Orquesta
del Mozarteum de Salzburgo
Director:
Ádám Fisher
Solistas:
Jörg Widmann, clarinete; Gereon Kleiner, órgano
Teatro del
Mozarteum de Salzburgo
El repertorio abordado –en el marco del Festival
de Salzburgo, el 27 y 28 de julio, en la sección Matinee- : de Wolfgang Amadeus
Mozart: Kirchensonate do mayor, KV 278 (271 e), para dos violines, violoncello,
bajo, dos oboes, dos trompetas, timbales y órgano (compuesta en marzo abril de
1771 en Salzburgo); Concierto para clarinete y orquesta la mayor, KV 622
(compuesto entre el 28 de septiembre y el 7 de octubre de 1791 en Viena) y
Kirchensonate do -mayor KV 329 (317ª) para dos violines, violoncello, bajo, dos
oboes, dos cornos, dos trompetas, timbales y órgano), en la primera parte
(compuesta en Salzburgo en marzo de 1779), y de Ludwig van Beethoven la Sinfonía nro. 6 en fa
mayor, opus 68, Pastorale (estrenada en Viena el 22 de diciembre de 1808 abren),
en un modo de interpretación sensible a las obras y a los períodos, una serie
de cuestiones.
Una de ellas es que el tejido musical no trabajado
como una estructura dada y cerrada sino como una posibilidad de diálogo (la
forma impone un modo de intercambio pero los instrumentos proponen un
contenido) en que se apela a la otra voz no como una sucesión de sonidos o un
simple desarrollo, sino como la incitación a
una respuesta viva, intensa y
delicada a la vez.
En las obras de Mozart la orquesta utilizó en gran
parte instrumentos originales (trompetas y trompas sin válvulas; flauta de
madera; timbales) que alternaron con instrumentos actuales –como el clarinete
solista, que no era un clarinete di bassetto- pero con un sonido amalgamado.
Podemos pensar que más allá del criterio de interpretación histórica y de los
instrumentos se trata de que cada período requiere criterios de interpretación
diferentes.
Con ello se plantea una nueva cuestión: si las
orquestas, en la interpretación habitual, se centran en la técnica y a partir
de ella abordan distintos repertorios, o si realmente buscan explorar las
posibilidades de un sonido pensado para un instrumental más íntimo y reducido.
De la
liturgia al concierto solista
Si bien las sonatas con órgano formaron parte,
inicialmente, de los deberes de Mozart para con el arzobispo de Salzburgo
(entre 1772 y 1780), obras de las cuales muchas se encuentran perdidas, el
compositor supo ir más allá de los deberes litúrgicos y desarrollar, a partir
de sonatas para dos violines, cello y órgano continuo, obras de un vuelo mayor y
extender esa instrumentación a una verdadera pequeña orquesta, confiriendo al
órgano un papel virtuoso, más allá de la función de acompañamiento. Gereon
Kleiner, solista en ese instrumento, es un reconocido intérprete del piano y
del órgano, formado en Sttutgart, Viena y Salzburgo, con una extensa actividad
docente e interpretativa, habiendo actuado con la Camerana de Salzburgo y la Orquesta Filarmónica
de Viena y llevado a cabo conciertos en Europa y Japón, contando con numerosas
grabaciones.
También extensa es la carrera del clarinetista Jörg Widemann, nacido en Munich en 1973 y que
ha actuado junto a Christoph von Donayi; Sylvain Camberling; Christoph
Eschembach y Ken Nagano. En la oportunidad abordó el concierto de Mozart con un
sentido de flexibilidad en el tempo, en la acentuación y en el diálogo con la
orquesta. Logró así un sonido de relieves, ajustado, vivo y libre en lo que se
refiere a la duración e intensidad, una intensidad subrayada por el director.
El resultado fue un enfoque diferente y a la vez muy propio de las amplias
posibilidades de la obra
La
sinfonía pastoral
En la segunda parte se pasó de los instrumentos
originales a los actuales, no obstante el sentido fue el mismo: cualidad
sonora, timbres sutiles y trabajados por sobre el énfasis en el volumen.
En este sentido, un organismo de tan larga
historia como la Orquesta
del Mozarteum –fue fundada en 1841-
abordó un Beethoven centrado en la calidez de timbres de no gran intensidad,
pero explorados y trabajados hasta el límite de romper con un hábito sonoro. Tanto
la ubicación de los segundos violines, a la derecha del director, como el
trabajo con las dinámicas, en notas de intensidad creciente y decreciente,
confirieron a la obra un sentido de flexibilidad y plasticidad del cual carecen
las versiones convencionales. En una sección de pregunta y respuesta entre dos
secciones no sucedía un sonido esperado –convencional- sino otro, mas leve,
trabajado –en intensidad, volumen y dinámica- de un modo en que se destacaba
tanto la claridad de las articulaciones como el modo en que los elementos son
desarrollados y resueltos.
Ádám Fisher, nacido en Budapest en 1949, ha conducido
numerosos festivales operísticos, entre ellos el Budapest Wagner Festival,
desde 2006 y dirigido en la Ópera de Viena, La Scala de Milán y la Ópera de París, ente otros
escenarios. Al escucharlo en este repertorio queda claro que en la música no
existe un modo único de interpretación sino una sensibilidad a distintas
estéticas, a abordarlas con un sentido de exploración y descubrimiento donde
nunca parece estar dicha la última palabra.
La música no es algo establecido y acuñado en un
modo de interpretación sino un despliegue de posibilidades.
Eduardo
Balestena
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