Juventus Lyrica acaba de cerrar su temporada 2023 con la ópera Don Giovanni, con música de Wolfgang
Amadeus Mozart y libreto de Lorenzo Da Ponte.
Conocida como “La
ópera de las óperas”, ante la versión que disfrutamos, se impone el diálogo con
María Jaunarena, regisseur y Directora
Ejecutiva de Juventus Lyrica. Se trata de una directora que ha optado no por
las puestas predominantemente en boga, sino por aquellas basadas en el sentido
profundo de las obras en cuya realización trabaja, con imaginación escénica y
rigor intelectual.
“Para
bien o para mal, nuestra vida actual está establecida a partir de pulseadas que
Don Juan ganó como un pionero y en soledad. A pesar de perder en la obra, en la
vida real Don Juan le torció el brazo a Dios. Nuestra época no solo lo
legitima, le rinde culto. Como señala el filósofo Gilles Lipovetsky ´la era de
la hipermodernidad resulta inseparable de la seducción soberana´. La cultura
del hedonismo y del individualismo lo ha ocupado todo”, dice María Jaunarena en
El primero de nosotros, el texto inicial
del programa de mano, verdadero ensayo, breve, conciso y profundo sobre el
personaje, con el dominio de la escritura en el que destaca igual que en el de
la escena.
-Don
Giovanni es el villano en la obra pero en la realidad su personaje, muy difícil de rastrear en la Historia, ha
seducido a escritores como Tirso de Molina y Moliere y a un gran número de
músicos y su postura hedonista ha triunfado como el modo en que muchos desean
verse. En su texto no solo son mencionadas las referencias históricas sino también
filosóficas del personaje y del tema y se nos presenta a dicho personaje, más
que como un villano, como un espejo.
¿La idea de llevar a escena una
obra semejante, tan vasta y con tal poder de significación surge de haber
estudiado antes todos sus antecedentes y haberla elegido, o estos son
profundizados luego de la decisión de ponerla en escena? ¿Qué factores trabajan
en la elección de una obra en general y de una de tanto compromiso en
particular?
MJ: Varios. Desde el sentido para uno de los propósitos fundacionales de
Juventus que es cautivar público nuevo para la ópera (con todo el énfasis en
los programas para adolescentes que tenemos) y la formación de artistas jóvenes.
Esta ópera es, a mi juicio, la biblia de la ópera. Es una obra inevitable. Y sirve
a ambos propósitos. Musicalmente da origen al romanticismo, porque la mayoría
de los compositores reconocen el quiebre que produjo Mozart en los cánones
musicales con esta creación. Pero también porque Don Giovanni, es decir, Don
Juan, es el inicio del hombre moderno, es el hombre que se opone a la religión,
al matrimonio, no sigue ninguna voluntad más que la propia, cultiva su imagen,
su cuerpo, impone el placer sobre el deber. Es el inicio de lo que somos hoy en
el siglo XXI. En particular para los adolescentes que están en pleno proceso de
definición de su propia identidad y la pregunta “¿quién soy?” tiene un peso
sustancial, el protagonista les responde en una de sus primeras líneas del
libreto “quién soy nunca lo sabrás” (Chi son io tu non saprai). La frase es inquietante porque nunca terminamos de conocer
realmente quiénes somos.
-En
la visión de Mozart y Da Ponte un mito español anterior al siglo XVII se
vincula a un argumento cuyos personajes no sólo son un reflejo social del siglo
XVIII sino también de las nuevas ideas: “Quiero ser un gentilhombre/ y no quiero
servir más”, dice Leporello en el aria inicial Notte e giorno faticar. La diferencia social es muy marcada por el
carácter de sus personajes, la música, el canto y el movimiento escénico. La
puesta que usted concibió lo refleja claramente y renuncia a cualquier otro
objetivo que no sea el de rescatar la significación de la obra en su naturaleza
transgresora, su propia belleza y en el plano de lo social.
¿Es eso lo que tuvo en mente al
concebirla y cómo fue la génesis de esa concepción?
MJ: En Mozart, sobre todo en su unión con Da Ponte, el conflicto social
emerge siempre. Da Ponte se llamaba Emmanuel Conegliano, era judío, de chico
vivió en un gheto marginado cerca de Venecia, hasta que lo convirtió al
catolicismo un obispo llamado Lorenzo Da Ponte, de quien heredó el nombre. Da
Ponte está cortado por la tijera de no pertenecer y conoce a la perfección sus
consecuencias. Mozart también. Se pasó la vida dilapidando lo poco que ganaba
en ropa para acceder a los círculos de las cortes que podían financiar su producción.
La apariencia lo era todo. Estamos antes de la época del compositor
independiente, aunque Mozart es el pionero y se le parece bastante. Todo eso
está condensado en Don Giovanni, que en más de una oportunidad cambia de
vestimenta o se pone una máscara para acceder a lo que quiere. En boca de Molière,
Don Juan argumenta “Hay tantos que hacen lo mismo y recurren a la máscara para
engañar al mundo”. Molière es el antecedente más
importante del libreto de Don Giovanni. Me parece que los dos, Mozart y Da
Ponte, conocían a la perfección de qué hablaba el mito de Don Juan y el
resultado fue esta obra maestra. Como directora escénica, me es imposible evitar
las múltiples referencias al conflicto social que atraviesan la obra. Me gusta
trabajarlas a nivel estético y también a nivel de sentido, por supuesto. Que
Don Giovanni seduzca a la campesina Zerlina habla también de la transgresión
del protagonista y por eso Doña Ana canta “me desmayo” cuando la ve por primera
vez. Es casi un insulto para ella y también muestra el carácter abierto, intrépido
y hasta podríamos decir “ecuménico”, en un sentido irónico, de Don Juan (vale aclarar
que en Molière las intervenciones de la campesina están mal escritas, algo así como
si en español el personaje se comiera las eses, precisamente para mostrar el
quiebre de nivel social al que llega el seductor). Justo antes de eso, Don Giovanni
canta: “Viva la libertad”, y a continuación “mi casa está abierta a todos”. Eso
no es nada menos que una declaración política bien moderna, en términos de
principios.
-Una manera de
pensar el vínculo entre música, sociedad y política es la circunstancia de que
hubo un auditorio popular para las óperas de Mozart, que están concebidas
dentro de un gran refinamiento musical: en La
Flauta Mágica, -cuyo aspecto temático usted tan bien analizó- es el
simbolismo del número, tres, por ejemplo: tres acordes iniciales, tres pruebas;
también un riguroso pasaje fugado y muchos otros elementos; en Don Giovanni es, por ejemplo, la
superposición de tres formas musicales al final del primer acto, cada una
vinculada a una diferente clase social. La idea de que hay formas populares
para oyentes populares aparece al menos cuestionada por este hecho, asimismo,
el límite entre lo que es considerado popular y lo que no lo es aparece como
difuso.
Lo
social atraviesa toda la ópera, desde el propio hecho de que parte del poder de
seducción del personaje se basa en su rango, hasta el pensar que obras musicalmente
tan refinadas fueron destinadas a una audiencia popular.
Creo
que su puesta entendió muy bien este vínculo entre música, sociedad y política
y que una forma de expresarlo fue la concepción de cada personaje, su marcación
escénica y el vestuario. ¿Hubo
influencia de alguna puesta en particular o es la propia obra la que propuso su
forma de llevarla a escena?
MJ: Don Giovanni es una obra
maestra, creo que es mi ópera favorita. Juventus Lyrica nació con esta obra. La
tengo grabada en la retina. Y cada vez que se programa, intento verla. He leído
también el mito en sus múltiples versiones. Cada una por supuesto ha influido
de alguna manera, consciente e inconscientemente. Es imposible e inverosímil pensarse
como un artista en soledad que todo lo que tiene para decir viene desde dentro
y sólo se le ocurrió a uno. Es parte del mandato de originalidad contemporáneo,
parte del legado del “yo” de nuestro querido Don Juan. Pero somos producto de
otros, ya desde nuestro nacimiento. Con respecto a mi trabajo como directora,
siempre intento en primer lugar, tratar de descifrar al compositor y al
libretista. Porque cada silencio, cada indicación de sottovoce o forte,
indica una intención. Para eso es fundamental la comunión con el director
musical. Y luego por supuesto, intento comprender el libreto. En ese sentido, mi
primera fuente de inspiración es Da Ponte. Da Ponte no es sólo un escritor. Da
Ponte es un regisseur. Es evidente. Escribe como director. Si no lo sigo, naufrago.
Ya me pasó cuando dirigí Las bodas de Fígaro. Si el personaje no desaparece en
el compás que el lo indica, y reaparece en el otro, el chiste no funciona.
-Quizás las
categorías de “puesta tradicional” y “puesta moderna” no reflejen aquello de lo
que una realización se trata y haya que poner la categorización en otros
términos: si la puesta es funcional a la obra o no lo es. La mayoría de las
veces parece imponerse hoy el criterio de que una obra es no un universo autónomo
sino algo cuya interpretación es preciso “actualizar”, en lugar de concebirla
como aquello que debe poder colocar a la obra en el centro.
En ese sentido, su
puesta –que suma además sencillez, sobriedad y
belleza visual- fue enteramente funcional en un argumento donde el
movimiento es esencial, ya que huidas, apariciones y encuentros están
íntimamente vinculados tanto al desarrollo de la acción como a las diferencias
sociales de las que la obra se trata. Su estética como realizadora parece estar
en seleccionar elementos y no acumularlos y en el detalle que hace a la presencia
de cada uno de esos elementos.
Suponemos que el
proceso de elegir una ópera y llevar a cabo una puesta, con todo lo que implica,
tiene varias etapas y muchos desafíos: ¿cómo es ese proceso? ¿Cuál es el primer
estímulo? ¿Qué se siente al poder levarlo adelante?
MJ: Coincido en que el clivaje entre a puesta
tradicional vs puesta moderna no me representa. No creo en el purismo de
representar todo exactamente como fue, ni creo tampoco en este mandato de
actualizarlo todo donde el director muestre que tiene una idea original, por
más que esa idea desvirtúe la acción dramática de la obra. Para mí, ante todo,
lo que se va a llevar a escena es teatro, para que haya teatro debe haber una
acción dramática y un conflicto. Si traemos la obra a la actualidad: honestamente
no entiendo el conflicto. ¿Dice hoy algo interesante alguien que no cree en el
matrimonio, ni en Dios ni se ata a nada más que a sí mismo? ¿Con quién entra en
conflicto esa persona? Para mí con nadie. Si no entra en conflicto, no hay trama
posible, el espectador se duerme. Cuando inicié el proceso de ensayos tuve que
aclarar que la puesta no era moderna y noté las caras de decepción de varios. Vivimos
alienados por los slogans. En ópera es actualizarlo todo a cualquier costo. Forma
parte de la misma trampa del individualismo. De otro lado de la grieta, no
actualizar y montar un museo en el escenario, sin tender ningún puente con el
espectador actual, tampoco conduce a ningún lado. Son categorías vacías ambas. Para
mí, la programación de una obra tiene que obedecer a una pregunta: “¿es esta
obra relevante hoy? ¿vale la pena volver a representarla? ¿por qué?” En este
caso, esas preguntas se respondieron solas. ¿A quién no seduce Don Giovanni? Es
el germen del hombre nuevo. Ese que todos somos hoy. El que pone el yo ante
todo, el que se ama, y se reproduce en infinidad de dispositivos en poses y
circunstancias, el que se aburre y cambia de pareja como de vestido, el
insatisfecho que no puede no encadenar un consumo a otro, el que no tiene
ninguna atadura a nada más que a su propia voluntad, el que publica cada una de
sus acciones en redes (como Don Giovanni en el catálogo de Leporello), el que
usa la máscara para sus conquistas online (ya sea con un pseudónimo o creando
varios perfiles) y termina con ellas con la misma brutalidad con la que Don
Juan desechaba sus conquistas. Diría más, somos peores que él. Don Juan tenía
poesía, tenía profundidad, le gustaba el desafío, cuanto más difícil la
conquista mejor para él. Nosotros somos vagos, banales y profundizamos hasta
por ahí nomás. Con respecto a la estética, “menos es más” dice el lema.
Prefiero condensar la cantidad de elementos, uno que sobra confunde al público.
Y finalmente, en referencia a la última pregunta, llevar una ópera a escena es
un esfuerzo descomunal. Sobre todo para una organización sin estructura fija (me
refiero a edificio físico, cuerpos estables, etc.) y sin fines de lucro como es
Juventus Lyrica. El proceso suele ser difícil y agotador. Pero siempre logramos
una mística. Un compromiso por parte del equipo artístico y de producción.
Sabemos que a pesar de los múltiples escollos estamos intentando llevar a escena
una obra maestra que algunos disfrutarán por primera vez. Eso, en parte, compensa
todo.
-“De la cuarentena
salgo cantando” fue más que un lema; significó una actitud ante la adversidad y
–en la función de reapertura de la actividad lírica en el Teatro Avenida, el 3
de julo de 2022- una revelación de talentos
que pudieron surgir y encontrar su lugar pese a esa adversidad, por medio de un
actividad que no fue interrumpida. Se trata de un mensaje muy poderoso: el del
arte como una herramienta de supervivencia. ¿Qué reflexión le merece ello de cara a
2024 y el veinticinco aniversario de Juventus
Lyrica?
MJ
Juventus Lyrica es una asociación que nace a
contracorriente y que en su génesis de origen está cortada por la tijera de
avanzar contra viento y marea. Su objetivo nunca fue sencillo, la ópera no es
sencilla, menos si trata de hacerla con nuevas voces y despertar el interés por
la ópera en niños y adolescentes, como es lo que hacemos hace varios años. No
es a simple vista, un trabajo automático y fácil de financiar. Es antiguo y
artesanal. Pero creo que la ópera aporta mucho contenido a esta “era del vacío”
en la que vivimos. Y creo que, con nuestra tarea, de alguna manera apuntamos a elevar
el horizonte cultural y emocional al que miramos y al que miran los adolescentes.
Del límite surge la creatividad, y el mayor valor que tiene Juventus es el
esfuerzo, el compromiso, la profundidad del trabajo, el amor y la voluntad que
ponen las personas que se involucran en cada proyecto. Tal vez por eso hemos
durado tanto en un país tan vertiginoso. Y también porque para nosotros hacer
una ópera siempre es como la primera vez.