domingo, 28 de febrero de 2010

Un lugar donde pelear y construir


La maestra Susana Frangi dirigió la Orquesta Sinfónica Municipal en su concierto del 29 de marzo, que contó con las actuaciones solistas de Laura Penchi, soprano y Carlos Natale, tenor.
Las alegres comadres de Windsor
La primera obra del programa fue la obertura de Las alegres comadres de Windsor, de Otto Nicolai (Köningsberg, 1810-1849), bella obra que ha sobrevivido a la producción operística del autor; es de dificultad especialmente en las cuerdas, que van introduciéndose de manera progresiva en el tejido orquestal, luego del crescendo inicial, y que es de una gran riqueza melódica.
Laura Penchi y Carlos Natale
Una particularidad del programa fue el hecho de alternar arias y dúos líricos conocidos, con otros que lo son menos, pero que resultan muy bellos musicalmente. Ello hizo que los cantantes alternaran entre una exigencia virtuosística, y otra expresiva, que mostraran no sólo que pueden hacerlo sin esfuerzo (ya que los avala una formación muy sólida en el Instituto Superior de Arte del Teatro Colón, y una gran experiencia, en el país y en el exterior), que manejan los momentos de la expresión teatral y pueden crear un clima, a partir sólo de un fragmento de una ópera, sino también que pueden adecuarse a cada exigencia y cubrirla sin agotar allí sus posibilidades, en timbres dúctiles y expresivos, en una dicción perfecta en los distintos idiomas.
Abordaron Il Mío Tesoro (aria de don Ottavio) de Don Giovanni, de Mozart (Carlos Natale); Koomt ein schlanker Bursch Gengagen (aria de Annchen), de Der Freischütz, de Weber, obra fundacional de la ópera alemana (Laura Penchi); Ah ¡ Mes amis ¡ (aria de Tonio) de La fille du regiment, de Donizetti (Carlos Natale); Quoi ¡ Vous me aimez? (duo) de La fille du Regiment; Va Je t’ ai perdonee (dúo) de Romeo y Julieta de Charles Gounod.En 1992, Alfredo Kraus, serio crítico del hecho comercial de los llamados megarecitales de tenores, montados por entonces, pretendió demostrar que el trabajo serio y la técnica lo son todo en el canto, y eligió precisamente Ah, mes amis, para inaugurar la Expo Sevilla 92, aria en la que sobrevienen cerca de una decena de do sobreagudos, que son exigidos en el curso de pocos compases. Lo hizo a los 68 años y la anécdota da una idea de la performance de Carlos Natale, que cerró con Una furtiva lágrima, del Elisir D´amore, de Donizetti, como bis. Laura Penchi, que enfrentó a su vez las exigencias de Par le rang, hizo lo propio con el vals de Musetta,de la Bohème, de Puccini.
Obertura Cubana, de Gershwin
Cuando George Gershwin (Brooklyn, 1898-1937) escribió la obertura cubana, en 1931, ya era dueño de un lenguaje propio. Lejos estaban la Rhapsody in blue (1924), y el Concierto en Fa (1925), acaso su obra más rica e intuitiva: no son aquí los grandes desarrollos formales, sino el tejido de inspiraciones breves en sí mismas, pero hondas, justas e imaginativas. Su trabajo mayor es la ópera Porgy and Bess (1935).
No es fácil pensar en el logro que significa su lenguaje, una síntesis de sensibilidad, el esquema del melos popular americano, y elementos de la música europea.
Así, la Obertura Cubana (interpretada en la segunda parte), está planteada en un esquema ternario ABA. El episodio inicial, es presidido por los metales (que siguen un esquema rítmico diferente al resto de las secciones), y la percusión, precisamente en ese uso de la percusión, puesta a evocar un ritmo de sesgo centroamericano, y el color aportado por las maderas, recuerdan a Schostacovich. Le sucede un episodio central, abierto por un solo de clarinete (Mario Romano) que desarrolla un diálogo, especialmente con las cuerdas, donde aparecen las frases lentas y hondas tan propias del compositor. Lo que llama la atención es que la línea nunca parece resolverse en consonancia, y contrasta con los momentos de apertura-cierre, tan propios de las frases de la sección A. La melodía de B en cambio se expande, sigue, como engendrándose a sí misma, igual que si buscara explorar un territorio sonoro propio, más sereno y ensimismado. Recuerda, en esta idea, a pasajes de la Sinfonía Alpina, de Richard Strauss, o a las de Bruckner. Le sucede nuevamente la reexposición de A.
Es una obra sumamente exigente (que no se hacía desde la época de Washington Castro), en las entradas y salidas de los metales y en la percusión (destacaron Lucas Rodríguez Gianneo, José Bondi, Oscar Romairone, Marcelo Gugliotta, Daniel Izarraga, Olga Romero y Leticia Pucci).
El programa cerró con la bella canción Youkali, (tango habanera) de Kurt Weill (Dessau, 1900), nombre que Weill daba a una isla donde hubiera deseado vivir, espacio ideal en el cual se realizan los proyectos y se cumplen los deseos; un lugar que no existe, ya que, como señaló Susana Frangi al referirse a la canción, nos es deparado éste, donde debemos vivir, luchar y construir. Es una obra evocativa de esa Alemania de entreguerras, de Weill y Bertold Brecht.
Es una experiencia poco común poder escuchar fragmentos líricos dirigidos por una preparadora de ópera, alguien que conoce a fondo ese lenguaje, y que a la vez dirige con gran exactitud (en las entradas y salidas, en las dinámicas y en los cantantes), y que acumula, en su etapa de trabajo en el exterior, como en el diario en el Teatro Colón, una experiencia musical que será materia de una futura nota. Es destacable su modo de trabajar la orquesta, la apuesta a lo que de creativo hay en el músico, el trabajo serio pero libre y despojado de todo divismo.
No son fáciles de abordar los repertorios modernos, por la conformación de los orgánicos de las orquestas, por el pago de derechos, y por otras cuestiones, y cuado se hacen suele ser a costa de sus intérpretes.
En todo caso llevamos dentro de nosotros a esa Youkali en la que podemos vivir por momentos, a costa de resistir, de amar intensamente la música, y de poder construir posibilidades de interpretarla.



Eduardo Balestena
ebalestena@yahoo.com.ar

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