Segundo
concierto del ciclo Brahms
Doble
concierto para violín, cello y orquesta en la menor, opus 102
Distanciado de su amigo el
violinista Joachim Brahms concibió el concierto como un modo de retomar aquella
amistad. Última de las obras para instrumentos solistas y orquesta no es sin
embargo la más rica musicalmente. Ello no significa que el menor vuelo en ideas
melódicas y en una construcción muy diferente a las del concierto para violín o
de la cuarta sinfonía, impliquen una menor dificultad en una ejecución que requiere
un sonido muy amalgamado entre los dos solistas y la orquesta, aunque no
explote en todas sus posibilidades a ambos instrumentos, especialmente al
cello, muy lejos de las cumbres a las que habría de llevarlo Dvorak.
La dificultad se advierte no solamente en los
motivos que pasan de un instrumento a otro, sino en el equilibrio del conjunto
solista con una orquesta siempre integrada a ellos, que discurre en elementos
diferentes y enriquece armónicamente dichas intervenciones, pero lo hace desde
un sonido que siempre diferenciado.
Si bien ambos instrumentos se
encuentran vinculados desde el modo en que discurren sus frases, en las
intensidades y en la musicalidad ninguno pierde su carácter propio en una
interpretación que resultó muy clara en la relación con la orquesta.
Rafael Gintoli ha tenido una muy
extensa y destacada actuación como solista, docente y jurado de concursos
internacionales. Entregó un sonido de una gran delicadeza expresiva, suavidad y
ductilidad en una obra que se hace íntima en el violín. Alejandro Biancotti,
quien también lleva una extensa trayectoria, en el país y en el exterior abordó
los pasajes del cello, que son los que en gran parte presentan y lideran la
obra, tanto en el tema inicial como en el rondó del tercero, con gran claridad,
ductilidad y riqueza en un fraseo tan seguro como suelto y expresivo.
En la conversación con Eliseo
Tornese, veterano clarinetista, él planteaba que no podemos decir que una obra
es menos rica sino que somos nosotros quienes la conocemos menos; que la obra
se abre a medida que la escuchamos y vamos pudiendo percibir su contenido y sus
sentidos. En parte parece cierto si podemos tenerla por solistas que
verdaderamente sean capaces de darle una riqueza a sus matices y destacar, en
la claridad con que la plantean, sus articulaciones. Ello es así en la amalgama
de los dos instrumentos. El mejor momento es el adagio: la obra se hace
camarística, íntima en ese tema folklórico cuya enunciación y cuya respuesta
discurren muy parejas entre los solistas y la orquesta en un diálogo estrecho y
de gran riqueza expresiva.
Sinfonía
nro. 2 en re menor, opus 73
La oportunidad de tener un ciclo de
Brahms permite apreciar tanto las diferencias como las semejanzas, en este
caso, con la primera sinfonía. Así, la segunda se presenta con particularidades
distintas: un mayor lirismo –muy presente particularmente en una cuerda que
siempre se mostró muy homogénea- y una estética que descansa, en gran parte, en
la alternancia de los elementos melódicos y en el modo en que discurren, lo que
involucra al aspecto dinámico y la fluidez en la exposición de los motivos. Más
que la energía es la flexibilidad en el sonido, en la presentación de elementos
temáticos muy ricos que son expuestos de diversos modos: desde la forma sonata
ampliada del primer movimiento como en la forma rondó del último –Allegro-, en
base al tema pastoral del primero: expone el tema varias veces y lo enriquece,
con un segundo y con un nuevo desarrollo hasta el final.
En la orquesta el requerimiento está
en lograr esa ductilidad y profundidad en las frases y en las intervenciones
solistas (como las extensas y referenciales de la trompa, en el primer
movimiento), particularmente en el allegretto gracioso y el allegro final, así
como en la rica polifonía de las maderas en el tercero. Con una dirección más
pendiente de la cuerda que de las entradas de metales y maderas, hubo una
absoluta claridad en un tempo que permitió apreciar la riqueza de construcción
de una sinfonía apoyada, además de en la riqueza melódica, en el carácter
íntimo de sus sonoridades.
Destacaron José Garrefa (corno);
Franco Gidoni y Alexis Nicolet (flautas); Mario Romano y Gustavo Asaro
(clarinetes); Guillermo Devoto y Andrea Porcel (oboes); Sabrina Pugliese y
Elizabeth Gautín (fagotes) y la línea de metales.
Es de destacar la calidad de los
solistas que han sido hasta ahora convocados en el ciclo Brahms: Alexander
Panizza; Rafael Gintoli y Alejandro Biancotti.
Eduardo
Balestena
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