Obras cumbres
de una etapa
Nicolás Favero intervino como solista en violín en
el cuarto concierto del ciclo dedicado a Johannes Brahms, en el concierto que la Orquesta Sinfónica
Municipal brindó, dirigida por el maestro Emir Saúl en el Teatro Colón el 21 de
julio.
Concierto
para violín y orquesta en re mayor, opus 77
Ante una obra de esta magnitud resulta claro el patrimonio discursivo y
técnico con que debe contar el solista capaz de abordarla. Quizás no resulte
ajeno a ello que Brahms haya transcripto
para piano la chacona para violín de Bach. Parece haber llevado al instrumento
ese sonido abarcador y complejo y a la vez desarrollado la vertiente de las
melodías húngaras. A las exposiciones iniciales de temas y motivos suceden exigentes
desarrollos que el solista debe abordar a la vez con claridad, precisión y
sentido de su articulación y musicalidad en el todo. La textura le requiere,
además, el contacto permanente con una orquesta en todo momento imbricada con
él: la cuerda siempre sigue, resalta y acompaña –no sólo para el solista es
compleja la obra- planteando otra demanda de esta textura: el equilibrio de
sonoridades en una cuerda que a veces casi desaparece, otras comenta y otras
confiere color o carácter.
Ante esta formulación y sus requerimientos
quedó muy claro el carácter de Nicolás Favaro, concertino de la Orquesta del Teatro
Argentino, de ser solista desde la experiencia de ser músico de atril. No
eligió un sonido incisivo sino una sonoridad en el rango de la cuerda de la
orquesta; sonoridad a la que brindó un sentido cuidado, claridad y de
acentuación en las intensidades que no destacó a la obra en sus dificultades
sino en su pura musicalidad. Ello incluye la compleja cadencia –escrita por Joachim
muy en congruencia con la impronta Bachiana de la obra. Para llegar a este punto se requiere un manejo
de la técnica que permita plasmarla y tomar decisiones estéticas sobe su
utilización y no sólo exhibirla (como es frecuente en otros conciertos para
violín).
El adagio (en forma ternaria A-B-A) es
desarrollado a partir del tema del oboe, en un pasaje –acompañado por las
maderas- muy demandante en el fiato: requiere exponer el motivo inicial y su
desarrollo y recién permite respirar al volver a ese motivo inicial: la frase,
no obstante, por su belleza y por su función en la obra, exige una exposición
muy clara que permita abrir su musicalidad y su sentido, ya que imprime el
carácter a todo el movimiento. Como si eso fuera poco, es expuesta más de una
vez y abre la sección final luego del intermezzo. Pareciera que, a diferencia
de la lucida intervención de Mariano Cañón, en otras grabaciones (con tempos
más lentos) se utiliza más de un fiato, lo que puede perturbar la unidad de la
frase. Fue muy clara la dirección de Emir Saúl: ya sea en las intervenciones
que requiere una textura tan precisa, como en el manejo de los aspectos del
equilibrio de los planos sonoros.
El
concierto para violín de Brahms implica no sólo una riqueza formal y temática,
sino la que de un dominio desde lo estético que permita plantear, en todos sus
términos, esa gran riqueza. Pudimos tener una versión que lo logró
acabadamente.
Sinfonía
nro. 4, en mi bemol mayo, opus 88
También muy acabada fue una versión de la cuarta
sinfonía que se singularizó por el tempo resultante en el andante moderato,
2do. Movimiento, y el Allegro giocoso – poco meno presto (3ro.),
particularmente en éste último, donde la rapidez no significó un sonido en
bloque sino una textura viva y de claridad de matices, en intervenciones muy
rápidas y precisas, en una orquesta
donde la dirección se focalizó mayormente en la cuerda. Ellas llevan gran parte
de la exigencia, por ejemplo en el scherzo, pero maderas, trompas y metales son
referenciales en el discurrir del todo, a la vez que despliegan de sus colores.
Son muchas las particularidades de
la obra, entre ellas los pasajes en contrapunto, el uso de trompas para obtener
una sonoridad peculiar al hacerlas intervenir con los cellos (ello produce un
resultado armónico característico).
Es la trompa solista la que imprime
el tempo al segundo movimiento, favorecido cuando éste le otorga una velocidad
donde el tema no se haga pesado; ello resulta importante en la medida de que
sobre esta base es construido todo el movimiento.
El cuarto movimiento –Allegro
energico e appasionato – Piu allegro- es una passacaglia desarrollada sobre
bajo de ocho compases cuyo modelo es la passacaglia en do menor para órgano de
Bach. Brahms se ciñe a un preciso esquema –de duración y simetría- en cuanto a
la extensión de las 30 variaciones; algunas, como la duodécima, en la flauta,
cumplen la función del episodio lento en un movimiento de sinfonía.
La sinfónica llegó al ensayo general
ya con conceptos muy claros y aunque sin una guía efectiva en muchos de los
pasajes (particularmente trompas cuando intervenían en función de soporte, o
maderas), obtuvo un sonido expresivo, trabajado, preciso en una obra que se
abre en la medida en que una orquesta pueda responder a estas variables.
Destacaron: Mariano Cañón (oboe);
José Garreffa (corno); Mario Romano (clarinete); Sabrina Pugliese (fagot);
Alexis Nicolet (flauta) así como la línea de metales.
La cuarta sinfonía es el último gran
desarrollo sinfónico de un Brahms que a partir de ella se concentró en obras de
cámara.
Eduardo
Balestena
http://www.facebook.com/notes/alexandros-magnus/cavalleria-rusticana-o-la-atemporalidad-de-la-condici%C3%B3n-humana/396642530391008
ResponderEliminar