jueves, 26 de octubre de 2023

Reportaje a María Jaunarena


 

           

Juventus Lyrica acaba de cerrar su temporada 2023 con la ópera Don Giovanni, con música de Wolfgang Amadeus Mozart y libreto de Lorenzo Da Ponte.

Conocida como “La ópera de las óperas”, ante la versión que disfrutamos, se impone el diálogo con María Jaunarena, regisseur y Directora Ejecutiva de Juventus Lyrica. Se trata de una directora que ha optado no por las puestas predominantemente en boga, sino por aquellas basadas en el sentido profundo de las obras en cuya realización trabaja, con imaginación escénica y rigor intelectual. 

            “Para bien o para mal, nuestra vida actual está establecida a partir de pulseadas que Don Juan ganó como un pionero y en soledad. A pesar de perder en la obra, en la vida real Don Juan le torció el brazo a Dios. Nuestra época no solo lo legitima, le rinde culto. Como señala el filósofo Gilles Lipovetsky ´la era de la hipermodernidad resulta inseparable de la seducción soberana´. La cultura del hedonismo y del individualismo lo ha ocupado todo”, dice María Jaunarena en El primero de nosotros, el texto inicial del programa de mano, verdadero ensayo, breve, conciso y profundo sobre el personaje, con el dominio de la escritura en el que destaca igual que en el de la escena.

             

 

            -Don Giovanni es el villano en la obra pero en la realidad su personaje,  muy difícil de rastrear en la Historia, ha seducido a escritores como Tirso de Molina y Moliere y a un gran número de músicos y su postura hedonista ha triunfado como el modo en que muchos desean verse. En su texto no solo son mencionadas las referencias históricas sino también filosóficas del personaje y del tema y se nos presenta a dicho personaje, más que como un villano, como un espejo.

            ¿La idea de llevar a escena una obra semejante, tan vasta y con tal poder de significación surge de haber estudiado antes todos sus antecedentes y haberla elegido, o estos son profundizados luego de la decisión de ponerla en escena? ¿Qué factores trabajan en la elección de una obra en general y de una de tanto compromiso en particular?

 

            MJ: Varios. Desde el sentido para uno de los propósitos fundacionales de Juventus que es cautivar público nuevo para la ópera (con todo el énfasis en los programas para adolescentes que tenemos) y la formación de artistas jóvenes. Esta ópera es, a mi juicio, la biblia de la ópera. Es una obra inevitable. Y sirve a ambos propósitos. Musicalmente da origen al romanticismo, porque la mayoría de los compositores reconocen el quiebre que produjo Mozart en los cánones musicales con esta creación. Pero también porque Don Giovanni, es decir, Don Juan, es el inicio del hombre moderno, es el hombre que se opone a la religión, al matrimonio, no sigue ninguna voluntad más que la propia, cultiva su imagen, su cuerpo, impone el placer sobre el deber. Es el inicio de lo que somos hoy en el siglo XXI. En particular para los adolescentes que están en pleno proceso de definición de su propia identidad y la pregunta “¿quién soy?” tiene un peso sustancial, el protagonista les responde en una de sus primeras líneas del libreto “quién soy nunca lo sabrás” (Chi son io tu non saprai). La frase es inquietante porque nunca terminamos de conocer realmente quiénes somos.

 

            -En la visión de Mozart y Da Ponte un mito español anterior al siglo XVII se vincula a un argumento cuyos personajes no sólo son un reflejo social del siglo XVIII sino también de las nuevas ideas: “Quiero ser un gentilhombre/ y no quiero servir más”, dice Leporello en el aria inicial Notte e giorno faticar. La diferencia social es muy marcada por el carácter de sus personajes, la música, el canto y el movimiento escénico. La puesta que usted concibió lo refleja claramente y renuncia a cualquier otro objetivo que no sea el de rescatar la significación de la obra en su naturaleza transgresora, su propia belleza y en el plano de lo social.

¿Es eso lo que tuvo en mente al concebirla y cómo fue la génesis de esa concepción?

 

            MJ: En Mozart, sobre todo en su unión con Da Ponte, el conflicto social emerge siempre. Da Ponte se llamaba Emmanuel Conegliano, era judío, de chico vivió en un gheto marginado cerca de Venecia, hasta que lo convirtió al catolicismo un obispo llamado Lorenzo Da Ponte, de quien heredó el nombre. Da Ponte está cortado por la tijera de no pertenecer y conoce a la perfección sus consecuencias. Mozart también. Se pasó la vida dilapidando lo poco que ganaba en ropa para acceder a los círculos de las cortes que podían financiar su producción. La apariencia lo era todo. Estamos antes de la época del compositor independiente, aunque Mozart es el pionero y se le parece bastante. Todo eso está condensado en Don Giovanni, que en más de una oportunidad cambia de vestimenta o se pone una máscara para acceder a lo que quiere. En boca de Molière, Don Juan argumenta “Hay tantos que hacen lo mismo y recurren a la máscara para engañar al mundo”. Molière es el antecedente más importante del libreto de Don Giovanni. Me parece que los dos, Mozart y Da Ponte, conocían a la perfección de qué hablaba el mito de Don Juan y el resultado fue esta obra maestra. Como directora escénica, me es imposible evitar las múltiples referencias al conflicto social que atraviesan la obra. Me gusta trabajarlas a nivel estético y también a nivel de sentido, por supuesto. Que Don Giovanni seduzca a la campesina Zerlina habla también de la transgresión del protagonista y por eso Doña Ana canta “me desmayo” cuando la ve por primera vez. Es casi un insulto para ella y también muestra el carácter abierto, intrépido y hasta podríamos decir “ecuménico”, en un sentido irónico, de Don Juan (vale aclarar que en Molière las intervenciones de la campesina están mal escritas, algo así como si en español el personaje se comiera las eses, precisamente para mostrar el quiebre de nivel social al que llega el seductor). Justo antes de eso, Don Giovanni canta: “Viva la libertad”, y a continuación “mi casa está abierta a todos”. Eso no es nada menos que una declaración política bien moderna, en términos de principios.

           

-Una manera de pensar el vínculo entre música, sociedad y política es la circunstancia de que hubo un auditorio popular para las óperas de Mozart, que están concebidas dentro de un gran refinamiento musical: en La Flauta Mágica, -cuyo aspecto temático usted tan bien analizó- es el simbolismo del número, tres, por ejemplo: tres acordes iniciales, tres pruebas; también un riguroso pasaje fugado y muchos otros elementos; en Don Giovanni es, por ejemplo, la superposición de tres formas musicales al final del primer acto, cada una vinculada a una diferente clase social. La idea de que hay formas populares para oyentes populares aparece al menos cuestionada por este hecho, asimismo, el límite entre lo que es considerado popular y lo que no lo es aparece como difuso.

            Lo social atraviesa toda la ópera, desde el propio hecho de que parte del poder de seducción del personaje se basa en su rango, hasta el pensar que obras musicalmente tan refinadas fueron destinadas a una audiencia popular.

            Creo que su puesta entendió muy bien este vínculo entre música, sociedad y política y que una forma de expresarlo fue la concepción de cada personaje, su marcación escénica y el vestuario. ¿Hubo influencia de alguna puesta en particular o es la propia obra la que propuso su forma de llevarla a escena?

 

            MJ: Don Giovanni es una obra maestra, creo que es mi ópera favorita. Juventus Lyrica nació con esta obra. La tengo grabada en la retina. Y cada vez que se programa, intento verla. He leído también el mito en sus múltiples versiones. Cada una por supuesto ha influido de alguna manera, consciente e inconscientemente. Es imposible e inverosímil pensarse como un artista en soledad que todo lo que tiene para decir viene desde dentro y sólo se le ocurrió a uno. Es parte del mandato de originalidad contemporáneo, parte del legado del “yo” de nuestro querido Don Juan. Pero somos producto de otros, ya desde nuestro nacimiento. Con respecto a mi trabajo como directora, siempre intento en primer lugar, tratar de descifrar al compositor y al libretista. Porque cada silencio, cada indicación de sottovoce o forte, indica una intención. Para eso es fundamental la comunión con el director musical. Y luego por supuesto, intento comprender el libreto. En ese sentido, mi primera fuente de inspiración es Da Ponte. Da Ponte no es sólo un escritor. Da Ponte es un regisseur. Es evidente. Escribe como director. Si no lo sigo, naufrago. Ya me pasó cuando dirigí Las bodas de Fígaro. Si el personaje no desaparece en el compás que el lo indica, y reaparece en el otro, el chiste no funciona.

           

-Quizás las categorías de “puesta tradicional” y “puesta moderna” no reflejen aquello de lo que una realización se trata y haya que poner la categorización en otros términos: si la puesta es funcional a la obra o no lo es. La mayoría de las veces parece imponerse hoy el criterio de que una obra es no un universo autónomo sino algo cuya interpretación es preciso “actualizar”, en lugar de concebirla como aquello que debe poder colocar a la obra en el centro.

En ese sentido, su puesta –que suma además sencillez, sobriedad y  belleza visual- fue enteramente funcional en un argumento donde el movimiento es esencial, ya que huidas, apariciones y encuentros están íntimamente vinculados tanto al desarrollo de la acción como a las diferencias sociales de las que la obra se trata. Su estética como realizadora parece estar en seleccionar elementos y no acumularlos y en el detalle que hace a la presencia de cada uno de esos elementos.  

Suponemos que el proceso de elegir una ópera y llevar a cabo una puesta, con todo lo que implica, tiene varias etapas y muchos desafíos: ¿cómo es ese proceso? ¿Cuál es el primer estímulo? ¿Qué se siente al poder levarlo adelante?

 

MJ: Coincido en que el clivaje entre a puesta tradicional vs puesta moderna no me representa. No creo en el purismo de representar todo exactamente como fue, ni creo tampoco en este mandato de actualizarlo todo donde el director muestre que tiene una idea original, por más que esa idea desvirtúe la acción dramática de la obra. Para mí, ante todo, lo que se va a llevar a escena es teatro, para que haya teatro debe haber una acción dramática y un conflicto. Si traemos la obra a la actualidad: honestamente no entiendo el conflicto. ¿Dice hoy algo interesante alguien que no cree en el matrimonio, ni en Dios ni se ata a nada más que a sí mismo? ¿Con quién entra en conflicto esa persona? Para mí con nadie. Si no entra en conflicto, no hay trama posible, el espectador se duerme. Cuando inicié el proceso de ensayos tuve que aclarar que la puesta no era moderna y noté las caras de decepción de varios. Vivimos alienados por los slogans. En ópera es actualizarlo todo a cualquier costo. Forma parte de la misma trampa del individualismo. De otro lado de la grieta, no actualizar y montar un museo en el escenario, sin tender ningún puente con el espectador actual, tampoco conduce a ningún lado. Son categorías vacías ambas. Para mí, la programación de una obra tiene que obedecer a una pregunta: “¿es esta obra relevante hoy? ¿vale la pena volver a representarla? ¿por qué?” En este caso, esas preguntas se respondieron solas. ¿A quién no seduce Don Giovanni? Es el germen del hombre nuevo. Ese que todos somos hoy. El que pone el yo ante todo, el que se ama, y se reproduce en infinidad de dispositivos en poses y circunstancias, el que se aburre y cambia de pareja como de vestido, el insatisfecho que no puede no encadenar un consumo a otro, el que no tiene ninguna atadura a nada más que a su propia voluntad, el que publica cada una de sus acciones en redes (como Don Giovanni en el catálogo de Leporello), el que usa la máscara para sus conquistas online (ya sea con un pseudónimo o creando varios perfiles) y termina con ellas con la misma brutalidad con la que Don Juan desechaba sus conquistas. Diría más, somos peores que él. Don Juan tenía poesía, tenía profundidad, le gustaba el desafío, cuanto más difícil la conquista mejor para él. Nosotros somos vagos, banales y profundizamos hasta por ahí nomás. Con respecto a la estética, “menos es más” dice el lema. Prefiero condensar la cantidad de elementos, uno que sobra confunde al público. Y finalmente, en referencia a la última pregunta, llevar una ópera a escena es un esfuerzo descomunal. Sobre todo para una organización sin estructura fija (me refiero a edificio físico, cuerpos estables, etc.) y sin fines de lucro como es Juventus Lyrica. El proceso suele ser difícil y agotador. Pero siempre logramos una mística. Un compromiso por parte del equipo artístico y de producción. Sabemos que a pesar de los múltiples escollos estamos intentando llevar a escena una obra maestra que algunos disfrutarán por primera vez. Eso, en parte, compensa todo.

 

-“De la cuarentena salgo cantando” fue más que un lema; significó una actitud ante la adversidad y –en la función de reapertura de la actividad lírica en el Teatro Avenida, el 3 de julo de 2022-  una revelación de talentos que pudieron surgir y encontrar su lugar pese a esa adversidad, por medio de un actividad que no fue interrumpida. Se trata de un mensaje muy poderoso: el del arte como una herramienta de supervivencia. ¿Qué reflexión le merece ello de cara a 2024 y el veinticinco aniversario de Juventus Lyrica?

 

MJ

             Juventus Lyrica es una asociación que nace a contracorriente y que en su génesis de origen está cortada por la tijera de avanzar contra viento y marea. Su objetivo nunca fue sencillo, la ópera no es sencilla, menos si trata de hacerla con nuevas voces y despertar el interés por la ópera en niños y adolescentes, como es lo que hacemos hace varios años. No es a simple vista, un trabajo automático y fácil de financiar. Es antiguo y artesanal. Pero creo que la ópera aporta mucho contenido a esta “era del vacío” en la que vivimos. Y creo que, con nuestra tarea, de alguna manera apuntamos a elevar el horizonte cultural y emocional al que miramos y al que miran los adolescentes. Del límite surge la creatividad, y el mayor valor que tiene Juventus es el esfuerzo, el compromiso, la profundidad del trabajo, el amor y la voluntad que ponen las personas que se involucran en cada proyecto. Tal vez por eso hemos durado tanto en un país tan vertiginoso. Y también porque para nosotros hacer una ópera siempre es como la primera vez.  

lunes, 16 de octubre de 2023

Don Giovanni en la temporada de Juventus Lyrica


 

 

.Ópera en  dos actos (1787)

.Música: Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791)

.Libreto: Lorenzo Da Ponte (1749-1838)

.Estreno: 29 de octubre de 1787 en el Teatro Nacional de Praga

.Cantantes: Don Giovanni (barítono), Alejo Álvarez Castillo; Leporello (barítono), Juan Salvador Trupia; Donna Elvira (soprano) Johanna Padula; Donna Anna (soprano), Sabrina Schulthess; Don Ottavio (tenor), Carlos Ullán); Zerlina (soprano), Sol Risé; Masetto (bajo), Antony Fagúndez; Commendatore (bajo), Carlos Esquivel

.Orquesta de Juventus Lyrica

.Dirección musical: Andrés Dos Santos

.Coro de Juventus Lyrica, dirección Pablo Manzanelli

.Dirección Escénica: María Jaunarena

.Escenografía e Iluminación: Gonzalo Córdoba

.Vestuario: María Jaunarena

.Maquillaje y Peinado: Silvana Caruso

.Teatro Avenida, 14 de octubre de 2023

 

           

            Juventus Lyrica cerró su temporada 2023 con la  señalada como “La ópera de las óperas”.

Don Giovanni ossia Il dissuóluto Punito  no solo es una de las obras más espontáneas y a la vez elaboradas de Mozart sino que confluyen en ella una serie de elementos que la singularizan por sobre otras creaciones, no sólo del genio de Salzburgo sino de la historia de la música.

La versión que pudimos apreciar hizo entera justicia a esa tradición: se trata de una obra de gran envergadura: requiere pureza y precisión en el sonido orquestal, es una ópera de solistas, sin roles secundarios, con un coro acotado y discurre en un movimiento permanente en cuyo desarrollo se plantean, por medio de elementos expresados actoramente y en la música,  las diferencias sociales en un momento de cambio en las ideas y utiliza como base para ello una historia que se remonta hasta muy atrás en el tiempo.

Ya el texto de María Jaunarena que abre el programa de mano  (una suerte de breve pero completo ensayo, en el estilo profundo e imaginativo que es propio de su manejo en la escritura) analiza no solo los antecedentes del mito y sus diversas manifestaciones sino que también se refiere a su vigencia.

             

            Mozart y Don Giovanni

            Cuando, a principios del siglo XVII Tirso de Molina escribió El Burlador de Sevilla y el Convidado de Piedra lo hacía sobre la base de relatos que, basados en hechos reales o no, ya circulaban en la tradición popular.

            Pasquale Bondini, el empresario que comisionó Don Giovanni a Mozart era el dueño de una troupe viajera que produjo muchas obras en la época. La idea de una nueva ópera surgió a partir del éxito de Las bodas de Fígaro.

            El tema estaba tan en boga que –conforme lo refiere Peter Branscombe en el estudio preliminar a la edición de Don Giovanni a de la Deustche Grammophon dirigida por von Karajan en 1985- parece haber habido hasta 500 variantes; muchas de ellas en la época en que Mozart y Da Ponte escribieron su obra maestra, cuya versión es tomada de la que, poco antes, había sido presentada en Venecia. Era un tema ideal para ambos: la maleabilidad de la historia permitía enfocarla desde varias ópticas: enfatizando los elementos de Commedia dell´ Arte  o los trágicos o, como sucede de algún modo en esta oportunidad: ambos a la vez.

            En el programa Curiosidades mozartianas, de la serie “Un viaje al interior de la música”, del maestro Horacio Lanci, son señalados aspectos de la profundidad musical de la obra: uno de ellos es el pasaje de polirritmia vertical del final del primer acto, durante la escena  de fiesta en el palacio de Don Giovanni; se forman tres parejas de baile: Donna Ana y Don Octavio bailan un minué en compás de ¾; Don Giovanni y Zerlina una danza campesina en compás de 2/4 y Leporello y Masseto una contradanza en 3/8, ello por medio de tres conjuntos musicales diferentes en el escenario, que a su vez afinan antes de comenzar. Ello, al par que reflejar las diferencias sociales, produce una sensación de desconcierto en la escucha y es un recurso absolutamente nuevo y que será adoptado como elemento del lenguaje musical recién en el siglo XX. En la versión que escuchamos no hubo músicos en el escenario, no obstante lo cual el efecto señalado es muy perceptible.

            Otro episodio semejante se produce al final, cuando Mozart se burla de obras conocidas de la época, de las cuales se citan fragmentos: Cosa rara, de Martini; Los dos litigantes, de Sarti y el “Non piú andrai” de Las Bodas de Fígaro, del propio Mozart, ante lo cual Leporello canta “a esta la conozco demasiado”.

            Va de suyo que nos encontramos ante una textura musical elaborada y efectiva.

 

            La versión

            Es posible apreciar que el vínculo entre el sonido orquestal y las voces no se limita a un simple acompañamiento, muy por el contrario, es cerrado, cercano, preciso y debe rescatar el carácter marcado y chispeante de la música mozartiana, donde todo, con una gran riqueza melódica, va cambiando durante todo el tiempo: en ocasiones la orquesta va cruzada respecto a la frase vocal, o los elementos de las distintas secciones también van cruzados entre sí, pero se arman y combinan en un sonido total: se trata, visiblemente, de una arquitectura donde juegan tanto las dinámicas, llamadas a expresar distintos sentimientos, como la rapidez. El sonido es liviano, flota, pero es a la vez incisivo y requiere de una marcación muy precisa como la que, con gran claridad, le dio el maestro Dos Santos. Imaginamos que el fragmento de polirritmia vertical no debe ser de marcación fácil y que la orquesta debe poder abordar elementos muy diferentes superpuestos.

             El maestro pautó claramente a los cantantes, a veces coincidiendo con distintas entradas en secciones de la orquesta.

            El conjunto vocal es tan interdependiente  entre sí como entre la orquesta. Se requiere cierta “química” entre los personajes para que el todo funcione. Juan Salvador Trupia compuso un Leporello brillante, con una voz que aúna potencia con musicalidad. Al personaje le es reservada la extensa y famosa aria Madamina, il catalogo es questo. La voz es capaz de expresar la picardía, la complicidad y la ambivalencia del personaje. Alejo Álvarez Castillo fue un Don Giovanni expansivo, con una voz de tanta potencia como musicalidad, que condensa todo lo que de rechazo puede connotar el personaje y que demanda una expresividad que surge de las inflexiones de la voz, lo demostró tanto en sus intervenciones en duetos como en el aria Deh, vieni a la finestra. Sabrina Schulthess mostró su musicalidad, potencia vocal y la diferente gradación de sentimientos que el papel de Donna Anna, requiere, lugares  Or sai chi l´onore así lo permiten apreciar. Su partenaire Carlos Ullán, compuso a un Don Ottavio con la elegancia, finura de la línea de canto y musicalidad propias de un personaje que tanto se diferencia al resto de los personajes masculinos, el aria Il mio tesoro, del acto segundo así lo demuestra. En su rol de Donna Elvira Johanna Padula mostró su potencia vocal, musicalidad y coloratura propios de su personaje, por ejemplo en lugares como el aria Ah ¡ chi mi dice mai. Sol Risé hizo gala de una voz clara, potente y musical en el registro medio y agudo, una de sus arias es Batti, batti o bel Masetto.  Antony Fagúndez como Masetto abordó las exigencias del papel con su voz clara y potente. A Carlos Esquivel, como el Commendatore le cupo la resolución de la trama. En este sentido, la voz  debe ser tan potente como expresiva y poder plantear el clima sobrenatural en el que reside la moraleja. Cumplió con ello acabadamente.        

 

            La puesta

            La concepción de María Jaunarena, como hemos podido apreciarlo en otras ocasiones, está dada más en la selección, funcionalidad de elementos y en el detalle que en el hecho de la acumulación y la idea de que la puesta es una segunda creación montada sobre la acción de una ópera.

            Muy por el contrario, la puesta “trabaja” sin interferir, particularmente en una ópera donde el permanente movimiento y circulación de personajes constituyen un elemento esencial de la narrativa.

            Una superficie extendida de lado a lado del escenario, de forma curva y con arcadas sirvió de telón de fondo a proyecciones que representaban los distintos escenarios –el palacio de Don Giovanni, la calle, el cementerio- . Las arcadas permitían la circulación de los personajes. La iluminación hacía el resto, sugiriendo, ocultando, subrayando.

            La marcación actoral, en sus gestos y movimientos, fue tan precisa como expresiva en algo que siempre funcionó como un todo. El desempeño actoral de los cantantes es algo para subrayar.

            Se trató de una puesta que, a diferencia de otras, colocó a la verosimilitud y a la sobriedad en primer plano.

            La dinámica escénica es  algo que trabaja en un todo, del mismo modo que lo hacen las voces y la música. No es una segunda creación sino el soporte para una primera creación. Allí precisamente está el acierto en el punto de vista.

             

            Coda

            En un pasaje de La nuit de Varennes, de Ettore Scola (1982), Marcello Mastroianni, encarnando al Chevalier de Seingalt se refiere, en el contexto de los tiempos que cambian, a la nueva realidad social y cita el aria inicial de Leporello:  Notte e giorno faticar : “Quiero ser un gentilhombre/ y no quiero servir más” y agrega haber estado presente en el estreno en Praga y ayudado a Da Ponte a ultimar la puesta: Don Giovanni no es solo una ópera más: es la permanente imaginación musical, es los tiempos cambiantes donde los criados quieren ser amos, es la reedición del mito del seductor y transgresor y una de las muestras más acabadas del genio mozartiano.

            Pudimos apreciar una versión que hizo justicia a “La ópera de las óperas.”

            Algo para remarcar y que sólo había visto en el festival de Salzburgo, luego de la representación de Cosi fan tutte a la que asistí: en el saludo final la orquesta, que suele permanecer en el foso, subió al escenario y, junto con cantantes, coro, y directores, recibió su merecido aplauso de cara al público.

 

 

 

Eduardo Balestena      

lunes, 2 de octubre de 2023

Festival Rachmaninov, Concierto 3


 

 

.Orquesta Filarmónica de Buenos Aires

.Director: Srba Dinic

.Solista: Nelson Goerner

.Teatro Coliseo, 30 de septiembre, hora 20.

 

            Con el último concierto del Festival Rachmaninov, correspondiente al programa del Teatro Colón, concluyó el ciclo dedicado al genial compositor, ruso.

 

            El programa dio comienzo con las Danzas Sinfónicas opus 45, que, escritas en 1940, son la última obra sinfónica de Rachmaninov.

            “Un refrito de viejos trucos”, señaló una crítica refiriéndose a la obra en ocasión de su estreno; juicio que lo único que testimonia es la excesiva importancia dada a los lenguajes de vanguardia, privilegiados por encima de la música en sí misma, la ceguera ante ciertos aspectos de su escritura y ante el brillo de una obra de evidente virtuosismo orquestal. Acerca de ello, el compositor declaró “En mis composiciones, no he hecho ningún esfuerzo consciente por ser original, o romántico, o nacionalista, o cualquier otra cosa. Escribo sobre el papel la música que oigo dentro de mí, con la mayor naturalidad posible. Soy un compositor ruso, y la tierra donde nací ha influido en mi temperamento y mi forma de ver las cosas. Mi música es el producto de mi temperamento, y así es la música rusa.... Tchaikovsky y Rimsky…Lo que intento al escribir mi música es que diga de forma sencilla y directa lo que hay en mi corazón cuando compongo. Si ahí hay amor, o amargura, o tristeza, o religión, esos estados de ánimo pasan a formar parte de mi música, y ésta se vuelve bella o amarga o triste o religiosa". Tales son las manifestaciones de un compositor que siguió su propia auténtica y profunda voz.

            Los bocetos de la obra se remontan al esbozo del ballet Los Escitas,  1915 y parte del material y sus ideas fueron retomadas muchos años más tarde. A despecho de sus críticos, trabajó sobre aspectos del lenguaje contemporáneo, como el elemento rítmico, tan frecuente en Prokoviev y Stravinsky, bajo la égida de su propia inspiración melódica.

La versión obtenida por el maestro Dinic y la Orquesta Filarmónica permitió apreciar en todos sus aspectos a esta gran obra, de ritmos, dinámicas y timbres que conforman un desarrollo donde aparecen claramente las dos grandes vertientes de la música de Rachmaninov: el intelectualismo y la inspiración. Intelectualismo por el rigor de su arquitectura y por  las ideas que marcan la composición. Inspiración por la belleza de los motivos, el colorido tímbrico y el manejo rítmico que plantea una expectativa por un desarrollo marcado siempre por algo inesperado (tanto en la sucesión de los motivos como en su belleza y concisión).

            Va de suyo que estas características se traducen en una necesidad de marcación muy clara. En efecto, tanto el color orquestal (la frase de un instrumento que continúa otro) como la  sucesión de intervenciones, constituyen piezas que van calzando en un mecanismo  donde la fluidez del fraseo es esencial. Es de gran compromiso para los intérpretes: por citar un lugar, en el último movimiento mientras las trompetas citan el Dies Irae las cuerdas interpretan un pasaje cruzado con ese otro elemento.  

            Los motivos rusos, las citas –literales o transformadas- del Dies Irae, el desarrollo de la obra sobre un motivo central en sí mismo breve y sencillo, son las características no solo de esta obra sino de mucha de la música del genial compositor.

            Destacaron especialmente María Noel Luzardo (saxo alto); Matías Tchicourel (clarinete), Sebastián Tozzola (clarinete bajo), Nestor Garrote (oboe), Michelle Wong (corno inglés), Claudio Barile (flauta), Fernando Ciancio (trompeta), Fernando Chiappero (corno).

 

 

            El Concierto para piano y orquesta nro. 3, en re menor, opus 30 fue interpretado en la segunda parte.

            Concebido como carta de presentación para su gira por los Estados Unidos, Rachmaninov lo escribió en Ivanovka, la residencia veraniega de la familia, en 1909.

            Se trata una de las obras más extensas, virtuosas y técnicamente difíciles para piano y orquesta.

            Se encuentra estructurado a partir del sencillo primer motivo que, luego de la breve introducción de la orquesta, expone el piano; casi inmediatamente, la orquesta retoma el tema inicial del piano mientras que éste lo varía bajo la forma de extensas figuraciones. A partir de allí comienza la permanente variación motívica del material, que se expande hacia otros motivos derivados hasta la aparición del segundo tema.

            El extenso movimiento está concebido como una forma sonata ampliada en la cual el tema inicial es vuelto a exponer varias veces, incluso luego de la gran cadencia del instrumento solista.

            Hay básicamente dos maneras de interpretarlo: rallentando y fraseando los motivos, buscando el lirismo de las concisas melodías o afrontándolo enérgicamente, entendiendo que se trata de una obra rápida, intensa y virtuosa cuya característica es la rapidez de todos los pasajes. Este fue el modo de abordarlo de Nelson Goerner: pedales prolongados, extensiones amplias, fuerza, claridad, intensidad, con un dominio absoluto sobre una obra de tales requerimientos.             

            El intermezzo-adagio, es un tema con variaciones concebido en una forma ABACA y no es para nada un movimiento lento. Rachmaninov utiliza aquí técnicas que llevaría a la Rapsodia sobre un tema de Paganini (1934): el tema expuesto en forma más rápida y compacta, con el agregado de notas; el desarrollo de episodios tomando un intervalo de una parte; la aparición de notas que subrayan partes del tema y omiten otras  y el enriquecimiento por   la orquesta, que lo toma y expande, también de diversas maneras, todo ello a lo largo de un extenso y cambiante desarrollo que conduce y se resuelve, casi sin solución de continuidad.

En el Finale: alla breve, de gran fuerza, es una forma sonata modificada que recapitula sobre el tema del primer movimiento y utiliza, para marcar sus distintas secciones, un estribillo que aparece dos veces y que contrasta con el resto del material.

En el comentario de la versión que hizo Sergio Tiempo hice una consideración enteramente aplicable ahora, señalando que “Es una exposición de la mayor intensidad en el instrumento solista y también en la orquesta, que cuando el piano intensifica la exposición del tema inicial y lo transforma, va virtualmente cruzada con dicho instrumento. Todos los recursos son explotados en sus mayores posibilidades: la transformación motívica, la aparición de desarrollos a partir de fragmentos, la fuerza arrolladora del conjunto y la cohesión, dada en gran medida por el uso de los intervalos del tema, una cohesión que nunca se pierde pese a la diversidad de medios utilizada”.

El diálogo de la orquesta con el instrumento solista es permanentemente estrecho, dado en pasajes siempre rápidos, lo cual es indicador del grado de dificultad de la obra en ambas instancias: el conjunto orquestal y el instrumento solista. Un ejemplo es el accelerando  de la orquesta hacia el final en un pasaje que combita la gran rapidez como la precisa intervención de todas las voces instrumentales.

            Fue un digno broche de oro para un festival absolutamente logrado en el cual Nelson Goerner demostró que es un pianista virtuoso en quien la técnica no prevalece sobre lo estético y lo hizo con la integral de la obra concertística de uno de los mayores compositores de la música.

           

Sergei Rachmaninov nació en Novgorod el 20 de marzo de 1873 y murió en Los Ángeles el 28 de marzo de 1943. Vivió gran parte de su vida en un exilio que lo marcó profundamente a él y a su música y le dio el tono de fuerza y nostalgia que caracterizó su propia vida.

             A ciento cincuenta años de su nacimiento y ochenta de su muerte, gracias a intérpretes como los que animaron este festival, celebramos su vida y su legado musical.  

 

 

Eduardo Balestena

  

 

           

           

lunes, 25 de septiembre de 2023

Festival Rachmaninov, Concierto 2


 

 

 

.Orquesta Filarmónica de Buenos Aires

.Director: Srba Dinic

.Solista: Nelson Goerner

.Teatro Coliseo, 23 de septiembre, hora 20.

 

Como parte del ciclo de conciertos del Festival Rachmaninov, programado por el Teatro Colón de Buenos Aires y llevado a cabo fuera de esa sede, en la sala del Teatro Coliseo, tuvo lugar la presentación del pianista Nelson Goerner con la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, dirigida por el maestro Srba Dinic.

           

El marco para esta serie de recitales dado por el sesquicentenario del nacimiento del gran compositor y el ochenta aniversario de su muerte, no podría ser más apropiado para poner ante el público, en un lapso breve, gran parte de la producción de Sergei Rachmaninov (1873, 1943), quien, sometido al exilio y en la atmósfera de vanguardias ajenas a él, ante las que se sentía un extraño, optó por seguir su inspiración, originada en aquello de mayor hondura y significado para él. Produjo así, primero en su amada Ivanovka y más tarde en medio de extenuantes giras de conciertos y etapas de su exilio, una obra tan vasta como variada, profunda y poderosa con obras tan diferentes entre sí como su primera sinfonía y las Vísperas para coro a capella (por citar sólo dos de ellas).

 

            Las circunstancias de gestación de su Concierto nro. 2, en mi menor, opus 18 son demasiado conocidas para referirnos a ellas. Baste señalar que, más allá de momentos de una construcción convencional, logra una bella amalgama entre modulaciones, voces instrumentales como las del cello, la flauta o el clarinete, con los temas del piano, como el segundo del primer movimiento (que volverá a ser expuesto en diferentes reelaboraciones).

            En el inicio, es la orquesta la que introduce, luego del sombrío comienzo en el piano, la exposición de un primer tema marcadamente ruso, acompañado de intensos arpegios en el piano. Ya desde el comienzo se muestra con un equilibrio entre el virtuosismo y la frase delicada y de gran musicalidad, que es la impronta que singulariza a la obra. 

            Luego del episodio donde, en el marco de la elaboración del segundo tema, que luego, ante su aparición, se superpone con el primero (que se presenta aumentado) en que se llega a un tutti y un Maestoso alla marcia en que el piano y la orquesta van cruzados en lo que parece ser un pasaje de polirritmia, el piano concluye el pasaje con una elaboración del tema. Ello marca el comienzo de una reexposición, donde el solo de corno conduce a un momento dulce y relajado. Fue precisamente ese solo el que presentó el problema de un error y una entrada a destiempo.  

            El Adagio, con sus contrastes entre el ritmo binario y el ternario, que le confiere una atmósfera de indeterminación, es una de las partes más hermosas del concierto.

            Las variadas inflexiones de la obra, que va de pasajes de virtuosismo a otros de delicada musicalidad, permitieron a Nelson Goerner mostrar su dominio sobre todos los aspectos de la obra: sutileza en el fraseo, bravura y claridad en los pasajes virtuosos y un equiibrio con la orquesta con la que el piano dialoga en todo momento.

 

            El Etude tablaux nro. 5 opus 39 que interpretó como bis, con requerimientos técnicos y estéticos muy diferentes al del concierto, donde cada inflexión sucede a otra que es cambiante, reafirmó dicha apreciación acerca de su concepto de la obra de Rachmaninov, un autor que Nelson Goerner asume como algo interior e inherente a él como intérprete, algo que le es caro y significativo.

 

 

            La Sinfonía nro. 2 en mi menor, opus 27 fue  interpretada en la segunda parte.

            Abordada recientemente por la Orquesta de la Universidad de Lanús en el ciclo de Grandes Conciertos de la UBA, afirmaba entones que: “Es una obra mayor del repertorio, tanto en la complejidad de su trama musical, como en la belleza de sus extensas líneas melódicas y en la propia extensión. A poco que la apreciemos habremos de percibir que, por ejemplo la cuerda va de pasajes de un piannisimo dulce y expresivo a rápidos trozos que demandan toda la longitud del arco durante extensos períodos. En lo expresivo, el permanente cambio de dinámicas demanda un fraseo muy sutil ya que el color orquestal lleva la melodía de una sección a otra –toda la obra es un inmenso diálogo- que debe seguir la frase en el mismo volumen y sensibilidad en la inflexión. Pasajes como los arranques en el Allegro del segundo movimiento o el Allegro vivace del cuarto son intensos, rápidos y requieren una precisión tan grande como las inflexiones de las frases lentas”.

 

            Elementos en sí sencillos aparecen extendidos, fragmentados, invertidos o superpuestos en un tejido de belleza melódica y tímbrica. Además del color que aportan las maderas, la textura se compone de la trama que llevan a cabo las cuerdas: por momentos la línea melódica de los violines se divide en los que llevan la melodía y los que aportan una diferente hecha de una modificación melódica –uno de los lugares es en el desarrollo del extenso primer movimiento –que dura unos 18 minutos-. También sucede en otros lugares con modalidades distintas, una es la cita del motivo inicial por parte de los segundos mientras los primeros llevan otra melodía.

 

            Los solos imponen ya la resolución de un pasaje ya un episodio nuevo. Un ejemplo es el solo de corno inglés  que, entonando el tema inicial, conduce a un amplio desarrollo y, más tarde, nuevamente marca el comienzo de una reelaboración más lenta y danzante que pareciera estar en un ritmo ternario.

            Baste ello como ejemplo para mencionar sus particularidades: exigencias de fraseo, belleza tímbrica y musicalidad.

            El extenso solo de clarinete  del Adagio es uno de los momentos más bellos de una sinfonía que hace precisamente eso: expresar belleza sonora, sin casi puntos de tensión.

            Se trata de una obra precisa –en lugares como el fugato del segundo movimiento, por ejemplo- y de flexibilidad de tempos y cambios dinámicos requiere que el maestro Dinic, con una orquesta reducida, condujo de una manera acorde a tales exigencias, con una marcación precisa y atención a los matices que lució, pese a la sequedad de la sala, que absorbió algo de  tales matices y produjo un sonido que, por ejemplo en la cuerda, no permitió las gradaciones de color que muchos pasajes requerían.

            Destacaron especialmente Michelle Wong (corno inglés); Mariano Rey (clarinete), Claudio Barile (flauta), Néstor Garrote (oboe).

           

   

             

             

             

           

 

Eduardo Balestena

domingo, 27 de agosto de 2023

Concierto de la Orquesta Sinfónica Municipal y Coral Carmina


 


.Orquesta Sinfónica Municipal de Mar del Plata

.Director: Maestro Guillermo Becerra

.Coral Carmina

.Director: Maestro Horacio Lanci

.Solistas: Georgina Espósito, soprano; Facundo D. Marzán, barítono

.Teatro Colón, Mar del Plata, 26 de agosto, hora 20.

 

            La Orquesta Sinfónica Municipal  y el Coral Carmina de Mar del Plata, bajo la dirección del maestro Guillermo Becerra, ofrecieron un concierto íntegramente dedicado al repertorio francés, con obras de muy diferente naturaleza.

            La Fanfarria del ballet la Peri, de Paul Dukas (1865-1935), para cornos, trompetas, trombones y tuba abrió el programa. Aun en una formación reducida de metales es una pieza vibrante.

            La Suite nro. 1 de la Ópera Carmen de Georges Bizet  (1838-1875) siguió en el orden del programa. Los elementos musicales más representativos de la ópera se encuentran en esta suite que, paradójicamente, comienza con los oscuros acordes del final de la ópera. La Aragonesa del comienzo, luego de la introducción, destaca por el elemento percusivo y la bella continuidad en la melodía de las maderas, luego del solo inicial del oboe, de gran musicalidad. El Intermezzo, con el bellísimo solo de flauta, que descansa a su vez, como lo hace el de clarinete que lo sucede, en la intervención del arpa, requiere un suave fraseo de la cuerda en un sonido homogéneo y suave. En la Seguidilla el oboe lleva la línea del canto de la mezzosoprano en la ópera –que corresponde al segundo acto, donde Carmen se marcha a la taberna de Lillas Pastia-. Con un resultado más fluido en el ensayo general que en la sesión de concierto, hubo una lograda versión de esta suite, donde destacaron los solistas Alexis Nicolet (flauta), Aída Delfino (arpa), Mario Romano (clarinete) y Gerardo Gautín (fagot).

            El Preludio a la siesta de un fauno, de Claude Debussy (1862-1918), fue la siguiente obra;  inspirado en una égloga de Mallarmé y estrenado en 1894 es la primera gran partitura orquestal de Debussy. Se trata de un lenguaje nuevo que hace evidente su gran capacidad de concepción musical y talento de orquestador: enlaces de acordes, timbres  instrumentales aislados que sin embargo forman una trama sutil y diafanidad de la escritura son algunas de sus características. El calificativo de Impresionistas aplicado a tanto a Debussy como a Ravel, no resulta sin embargo del todo apto para una textura donde el centro es el sonido en sí y que es independiente de toda “impresión” que potencialmente puada producir. Ya el maestro Lanci señaló, en el programa de la serie “Un viaje al interior de la Música” dedicado al compositor, que el término impresionista le era aplicado muy a su pesar.

            Lo señalado busca dar un marco a una obra central del repertorio que, en este lenguaje, es de una gran dificultad técnica.

            La eficacia con la que fue abordada habla del trabajo llevado a cabo por la orquesta. El bellísimo solo inicial de la flauta (Alexis Nicolet)  –que, como alguien señaló, abre un mundo nuevo- es sucedido por un acorde maderas, cornos y arpa que establece el clima en el que discurre la obra, dentro de la dualidad de timbres que se suceden –flauta, arpa, clarinete, fagot- con el soporte de una base dada tanto por la cuerda como por otros timbres en un tejido muy preciso y cerrado en donde prevalece la claridad sonora.

            El Requiem opus 4 de Gabriel Fauré (1845-1924) –aunque no se aclara es probable que se tratara de la versión de 1900- fue interpretado en la segunda parte. Con el  Requiem Alemán de Brahms tiene el común la delicadeza, el sentimiento de paz superadora de todo aquello deparado por la vida y la belleza del sonido. A diferencia de  las restantes obras del género, elimina el Diaes Irae. Se trata del sentimiento de la vida y de la muerte y no de la ira de Dios. La vida es angustiante y  la llegada a la muerte es resignada y liberadora

            En el Introito y Kyrie las voces, tras el oscuro acorde inicial de las cuerdas, parecen surgir del silencio (“Requiem aeternam dona eis Domine”) hasta el primer crescendo del coro, casi sorpresivo e intenso (“et lux perpetua luceat eis”), que marca a la vez una constante, en la sensación de marcha que produce este número: la permanente gradación sonora, los cambios de intensidad y la sutileza de la relación con el tejido orquestal. El Ofertorio que sigue (“O Domine Jesu Christie, rex gloriae”) marca la primera intervención del barítono solista (“Hostias et preces tibi, Domine”). El coro vuelve a la estrofa inicial en una bellísima línea.

            Los expuestos son ejemplos un opus donde las voces tienes muchas inflexiones, todas sutiles y parecen llevarnos de la oscuridad y la angustia a la diafanidad y la esperanza. El Sanctus es un ejemplo, del mismo modo que el bellísimo Pie Jesu de la soprano solista (“Pie Jesu, Domine, dona eis requiem”) demanda un fraseo sutil y un timbre puro y cristalino.

            El Libera me, además de la extensa intervención del barítono solista (“Libera me, Domine, de norte aeterna”) marca una mayor intensidad en la intervención coral (“Dies illa, dies irae”)

            In Paradisum, (“In paradisum deducant angeli”)  último de los números, con la intervención inicial del órgano y la cuerda de sopranos en una tesitura pura, en la antesala de un registro agudo, evoca una sensación de redentora pureza, con la que termina la obra. Produce la sensación luminosa de que lo oído anteriormente lo fue como un camino de elevación hacia la luz.

            Con pasajes fugados de mucho compromiso, otros de pureza tímbrica y de detenimiento, El Requien de Fauré, basa su belleza en lo sutil. El Coral Camina trabajó durante mucho tiempo con esta obra. Lo hizo con cuidado y detenimiento bajo la dirección del maestro Lanci y de la maestra preparadora, Georgina Espósito, que conocen la obra profundamente. El coro plasmó esta concepción dada en los colores y gradaciones e intensidades cambiantes, siempre de un modo gradual y progresivo, que demanda un fraseo acabado.

            Facundo D. Marzán brindó a sus extensas intervenciones solistas su timbre delicado y un fraseo acorde a los requerimientos de sus pasajes: suave y gradual en los cambios.

            Georgina Espósito, además de su gran capacidad de preparadora es dueña de una voz delicada, cristalina y potente a la vez, que siempre administra a partir de un criterio estético apropiado a las obras que interpreta.

 

            Coda

En cuanto a la orquesta, acaso lo más importante es que, aun con personal contratado, ha logrado un sonido homogéneo –si bien perfectible- y podido interpretar obras que no solo requieren un orgánico amplio sino también un requerimiento técnico y estético importante, lo que habla de un grado de preparación que comienza a dar frutos, y que le permite abordar programas que vayan más allá del temprano clasicismo y de ciertas formas del romanticismo también temprano.

            La falta de programa de mano –que escenarios como el del CCK suplen con la información de prensa- es una carencia importante para la cual la remanida pandemia sigue siendo la justificación.  Ello impide, entre otras cosas, conocer los antecedentes de los organismos y los solistas. No sabemos por ejemplo, quien estaba a cargo del órgano, al cual tan importante intervención cabe en el requiem.

            Asimismo, hay maestros –como Christian Fernandez Larguía o Arturo Diemecke- que aclaraban previamente al público sobre que los aplausos deben ir al final y no en cada número o movimiento. En el caso de los Requiem el aplauso se estila luego del  silencioso momento de recogimiento que  una obra de esa naturaleza impone y no en cada número, lo cual rompe con el clima íntimo y sereno inherente a tal forma musical. Fue lo que sucedió en esta oportunidad.

            La Orquesta Sinfónica Municipal y el Coral Carmina han vuelto a actuar en conjunto, tal como lo hicieron en la primera presentación de la orquesta luego de diez meses de forzosa inactividad. Esperemos que ello signifique el comienzo de una nueva etapa. El elemento humano con el que se cuenta permite sobradamente que así sea.

                 

 

              

 

 

 

Eduardo Balestena

   

 

miércoles, 17 de mayo de 2023

La Flauta Mágica en el Teatro Colón


 

 

.La Flauta Mágica, Singspiel en dos actos (1791)

.Música: Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791)

.Libreto: Emanuel Schinkaneder

.Dirección musical: Marcelo Ayub

.Elenco: Tamino, Juan Francisco Gatell (tenor); Pamina, Hera Hyesang Park (soprano); Reina de la Noche, Laura Pisani (soprano); Papageno, Alejandro Spies (barítono); Sarastro, Lucas Devebec Mayer (bajo); Primera Dama, Laura Polverini (soprano); Segunda Dama: Eugenia Coronel Bugnon (mezzosoprano); Tercera Dama: Daniela Prado (mezzosoprano); .Monostatos, Iván Maier (tenor); Papagena, Ana Sampedro (soprano)    

.Coro Estable dirigido por  Miguel Martínez

.Dirección de escena: Barrie Kosky; Suzane Andrade                                             

.Iluminación: Diego Leetz

.Esenografía y vestuario: Esther Bialas

.Teatro Colón, Buenos Aires, 14 de mayo, hora 17.

 

 

El poder de la música y la travesía por la noche de la muerte

En el estudio preliminar de la excelente versión que puso en escena Juventus Lyrica en 2019, titulado El Príncipe y la Rosa, María Jaunarena expone las antiguas fuentes y el carácter de una obra donde existen profundos simbolismos y mensajes ocultos.

“Tamino se remonta a Horus” –señala-, “hijo de Isis a quien cada amanecer persigue un dios que toma la forma de serpiente […] Juntos simbolizan la batalla diaria del sol contra la oscuridad. También se remonta a Orfeo, quien con su lira (flauta) encanta a las fieras […] La Reina de la Noche tiene mucha similitud con Hécate, la diosa de la venganza, a quien se la representa a veces con tres cabezas (en la obra, las tres damas. Sarastro se asemeja al gran sabio Zaratustra o Zoroastro. Y Papageno se parece mucho a Hermes o a Mercurio.

Pamina es hija de la oscuridad y está destinada a que Tamino transite el sendero de la sabiduría.

El símbolo, señala Jaunarena, es disparador del contenido múltiple: tres acordes iniciales, tres damas, tres niños, tres sacerdotes, tres pruebas.

“Tamino y Pamina se aventuran a ´las puertas del horror´ confiados en que gracias al poder de la música podrán transitar alegres ´la oscura noche de la muerte´.

No se trata de una historia pueril sino de la puesta en escena de un simbolismo que resalta el valor de la decisión, el anhelo de la luz, el silencio, la lealtad y la prudencia, en el marco del cuento tradicional. 

En mi ensayo sobre la obra (publicado en la página de la ACMA) expresaba:

“Como señala Bruno Bettelheim en Psicoanálisis de los cuentos de hadas, la narración (en este caso el libreto de Schikaneder), que a primera vista se encuentra desvinculada de nuestra experiencia, en un nivel no verbal ni manifiesto es como un espejo mágico que nos refleja internamente y que implica una serie de etapas para pasar de la inmadurez a la madurez adulta, o hacer frente a un desafío y poder lograr un estado de sabiduría derivado de esa experiencia. Se trata de un camino donde primero no es posible ver claramente –no se sabe quién es el bueno ni quien el malo, ello es fruto de una revelación a alcanzar- que guarda desafíos e implica tensiones pero que termina en un final feliz, caracterizado en los cuentos de hadas por un estado de paz que durará para siempre: “y fueron felices” suelen rematar las historias y aludir a un futuro estable y sin tensiones, destinado a transcurrir fuera de nuestra mirada de lectores,  que sobreviene luego de pasar por algo crucial.”

 

El simbolismo en la música

La música de Mozart, además de bella, concebida en soluciones musicales diversas, expresa genialmente el sentido de la obra tan vigente para acercarnos al valor de la creación Mozartiana. En efecto, las arias de la Reina de la Noche (recitativo y aria O zittre nicht, mein lieber Sohn, del primer acto, y Der Hölle kocht in meinen Heizen, segundo acto–en re menor, tonalidad asociada a la muerte y el drama- , rápidas y crispadas, en staccato, provienen de la ópera seria. Las de Tamino y Pamina –más lentas, como Tamino  mein! O weich ein Gück!, del segundo acto) de articulaciones suaves y que transcurren mayormente en el registro medio- siguen el esquema de liderazgo del tenor y de la soprano que actúa por un fuerte sentimiento amoroso, en líneas que irradian nobleza y fidelidad de uno hacia el otro, como en aria del retrato (Dies Bildnis ist bezaubend, primer acto), en mi bemol mayor, la misma tonalidad del leimotiv del anhelo de amor, de Tristán e Isolda. Papageno, en cambio, aborda una sencilla y efectiva melodía del canto popular (Der Vogelfänder bin ich), del primer acto, primero expuesta en su totalidad por la música. Las intervenciones de Sarastro (como O Isis und Osiris, del segundo acto), lentas, solemnes y profundas, que discurren mayormente en la zona grave del registro y que parecen trabajar sobre un núcleo temático que va siendo transformado de uno en otro pasaje, evocan el himno religioso.

Una de las partes más representativas de este uso de un paradigma sonoro está dada por el  pasaje de los guardas (Der, welcher wandert diese Straße del segundo acto), Tamino y Pamina, donde se cita un coral de Bach y la cuerda interviene de una manera muy elaborada, con diferentes entradas y un cambio en el desarrollo a partir de la decisión de Pamina de acompañar a Tamino. Cabe recordar que en su análisis de la sonata nro, 30 de Beethoven, András Schiff hace notar que en el siglo XVIII y parte del XIX la música de Bach no era asiduamente ejecutada y sólo accesible en colecciones privadas, con lo cual, es dable suponer que tanto Mozart como Beethoven debieron investigar la música de Bach al citarla o basarse en ella.

La Orquesta Estable, bajo la dirección de Mauricio Ayub, plasmó acabadamente la partitura mozartiana expresando cada uno de estos matices, de manera grácil, expresiva en un sonido puro, pulido y muy expresivo.

Las voces

Puestos a cantar de una manera muy estática y en incómodas y elevadas posiciones las voces del segundo elenco lucieron, en todos los casos, la plenitud que sus partes requieren. Juan Francisco Gatell compuso un Tamino de voz potente, musicalidad y matices; lo mismo podría decirse de Hera Hyesang Park como Pamina, en todo momento con un volumen tan potente como bello y expresivo; Alejandro Spies fue un Papageno de voz potente y matices, de gran musicalidad; Lucas Devebec Mayer compuso un difícil papel de Sarastro, con notas extensas en el extremo grave del registro donde se hace evidente la dificultad en sostenerlas en volumen. Laura Pisani fue una Reina de la Noche de voz potente, de gran musicalidad en la extrema dificultad de sus pasajes; también el desempeño de las tres damas fue de gran musicalidad, limpieza tímbrica y potencia. Iván Maier mostró su condición vocal con un Monóstatos muy expresivo y de gran musicalidad. Lo mismo puede decirse del resto del elenco.

Se trató de un nivel musical totalmente a la altura de tan representativa creación.

 

¿Quién engañó a Wolfgang Amadeus Mozart?

La puesta tomó los aspectos más externos de la acción de la obra y su base teórica pareció ser el recordado film ¿Quién engañó a Roger Rabbit? De Robert Zemeckis (1988) en la cual las figuras animadas interactúan con humanos.

De este modo, los roles se invirtieron en la mecánica de la acción: la única movilidad fue la de a veces gigantescas figuras, siempre desagradables, mientras los cantantes, lejos unos de otros, estaban privados de movimiento. Lo cual hace imperceptible el valor de la acción y del movimiento: un ejemplo –de los tantos-  fue el bellísimo trío Soll ich dich, Teurer nicht mehr sehn? Cuyo sentido se pierde si los cantantes se encuentran colgados e inmóviles unos lejos de otros.

La supresión de una escena de Papageno con la anciana, que resultará posteriormente ser su amada es otra de las atribuciones que se toma el reggisseur  y que resultan en una pérdida del efecto deseado.

La puesta, en lugar de (como la de Juventus Lyrica) rescatar el sentido profundo la banaliza en una historia pueril, donde la imagen todo lo invade.

Renglón aparte merece la supresión de los recitativos secos por  leyendas como las del cine mudo, acompañadas, a la manera de aquel espectáculo, por el excelente pianista Iván Rutkauskas interpretando partes de música de Mozart para teclado (absolutamente desvinculada de la obra). En el silencio, privados de la palabra, los recitativos terminan solo aportando información pero interrumpen el flujo sonoro. Aun simplemente hablada la palabra tiene la propia musicalidad de la frase y es parte del canto, establece una separación y al mismo tiempo una continuidad.

Todo ello recuerda de algún modo la época de la tiranía de directores como Hans Von Bülow o Toscanini, quienes se atribuían la potestad de “arreglar” las obras o interpretarlas según los tempi que ellos estimaban “mejores” (como Toscanini con el Bolero de Ravel)

En una escena de Yo Claudio (de Robert Graves) Claudio hace imprimir una historia de Cartago y el editor le incluye ilustraciones con elefantes que producen la ira del futuro emperador, que solo se proponía narrar hechos históricos.

La Flauta Mágica, como expresó tan bella y claramente María Jaunarena, es una obra de esencias que encuentra su origen en la remota antigüedad y que no requiere más que un soporte físico para expresar esa esencia: como dijo Lope: un decorado, tres caracteres, una pasión. Convengamos que en el caso son más de tres caracteres.

La resiente el hecho de que alguien pretenda construir su propia obra sostenida por las paredes de otra que es genial y que termina siendo tomada solo por eso, por un suporte,  bajo la excusa de que hay que aggiornarse y es el reggisser el tirano de turno que impone este entendimiento de una obra genial.

Pongamos el problema en estos términos: si un escritor del establishment de la industria cultural ensayara la hipótesis de que Borges es un escritor complejo y decimonónico y se propusiera reformular supongamos el cuento Tlön, Uqbar y Orbis Tertius y suprimiera párrafos, reescribiera otros y, en un excesivo propósito de explicarlo todo en términos simples, incluyera figuras de extraterrestres, ¿pensaríamos entonces que esto forma parte de una legítima libertad creativa?

Es exactamente lo mismo lo que sucedió en este caso y cabe repetir la presunta inicial ¿Quién engaño a Wolfgang Amadeus Mozart? Un reggisseur, la actitud frívola de un establishment solo atento a la moda? ¿La idea de que el público necesita que le expliquen todas las cosas de la manera más simple y escolar?

Sin embargo, como dice el maestro Horacio Lanci, la música tiene el poder de curarlo y superarlo todo y Mozart seguirá siendo el genio que es, resistiendo a pruebas como esta.

La pena y la pérdida es que en un ámbito donde claramente predomina la ópera italiana, las oportunidades de escuchar obras como La Flauta Mágica son extremadamente restringidas y esta es una oportunidad tristemente y penosamente  perdida de acceder a una versión digna de ella.

Queda el consuelo de la música que, en medio de tata parafernalia visual, pudo hacerle justicia.

“La sombría noche de la muerte”

A principios de 1791 Mozart vivía una situación apremiante en todo sentido. Sin embargo, en sus últimos seis meses de vida escribió el Concierto para clarinete, el Ave Verum, la ópera La Clemenza di Tito, el inconcluso Requiem y La Flauta Mágica.

Es música de una hermosura e inspiración imposibles de imaginar en un hombre que estaba muriendo.

El 30 de septiembre de 1791 dirigió el estreno en el Theater auf der Wien y el 5 de diciembre murió en la misma ciudad: “Por el poder de la música atravesamos alegres la sombría noche de la muerte” dice el aria “Tamino mein! o weich ein Glück” de Pamina y Tamino, ya casi al final.

Ese es el poder de la música, aquello que nos permite olvidar a la sombría noche de la muerte y renovar la fascinación del poder de la música de una obra mágica.

 

 

 

Eduardo Balestena