba
sentimientos que la proyección no necesitaba subrayar –puntualmente en lo
referido a los hijos de Norma-.
Florencia Sanguinetti logró una puesta distinta e
inteligente, que en absoluto se basa en agregados externos al sentido del drama
sino en que éste discurra en un espacio indefinido, hecho de objetos y climas
puntuales –no se trata de agregar sino de elegir- donde la acción sucede.
Apoyada en el conjunto de sus elementos y en el cuidado en
cada uno de ellos, Juventus Lyrica presentó una muy lograda versión de Norma.
Eduardo Balestena
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