(Foto, Enrico Fantoni)
.Solistas: Stefano Bollani; Diego Schissi, piano
.Orquesta Asociación de Profesores de la Orquesta Estable
del Teatro Colón
.Director: Carlos Vieu
.Teatro Coliseo, Buenos Aires, 13 de mayo.
La propuesta de este concierto llevado a
cabo en el ciclo de Nuova Harmonia estuvo signada por varios factores: la
improvisación solista; la inventiva e innovación musical; el límite, difuso a
veces, entre la música popular y la académica, así como la interrogación sobre
tales categorías y sobre los géneros de fusión.
El programa comenzó con Variaciones sobre Gershwin, de Stefano Bollani. Pianista; compositor con una
importante carrera en Europa. Intérprete de singular presencia y carisma,
desarrolló una serie de improvisaciones primero a partir de la frase inicial
del clarinete en la Rhapsody in blue y luego de I got rhythm y The man I love.
Desde el inicio mostró el propósito de
jugar con la solemnidad de los conciertos e iniciar éste en un marco de pura
inventiva, que hizo evidente su enorme talento para la improvisación. Con la
base de ostinato desarrolló a la vez
líneas en que los temas eran citados, tomándose un intervalo de una frase y
desarrollando una nueva línea a partir de él, para regresar al episodio
inicial, incursionar en otro y volver (éste es sólo uno de sus muchos recursos).
Con secciones absolutamente sólidas –metales, maderas, percusión- la
orquesta tuvo una lucida actuación. Destacaron especialmente –entre otros-
Carlos Céspedes (clarinete solista); Florencia Barrientos (percusión); Walter
Mengel (trompeta solista); Oleg Pishenin (concertino); la sección de cornos y
de trombones.
La extensa segunda parte estuvo
conformada por las versiones, con arreglos de Diego Scchissi y orquestación
suya y de Matías Scheines, de obras de tango: Milonga Triste, de Sebastián
Piana y Homero Manzi; Libertango, de Astor Piazzolla; Cafetín de
Buenos Aires, de Mariano Mores y
Enrique Santos Discépolo;
prosiguiendo con una serie de obras de Diego
Schissi y una de Stefano Bollani, alternándose
las formaciones de orquesta y dos pianos; dos pianos y piano solista.
En arreglos como el de Libertango, con
dos pianos y orquesta lo más perceptible estuvo en el discurso orquestal; en
otras instancias, la idea de improvisación en jazz abarcó la temática de tango.
Las intervenciones estuvieron marcadas por pasajes y efectos orquestales, tales
como el glissando en la cuerda, los
colores en las maderas y la inventiva pianística, indetenible, siempre
sorprendente.
En sus improvisaciones, Bollani suele
tomar –con más o menos extensión- formas tradicionales, como el minué,
citarlas, reiterarlas y valerse de ellas para abrir nuevos episodios y volver a
la cita inicial. Los finales de sus intervenciones suelen estar marcadas por
este mecanismo conclusivo, suerte de broma, cálida y respetuosa, del elemento
clásico que nunca es dejado atrás ya que constituye una referencia siempre
presente.
En obras como Cafetín de Buenos Aires se
abre una interesante cuestión que finca
en las razones de la necesidad de llevar la obra popular al marco académico,
uno que remitirá siempre a la naturaleza popular, en cuya estética alcanza una
belleza y plenitud irrepetibles (llevada a otro ámbito es otra cosa). Hay una
necesidad de exploración de posibilidades, ello rige para todo el postulado
estético de pianistas y arregladores y de transitar de un universo a otro –el
lenguaje académico y el popular- e incursionar en sus zonas de encuentro. Una
idea distinta a la de Bartók, citado por el artículo de Diego Fisherman en el
programa de mano, quien obtuvo una identidad única y nueva en la obra académica
concibiéndola a partir del trabajo de los materiales folklóricos: la fusión
está en una creación nueva donde ya no existen las categorías de lo popular y
lo académico porque ambas forman parte de algo que no sería lo que es si no
fuese por ellas.
En este horizonte, el talento pianístico
de los intérpretes es una de los aspectos más evidentes. Baste señalar que
Diego Schissi es un compositor y
arreglador que ha llevado una importante carrera en el país y en el exterior.
La pregunta es si la fusión, como idea,
el tránsito de una a otra categoría musical –si es válido hablar de categorías,
como lo cuestiona Fisherman- puede ofrecer algo más que el virtuosismo, la
libertad formal y la sorprendente imaginación.
Carlos Vieu ha mostrado una vez más su
versatilidad como director, en una carrera que en los últimos días lo ha
llevado de Aaron Copland a Beethoven; Gershwin; Piana y Piazzolla, al frente de
una orquesta totalmente experimentada, en obras de importantes requerimientos
formales.
Nuova Harmonia ha brindado algo que no
es sólo un concierto sino un modo de experimentar la música.
Eduardo Balestena
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