.Budapest
Festival Orchestra
.Director: Ivan
Fischer
.Solista: Miah Persson (soprano)
.Teatro Colón de Buenos Aires, 27 de junio.
En su concierto del segundo abono del
Mozarteum la Festival Orchestra de Budapest, dirigida por su fundador y
Director Musical Iván Fischer, contó con la actuación solista de la soprano
Miah Persson, en un programa con un repertorio de lenguajes marcadamente
diferentes al del día anterior.
Los registros de Bela Bartók (1882-1945)
al piano constituyen un material genuino y a la vez una sustancia compositiva a
partir de la cual desarrolló tímbrica y formalmente los modos antiguos de los
cantos magiares cuyas posibilidades expresivas eran de por sí limitadas; ese
uso, el “folklore imaginario” el expandir esa materia en un sistema compositivo
propio y elaborado le brindó a su música algo único. Si bien la orquestación de
los Bocetos húngaros (Magyar képek) –obra
inicial del programa- no está concebida
en la sutil complejidad armónica de la Música para cuerdas, percusión y celesta,
por ejemplo, es un claro ejemplo del sentido de la belleza tímbrica, del color
y de la capacidad de orquestación de Bartók. Requiere una gran pureza sonora y
una gradación en el color de una paleta orquestal refinada y sutil en sus
acentos y colores. Constituyen un conjunto de elementos musicales muy diversos:
aires de danza, audacias armónicas, diálogos tan originales como ricos, el
final Danza de los Ürog constituye un desarrollo típico del compositor: el
enriquecimiento sobre la base de un motivo breve y sencillo hasta lograr
la absoluta plenitud tímbrica y
expresiva.
La significación de las Cuatro últimas canciones (Vier letzke
lieder), de Richard Strauss (1864-1949) es muy
profunda en la música: por una parte coronan y concluyen la tradición del género
y, más hondamente todavía, nos brindan lo que Richard Strauss elige de su
universo musical para concluir su actividad compositiva, renunciando a todo
efecto y buscando un modo de plasmar lo trascendente a partir de un
despojamiento formal que, en un afán de suprema síntesis, se concentra en
puntuales recursos estilísticos –en la música están dados por una cuerda
siempre etérea, el soporte armónico de maderas y metales y solos de precisa
función y significación- en el que el texto poético adquiere fuerza
aglutinante.
Concebidos
con la técnica vocal de su esposa, la soprano
Pauline de Ahna, son de un enorme
compromiso técnico y expresivo, íntimamente imbricados como lo están, contenido
y forma (el desarrollo musical cambia casi siempre según la división estrófica),
que requieren una elegancia, dulzura del fraseo tanto como un absoluto control
del fiato ya que discurren en largas líneas sinuosas, con sutiles armonías cromáticas, que abarcan
desde el Si agudo al Re bemol grave, con pasajes hacia los tonos graves a veces
en el transcurso de una frase.
El
tempo es un elemento muy relevante: el lento permite apreciar colores,
modulaciones e intensidad de las frases de un texto lírico que por serlo es de
por sí esencialmente musical, pero
implica un mayor requerimiento del fiato. Un tempo más rápido, con un
consiguiente requerimiento menos comprometido de la respiración, hace a los
pasajes agudos más cortantes y próximos y no permite desplegar ni la
musicalidad de la frase ni la de la orquesta.
Miah
Persson y la Budapest Festival Orchestra abordaron su interpretación en un
tempo lento que, desde una ubicación próxima al escenario me permitió apreciar
la conducción absolutamente clara del maestro Ivan Fischer, tanto en su
comunicación con una orquesta que conoce sus mínimos gestos, como con la
solista, cuya línea de canto entonaba en silencio junto con la soprano, como la
perfección de una línea de canto absolutamente controlada y expresiva, aspectos
que priman sobre el volumen que corresponde al de una soprano lírica cuya presencia en el escenario es de por sí
refinada y elegante. Perfecta era asimismo su pronunciación, la sutileza de
fraseo y su naturalidad.
Son
numerosos los aspectos que merecerían un detalle. Es posible tratar de
resumirlos en la singularidad de algunos lugares de esta obra tan irrepetible:
el requerimiento de los registros agudos (por ejemplo en una parte del segundo
verso: ”Baumen an blauen/”árboles y aire azul”, sobre el poema de Herman Hesse)
implicó que luego de su estreno en el Albert Hall, en 1950, Kirsten Flagstadt
no volviera ya a cantar nuevamente Früling
(Primavera), el primero de los lieder. Más allá de dificultades técnicas, como
el largo melisma sobre la palabra Flüguen
(vuelo), del segundo verso de la tercera estrofa, en Beim Schlafengehen (al ir a
dormir), que casi inmediatamente deriva al registro grave, la obra discurre en un fraseo consustanciado
con textos que connotan el retiro de la vida, la sensación de dulce y
nostálgico abandono, como la intensa frase de violín que antecede a la última
estrofa. En el lied final Im abentrot
(En la puesta de sol) sobre el poema de Joseph von Eichendorff) la voz, con una
inflexión de despedida: “So tief im Abentrot,/wie sind wir wandermüde-/it dies
etwa?, (Oh, inmensa y dulce paz,/tan profunda en la puesta de sol,/qué
fatigados estamos por haber caminado/Será esta, entonces, la muerte?) termina o
, más sien se extingue, en ese último verso pero la música sigue en hondos
acordes de cuerdas, maderas y trompas. Como ejemplo del simbolismo de que la muerte
no lo extingue todo surge nuevamente un pasaje en los piccolos presente en el
verso que menciona las alondras (Lerchen).
La
soprano sueca Miah Persson, que debutara en 2003 en el Festival de Salzburgo,
junto a la Filarmónica de Viena, dando comienzo a una muy destacada carrera
internacional obtuvo una excelente versión de una obra cuyos requerimientos más
grandes son los expresivos y permitió transmitir la calma y a la vez desgarrada
despedida del mundo de Richard Strauss.
En la
segunda parte fue interpretada la Sinfonía
nro. 4, en sol mayor, de Gustav Mahler (1860-1911). Del mismo modo que en
su versión de la cuarta sinfonía de Brahms en día anterior, Ivan Fischer llevó
a la Budapest Festival Orchestra en una interpretación que destacó en la
libertad de los tempos, por ejemplo en secciones de respuesta como la que
sucede al primer tema, y que igualmente destacó en las gradaciones dinámicas
tan sutiles que llevan tanto el tercer movimiento (Ruhevoll, poco adagio, bellísimo marco sonoro para la película El maestro de música de Gerard Corbieu),
como el movimiento final Sehr behaglich
, con la intervención de la soprano con el texto de Das Himmlische Leben (La vida celestial), del Cuerno Mágico de la Juventud.
La
perfección sonora de la Budapest Festival Orchestra fue evidente. Su idea
interpretativa es diferente: las frases de las maderas, el modo de proyectar el
sonido los clarinetes por ejemplo, levantando al instrumento, técnica también
empleada por la Orquesta Teresa Carreño de Venezuela, el fraseo de una cuerda
absolutamente envolvente, pura, con gradaciones tan sutiles y progresivas como
marcadas en lo crescendos.
El
entendimiento del maestro Ivan Fischer con el organismo es absoluto: pese a la
profesionalidad de los músicos, está presente en todo tanto en las entradas
como en expresiones que subrayan la intensidad de los pasajes.
La
venida de la Budapest Festival Orchestra ha sido, sin duda, un hecho musical trascendente.
Destacaron
de manera especial: Violetta Eckhard (violín concertino); Gabriella Pivon y
Anett Jófoldi (flautas traveseras y piccolos); Philippe Tondre (oboe); Ákos Ács
(clarinete) y Zoltan Szóke (corno solista).
Eduardo Balestena
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