Orquesta
Filarmónica de Buenos Aires
Director: Enrique Arturo Diemecke
Solista: Vadim Gluzman, violín
Teatro
Colón de Buenos Aires
El violinista ruso Vadim Gluzman actuó como
solista, con la Orquesta Filarmónica
de Buenos Aires, dirigida por su titular, el maestro mexicano Arturo Enrique
Diemecke en el concierto del 26 de septiembre en el Teatro Colón de Buenos
Aires.
Concierto
nro. 2 para violín y orquesta en sol menor, opus 93 de Serguei Prokofiev (1891-1953). Compuesto en
1935, luego de sus exitosas giras y al regreso a la Rusia stalinista, es la obra
de un compositor consagrado cuya escritura toma motivos sencillos que expande
en desarrollos a través de su rítmica, del juego de timbres y acentos, respetando
un esquema armónico muy definido, en sonoridades netas y puras. Pero está muy
lejos de agotarse en esta formulación intelectual ya que tal trama sonora
contiene un gran potencial de musicalidad que los intérpretes deben saber
desplegar. Sus desarrollos, que parecen claros y despojados, requieren
exactitud, sentido del balance, la posibilidad de conferir a ese discurso ese
sentido de expansión y justeza que constituyen su esencia. El segundo
movimiento (Andante
assai-Aellegreto-Andante assai), por ejemplo, tras la introducción de la
cuerda y del motivo por el violín solista, luego de una entrada de las cuerdas,
a un episodio contrapuntístico –con el motivo de las maderas- plantea tres
elementos superpuestos (al parecer con distintas métricas), cuerdas, maderas,
solista- y, con una sucesión en los instrumentos –luego serán las flautas- se
prosigue en esta textura, compleja que parece simple y que es de una enorme y
rica belleza.
Solista y orquesta desarrollaron con absoluta
claridad esta textura. Particularmente en el tercer movimiento hubiera podido
hacerse esa entrada inicial del violín con mayor fuerza y tanto en este como en
el primero una mayor energía y un tempo más intenso hubieran permitido un
planteo del contraste rítmico también de mayores relieves. En resumen: una
versión más cerca de David Oistrakh que de Janine Janssen. Vadim Gluzman abordó
con una claridad absoluta ese nutrido pasaje del final que cierra la obra casi
repentinamente, sin coda.
Nacido en la ex Unión Soviética en 1973, Vadim
Gluzman estudió en Israel y Estados Unidos y ha actuado tanto en Estados Unidos
como en Europa. Dueño de una enorme
técnica, su sonido privilegia la claridad y el detalle antes que el espesor
sonoro y el volumen. Como bis interpretó parte de la famosa chacona de Bach,
momento en que también, y de modo diferente, destacaron sus dotes: la
delicadeza en los matices y el sentido de exploración y descubrimiento que
tiene esa obra tan impresionante como virtuosa.
Lo
mismo puede decirse de la orquesta, como ejemplo, es primera entrada de la
cuerda luego de la primera exposición del violín solista resultó uno de los
momentos más bellos de la performace.
Desde
Italia (Aus italien) fantasía sinfónica op. 16 de Richard Strauss
1864-1949). El maestro Diemecke señaló
que esta obra, concebida por un Richard Strauss de escasos veintidós años capta
la atmósfera italiana desde la luz y la impresión subjetiva. No es una sinfonía
programática ni un poema sinfónico, tampoco algo solamente descriptivo. A la
manera de un preludio se inicia con el movimiento Auf en la campagna (en la
campaña). Su lenguaje propio ya está allí: el tratamiento dividido de una
cuerda siempre tersa, sus matices, así
como los de un metal brillante y dúctil que se destaca, anuncia nuevos climas y
presta un soporte armónico, los motivos que son desarrollados, cambian e
introducen a otros en una línea melódica continua: es la orquesta en su
conjunto lo que ya domina en esta obra muy temprana, tan distinta a las
profundidades de Muerte y Transfiguración
como a los ecos belicistas de Una vida de
héroe). Es un tejido sonoro amplio, en permanente cambio de intensidad, un
discurrir de frases que demandan una gran sutileza de fraseo.
El último movimiento, una suerte de
humorada a partir del desarrollo del tema
funiculí funiculá, que Strauss
supuso anónimo (y que le acarreó un juicio por uso de ese material) rompe la
sutileza de la concepción anterior.
Con una orquesta que plasmó
perfectamente los matices de una obra pensada, precisamente, en función
orquestal, el maestro Diemecke obtuvo una excelente versión de un trabajo que
demanda sonoridades intensas pero que requiere, más que nada, la sutileza del
fraseo y el matiz.
Eduardo
Balestena
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